¿Qué posibilidades de dar un salto en materia de desarrollo tiene un país cuya población envejece y su crecimiento promedio en los últimos 10 años no ha superado el 2%? Entre otros déficits, se suma que el 20% de su primera infancia se encuentra en los segmentos más vulnerables y que, según datos de ANEP, casi el 60% de la población trabajadora adulta no tiene la enseñanza media culminada. Estudios recientes proyectan que a 2035, suponiendo que los actuales estudiantes culminaran exitosamente este ciclo, el mercado de trabajo continuará con no menos de 700.000 personas en esa situación, para afrontar procesos de automatización que inevitablemente complejizarán las ocupaciones actuales y provocarán el surgimiento de nuevas.
Trillado está que en el Siglo XXI es el conocimiento lo que posiciona un país en la aldea global. Responder la anterior pregunta lleva a mirar quiénes en los últimos años lideran el ranking de las pruebas PISA de la Ocde; todas son economías que en su momento decidieron valorar “la educación como el motor de su crecimiento”. Y en base a ello encararon transformaciones cuya implementación lleva décadas, entre otros: Singapur, Corea del Sur, Japón, China, Irlanda, Finlandia, Reino Unido.
Uruguay resistió estoicamente admitir la mala calidad de los aprendizajes logrados por su población escolarizada y hacerse cargo de su pésima “performance”, por ejemplo en la Educación Media según PISA y las pruebas Arista del INEEd. Recién en 2020 se decide revertir esa tendencia y —pandemia mediante— fue en 2022 que efectivamente se pudo desplegar acciones.
El marco y principal disparador fue el Plan de Política Educativa Nacional 2020-2025 del Poder ejecutivo basado en 5 principios que comprometen metas fáciles de cuantificar: 1. Control ciudadano y gestión responsable 2. Más coordinación para un mejor aprovechamiento de los recursos 3. Más oportunidades para todos 4. Aprendizaje de calidad con énfasis en los más vulnerables y 5 docentes mejor formados para una mejor educación.
Lo expuesto, gracias a un juego de equipo MEC- ANEP- Plan Ceibal al mejor estilo de la Sub20, se tradujo en varias disrupciones; algunas de ellas:
· El MEC asume efectivamente la rectoría de la Política Nacional de Educación sin afectar las consolidadas autonomías institucionales;
· Se “alivianó” la conformación del Codicen y los Consejos de los Subsistemas de Primaria, Secundaria y Técnico Profesional;
· Se abordó con enfoque de ecosistema educativo la coordinación MEC-ANEP-INAU -Inefop-UTEC;
· Se diseñó y puso en aplicación una malla curricular con base a las competencias requeridas en el siglo XXI, que unifica el ciclo obligatorio de 14 años y promueve procesos que buscan garantizar la calidad de los aprendizajes y apuestan al desempeño creativo de los docentes;
· Se potenció la extensión de los tiempos pedagógicos en todos los tramos y se impulsaron los Centros María Espínola como propuesta de educación media focalizada en población vulnerable;
· Se instrumentaron becas de apoyo económico para la educación media (MEC- Inefop);
· El Plan Ceibal se integró al sistema educativo como soporte de innovación (especialmente en tecnología, ciudadanía global y digital, pensamiento computacional y robótica);
· Se buscó profesionalizar el rol de los educadores: instrumentando propuestas de formación continua; se habilitó la Licenciatura en Pedagogía, mecanismos de acreditación y becas de apoyo con tal fin;
· Se encaró una revisión de la estructura organizacional de ANEP para estar en consonancia con la transformación impulsada;
· Se consolidó al INEEd como agente de monitoreo y evaluación de todo el sistema educativo.
Lo expuesto es parte de una densa agenda que, contra reloj, tuvo que reformular leyes vigentes y —pisando huevos— activar protagonismos nuevos sin descuidar los necesarios espacios de diálogo a lo largo y ancho del país. En ello se inscriben acciones de orientación, formación y diseño de materiales para instrumentar el nuevo planteo curricular. Esto hizo imprescindible entender la necesidad de contar con estatutos nuevos para generar mejores condiciones de trabajo a los docentes y dar mayor autonomía a la gestión de los centros educativos en términos de: forjar liderazgo acorde en sus mandos directivos, activar equipos multidisciplinarios y promover un involucramiento virtuoso con su contexto.
Definitivamente, mucho queda por hacer y mejorar en esta hoja de ruta; es apenas un principio. Sin embargo, aparecen ya algunas luces en este insoportable túnel: lo realizado durante la pandemia permitió —al contrario de la experiencia internacional— no empeorar la situación; PISA en el informe presentado en noviembre nos otorgó mejores notas en ciencias y lectura (no así en matemáticas) y el INEEd reconoce cumplimiento en la mayoría de las metas propuestas por ANEP (incluyendo el egreso de la educación media) salvo: 1, mínimos de asistencia y 2, una persistente inequidad en los tres subsistemas.
Es inobjetable que las decisiones adoptadas han retomado aprendizajes acumulados y tendencias validadas tanto en la experiencia nacional como internacional. La masa crítica acumulada obliga considerar que no será la asignación de más recursos “la solución” sino reorientarlos hacia dos ejes: calidad y población destinataria. A su vez, la aspiración de asegurar a los ciudadanos “aprendizajes de calidad a lo largo de toda la vida” no es algo que pueda resolver la colectividad educativa sola. La inclusión educativa exige repensar los espacios de aprendizaje y mantener fluido diálogo con las comunidades implicadas; si la familia por razones socio-económica ya no es apoyo y no se puede contar con ese pilar, se deben generar ámbitos para la inclusión dentro de los propios centros. Lograr mejores puentes con el mundo del trabajo requiere reconocer las empresas como generadoras de conocimiento y que son necesarios espacios de aprendizaje para los jóvenes. Por otra parte, las nuevas tecnologías requieren un sistema educativo más flexible, más abierto al cambio y la construcción pertinente de propuestas educativas estará validada en la medida que se rijan por evidencias objetivas.
Como opina el Director del Centro Global de Intercambio de Conocimiento y Desarrollo de Corea del Sur Byung Koo Cho “La mayoría de los problemas económicos son por los problemas educativos” y agrega “la educación del futuro debe tener en cuenta no solo la exigencia académica sino también la creatividad, el desarrollo de distintas habilidades y la felicidad de sus estudiantes”.
- Columnista invitado, Guillermo Dutra fue director del Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional (Inefop) 2020-2024