Por Roberto Cachanosky
El comienzo del año no fue muy bueno en materia inflacionariapara el gobierno. El 6% de aumento del IPC implica un anualizado del 101% y el interanual da 98,8%. Por más que el gobierno festeje que no llegaron a los 3 dígitos anuales, la diferencia es mínima.
La aceleración de la inflación era previsible dado que en diciembre el BCRA aumentó la base monetaria en un 9% y en enero 10%. Semejante expansión monetaria tenía que tener un impacto inevitable en los precios.
Gabriel Rubinstein, ante el aumento de la tasa de inflación, puso un hilo en Twitter diciendo que el 6% se explica por fuertes aumentos en frutas y verduras, subas en gas, colectivos, agua, cable, medicina prepaga y las vacaciones.
El argumento resulta muy pobre considerando que en el resto del mundo la gente también come frutas, verduras, tiene televisión por cable, consume gas, transporte público, se va de vacaciones y no por eso tiene una inflación del 100% anual.
Lo cierto es que Alberto Fernández acumula una inflación del 334% desde que llegó al gobierno. Esa tasa acumulada equivale a un aumento promedio mensual del 4%. Un piso demasiado alto.
Que la tasa de inflación vaya a bajar sustancialmente este año luce poco probable dado que estamos en un año electoral, y un gobierno con fuerte tendencia populista como el actual, va a tener que elegir entre un ajuste del gasto en jubilaciones, salarios públicos y planes sociales o bien hacer populismo para captar votos y reducir el costo electoral.
En realidad, no queda muy claro que opción de las dos presentadas antes, le conviene más al kirchnerismo. Si continúa licuando los ingresos reales de la gente, pierde votos. Si la inflación se dispara, la gente no va a mejorar tanto sus ingresos, pero va a llegar a las elecciones con una altísima tasa de inflación. Es el gran interrogante que queda para lo que resta del año.
Otros dos problemas que van acumulándose tienen que ver con la evolución del tipo de cambio real.
Si se observa la evolución del tipo de cambio promedio mensual comparado con la tasa de inflación desde enero 2021 en adelante, salvo algunos casos aislados, el tipo de cambio oficial siempre aumenta por debajo de la tasa de inflación.
Justamente en un momento en que el BCRA no tiene dólares para que las empresas importen insumos, la escasez de divisas se va a sentir porque ya se liquidó buena parte de la soja, la sequía hace perder exportaciones y el tipo de cambio real artificialmente barato beneficia a las empresas que importan insumos a dólar barato que provienen mayoritariamente del sector agroexportador y agroalimentario.
En efecto, en 2022 el 62% de las exportaciones fueron de productos primarios y de manufacturas de origen agropecuario. Es decir, muchos políticos se viven quejando que somos un país agro exportador pero hacen todo lo necesario como para que la economía no pueda diversificar sus exportaciones por varias razones: tipo de cambio artificialmente bajo, elevada carga impositiva, legislación laboral que complica la producción, imprevisibilidad en las reglas de juego, etc.
La misión de Massa es tratar de contener la crisis cambiaria e inflacionaria. La cambiaria, si se mide por el blue, no está dando tan buenos resultados y la inflacionaria tuvo un rebote como consecuencia de la emisión monetaria para financiar el déficit, comprar dólares soja y las fuertes emisiones monetarias de diciembre y enero 2023. Y, como frutilla del postre, el BCRA ya llegó a los $ 11 billones de pasivos remunerados en LELIQs y PASES NETOS que constituyen otra gran bomba de tiempo que está agrandándose mes a mes.
Frente al escenario económico que enfrentará el próximo gobierno, los dirigentes de Juntos por el Cambio empiezan a advertir la herencia que van a recibir si ganan las elecciones.
A diferencia de lo ocurrido en 2015, cuando Macri ganó las elecciones y no contó la herencia recibida, en esta oportunidad Juntos por el Cambio se anticipa a contar la herencia económica que va a dejar el kirchnerismo.
Como se recordará, en 2015 el argumento que esgrimían los dirigentes de Juntos por el Cambio era que si contaban la herencia económica que habían recibido, el mercado financiero no les iba a prestar fondos para financiar el déficit fiscal. Un argumento bastante infantil porque los inversores sabían tan bien o más que el nuevo gobierno, la delicada situación económica que dejaba Cristina Fernández.
Lo cierto es que no solo no hubo una detallada descripción de la herencia recibida, sino que tampoco consideraban que era necesario un plan económico que generara un shock de confianza. Por el contrario, despreciaban ese tipo de planes y creían que todo se limitaba a administrar en forma eficiente lo existente. La realidad es que la economía argentina necesitaba de reformas estructurales y no de una administración eficiente de un estado sobredimensionado.
En concreto, parece que aprendieron del gobierno anterior y decidieron anticiparse describiendo la herencia que se recibe antes de llegar al gobierno, si es que llegan nuevamente.
Y la herencia que describen tiene que ver con el endeudamiento tanto del tesoro como del BCRA para financiar el déficit fiscal.
Lo que percibe la gente de Juntos por el Cambio es que el próximo gobierno, si es de ellos, tendría que dominar el desastre financiero que recibirá, con un BCRA sin reservas propias y con una gran cantidad de reformas estructurales que deberían hacer si no quieren volver a fracasar.
El oficialismo se defiende diciendo que la oposición quiere generar una crisis financiera, pero en concreto la crisis financiera se está gestando por el lado del BCRA y por el lado del tesoro, al margen del monumental problema estructural que tiene la economía argentina que habrá que arreglar, porque las crisis financieras son el resultado de financiar los problemas estructurales y nunca resolverlos.
A diferencia de 2015, hoy la oposición empieza a advertir sobre la herencia que recibirán, la duda es si tienen en claro qué tendrán que hacer para cambiar el rumbo de decadencia de Argentina.
Eso, todavía, no se conoce.