El contexto externo condiciona un año que para Uruguay es “de rebote”. El bienio cerrará en un promedio de 2%, “lamentablemente en una media histórica insuficiente”, destacó el economista Michele Santo. Advirtió que en un año donde “la mitad de la población mundial elige presidente” y con amenazas económicas y geopolíticas, Uruguay debe celebrar que con Argentina “la mejora en el frente cambiario” da al país, “la única buena noticia que nos puede llegar ahora” desde el país vecino. Santo subrayó que la recuperación del dólar ante el peso la pasada semana, “fue cien por ciento un efecto externo”, y reconoció que, a su juicio, el BCU podía haber “comenzado a bajar antes la tasa de interés”. A continuación, un resumen de la entrevista.
—¿Cómo observa las condiciones económicas globales para 2024?
—La expectativa no está tanto en lo que pueda pasar en Uruguay, sino en función de un contexto regional e internacional muy volátil. El Fondo Monetario Internacional advirtió días atrás sobre una cantidad de riesgos potenciales que tiene la economía mundial. Más allá de que el panorama global es un poco más optimista y subieron marginalmente las previsiones de crecimiento para este año, fundamentalmente por una revisión importante para Estados Unidos, hay cuestiones que preocupan. En la economía de Estados Unidos, el ejemplo más claro son los vaivenes que se están dando respecto a cuándo la Reserva Federal puede comenzar a bajar las tallas de interés. En diciembre, el presidente de la Fed, Jerome Powell, había dado señales de comenzarían a reducir las tasas este año, pero la realidad se encargó de demostrar que el camino es mucho más difícil. Los datos de inflación del primer trimestre del año para EE.UU. estuvieron muy por encima de lo que fue el cuarto trimestre del 2023 y el martes pasado, en conferencia, el presidente de la Fed puso el freno, señalando que los datos de inflación todavía no le daban la confianza suficiente a la Reserva Federal como para empezar a bajar las tasas. Entonces, de seis bajas de tasas que se esperaba a nivel del mercado en diciembre del 2023, un acumulado de 150 puntos básicos de baja para este año, ahora la expectativa está entre cero y dos bajas. Eso es un cambio fuerte y que repercutió en esta tercera semana de abril en los mercados emergentes, sobre todo en aquellas economías más endeudadas.
—¿Eso explica la revalorización del dólar en la pasada semana?
—Así es, tuvimos una desvalorización de las monedas emergentes a nivel de la región, entre ellas el real, que tocó el nivel más bajo del último año. Eso provocó que incluso en Uruguay, donde el dólar estaba dormido, terminara subiendo.
—¿Cuánto pesan las cuestiones geopolíticas detrás de esa incertidumbre?
—Mucho. Por un lado la guerra en Ucrania y ahora más recientemente el conflicto entre Israel e Irán, así como un conflicto latente e inevitable entre Estados Unidos y China. Estamos en un año récord en materia de elecciones en todo el mundo, donde más de la mitad de la población mundial va a sufrir eventualmente cambios de gobierno.
A esto, agreguemos otras tendencias que inciden en la coyuntura: estamos en una época de fuertes cambios demográficos, también la transición hacia una economía más verde que guste o no hay que incorporarla, con sus costos. Además, la revolución de la inteligencia artificial nos llevaría a un cambio permanente al alza de la productividad de la economía mundial. Son temas que, a lo sumo en dos o tres años, de concretarse, irán configurando una realidad distinta a nivel global.
—El FMI puso el ojo también en el crecimiento explosivo del endeudamiento a nivel global…
—Es que, hasta hace dos o tres años, el stock de deuda era básicamente irrelevante, porque las tasas de interés estaban cero. Ahora en Estados Unidos las tasas están al 5,5%, en Europa por arriba del 4%, incluso Japón, que hace 15 años que está con tasas negativas, está dando señales de que puede llegar a subirlas. Es un problema latente y muy relevante.
En Estados Unidos, por ejemplo, en el primer semestre del año fiscal, del primero de octubre del 2023 al 31 de marzo del 2024, los pagos de intereses sobre la deuda pública crecieron un 36% año a año. O sea, se pagaron 552 mil millones de dólares solamente de intereses. La tasa de interés promedio sobre la deuda pública de Estados Unidos a fin de marzo de este año era algo así como 3,32%, 65 puntos básicos por encima del valor de hace un año. Y eso ocurre en un contexto donde la situación fiscal de Estados Unidos está generando un déficit extraordinariamente alto. Claramente la dinámica fiscal de Estados Unidos está en un sendero insostenible.
Mientras tanto, en Europa pesa mucho lo que pueda ocurrir en las elecciones de Estados Unidos. Porque si gana Trump, la expectativa es que acentuaría el aislacionismo de Estados Unidos y en particular eso a Europa, en el medio de la situación de guerra que está viviendo con Ucrania, le puede llegar a costar bastante. Por otro lado, está China, con severos problemas internos y una crisis muy relevante en el sector inmobiliario.
—¿Qué espera de la crítica situación argentina?
—No sabemos qué va a pasar, si Milei va a tener éxito o no en encauzar la situación, si se va a mantener o no esta recuperación de los precios en dólares en Argentina, que ha reducido bastante el diferencial de precios que tanto nos perjudicó hasta fines del año pasado. Pero sobre todo, no sabemos cuándo Argentina va a empezar a volver a crecer.
Hasta el momento, da la impresión de que la sociedad está tolerando el ajuste y sobrellevando la forma en que está siendo implementado, en una combinación de motosierra, licuadora y freezer. De todos modos, este estado de cosas son para, digamos, un semestre. No se puede seguir permanentemente así. Veamos qué pasa con la ley Bases y el paquete fiscal que ha enviado al Congreso, así como el convocado Pacto de Mayo. Esperemos que ello le permita un mayor sustento institucional al ajuste. Si es así, creo que efectivamente en el segundo semestre la economía argentina puede comenzar a retomar un sendero de crecimiento. Por ahora, la actividad económica está en caída libre y en ese escenario, la inflación está bajando. Hay que ver si baja lo suficientemente rápido como para evitar una nueva devaluación, porque con inflación al 6, 8 o 9% y devaluación al 2%, como está ahora, mucho tiempo más no se puede seguir. El otro tema es qué tan rápido puede salir del cepo y de las restricciones cambiarias, porque la economía no va a crecer si no se normalizan las importaciones y la gente puede volver a disponer libremente de divisas para las operativas normales.
—¿Qué podemos esperar en Uruguay como consecuencia de este momento de Argentina?
—Por este año, lo positivo ya lo estamos viendo: han bajado muchísimo las excursiones de compra hacia el país vecino. Ese es el único efecto positivo que podemos esperar. Si todo sale muy bien, yo creo que en la próxima temporada turística eventualmente podríamos comenzar a ver un retorno de la clase media argentina y que empiece a traccionar nuevamente ese canal, que siempre ha sido el más relevante, junto con las exportaciones.
Son bienvenidas las inversiones de argentinos en Uruguay, son bienvenidos los argentinos que vienen a residir a Uruguay, pero eso no mueve sustancialmente la aguja; para Uruguay lo más importante no es una Argentina en crisis que expulse a algunos millonarios argentinos o a algunas decenas de miles de argentinos para que vengan a vivir a Uruguay, sino una Argentina próspera, que nos compre y que venga a hacer turismo.
—¿Coincide con los pronósticos de crecimiento cercano al 4% para la economía uruguaya?
—Este año vamos a tener un rebote relacionado con las cosas negativas que nos afectaron en el 2023 como la sequía y la parada de la refinería; además, este año tenemos funcionando la segunda planta de UPM, así como una menor pérdida de gasto hacia Argentina. Todo eso va a ayudar y andaremos entre 3,5 y 4% de crecimiento. Pero en definitiva, cuando juntemos los dos años, lamentablemente estaremos en el 2% anual que ha sido el crecimiento promedio en los últimos 10 años, lo que claramente no alcanza para solucionar los problemas estructurales y para dar a los uruguayos la calidad de vida que pretenden.
—¿Hay alguna señal en ese sentido en el inicio de la campaña electoral?
—Es muy prematuro aún. No he visto nada muy concreto o sustancial; de hecho lo único relevante a largo plazo, sería negativo, que es el plebiscito que se está impulsando para reformar a la seguridad social. Si se aprobara, sería como pegarse un cañonazo en el pie.
En términos generales, lo poco que se ha visto de la campaña, en las declaraciones públicas de los precandidatos de los distintos partidos, no lleva a pensar en la posibilidad de cambios muy relevantes. Como ha sucedido en los últimos periodos electorales, pasamos por un conjunto de lugares comunes y titulares que son obvios y que venimos discutiendo desde hace muchos años y décadas pero en lo concreto es muy difícil avanzar de esa forma.
—Previamente sostuvo que la suba del dólar fue reflejo de la coyuntura internacional. ¿Qué podemos esperar para los próximos meses?
—Cien por ciento fue así. Lamentablemente, los problemas cuando el tipo de cambio está muy bajo son un tema recurrente. Hay temas estructurales que nos llevan a ser caros, por un tamaño de mercado, pero hay otros a los que nadie le quiere hincar el diente, problemas de competencia y regulaciones, entre otros. Pero además, mientras haya déficit fiscal y mientras una parte más o menos importante de ese déficit se financie con endeudamiento externo, vamos a tener una presión permanente para que el tipo de cambio se aprecie. Los problemas que tanto preocupan a los exportadores, nunca se van a solucionar desde el punto de vista interno, lo va a solucionar eventualmente un cambio de las condiciones externas, como ha pasado históricamente.
—¿Tenía algo más para hacer el Banco Central?
—Creo que hubiera podido comenzar a bajar la tasa de interés más rápidamente y evitar, sobre todo el año pasado, una caída del tipo de cambio tan significativa. Ahora, el central quería lo que consiguió, que es que la inflación entrara en el rango meta. Vamos a ver cuánto dura dentro de ese rango si empiezan a cambiar las condiciones regionales e internacionales y llevan a ajustar el tipo de cambio. Los mismos cálculos del Banco Central muestran que estamos un 15, 20% atrasado con respecto al tipo de cambio de fundamento.
—¿Este año tendrá el comportamiento clásico de los años electorales?
—Lo más probable que sí. El Fondo Monetario ha calculado en aproximadamente un 0,4% del PIB el deterioro fiscal que en promedio se da en los años electorales. Tratándose de un año excepcional en esa materia, el organismo pidió a los distintos países en todo el mundo que trataran de mitigar ese deterioro fiscal, lo cual yo creo que va a ser muy difícil. Evidentemente, pensar en una mejora fiscal en 2024 en Uruguay aparece como algo muy poco previsible.
—¿Cómo va a afectar a Uruguay la evolución de los precios a nivel internacional?
—Ha habido problemas importantes a nivel de precios de los commodities agrícolas y agropecuarios luego de aquella euforia por la guerra en Ucrania. De hecho, el precio de exportación promedio de la tonelada de carne de Uruguay ha caído cerca de mil dólares en el último año. La soja, que llegó a valer 600 dólares la tonelada, bajo hasta los 400 aunque ahora creció algo; salvo el arroz que está con precios muy buenos, y la celulosa que estos últimos meses también ha mostrado una suba, el resto de los productos agrícolas no parecen tener una perspectiva de precios muy alentadora, salvo algún cambio climático que lleve a que las cosechas en Estados Unidos, Australia o Brasil sufran mucho. Hay una gran oferta, sobre todo de Brasil y la demanda China está siendo menor.