OPINIÓN
Que los datos son el petróleo del siglo XXI es una frase hecha que refleja una situación que estamos viviendo, por el desarrollo exponencial de las tecnologías de la información y la comunicación.
Aun siendo adecuada la comparación, cuando extraemos un barril de petróleo ya sabemos lo que hay y cómo obtener lo que queremos. Y esto con los datos no es así. No hay sector económico que no esté interesado por el big data, Pero hay que reconocer que son más los que se encuentran en fases de programación y desarrollo que los que están en implementación y aplicación. Además, la Inteligencia de Negocio se encuentra todavía en fase de maduración a nivel global, según revela un estudioGartner. Por sectores, los de Banca y Seguros han sido pioneros, pero Retail, Salud, Manufactura y Servicios se han incorporado con fuerza.
El fenómeno en Iberoamérica es también imparable. Brasil, México y Argentina son países destacados, pero Chile y Colombia se han incorporado y las inversiones en infraestructuras se mantienen.
Pero el modelo de negocio debe basarse en un marco legal y de política económica que sea claro.
En el año 2015 la Unión Europea lanza su programa para un Mercado Único Digital e inició el camino con la comunicación de 2017 “La construcción de una economía de los datos europea” en la que fija la política de la Unión en este campo.
Tras ello, otros documentos o normas van estableciendo los elementos necesarios: El paso de la Public Sector Information Directive (PSI) a la Open Data Directive (ODD), así como la recomendación 2018/790 sobre “Acceso y preservacion de información científica”, la creación del European Open Science Cloud (EOSC) y el Reglamento de 2018 sobre marco para la libre circulación de datos no personales son algunos ejemplos.
Y solo hace unas semanas, la Comisión ha presentado un libro blanco sobre inteligencia artificial y una comunicación sobre estrategia europea de los datos. En ellos se apuntan diferentes iniciativas regulatorias, basadas en tres pilares: la legislación de protección de datos, la de protección de los consumidores y la de competencia. Se anuncia para 2021 una “ley de datos” que revise y acomode el marco legal europeo. También una revisión del marco legal de las Bases de Datos y del Secreto Empresarial.
El modelo es por tanto compartir. Europa no tiene las GAFA (Google, Apple, Facebook y Amazon) que manejan cantidades ingentes de datos, pero si grandes empresas industriales y de servicios, que usan y necesitan esos datos para continuar con el desarrollo de la industria 4.0. Y también red de empresas pequeñas y sobre todo medianas, con gran capacidad de desarrollo tecnológico.
En la misma línea, el proyecto GAIA X de la Union Europea, ha creado una plataforma en la que muchos proveedores podrán ofrecer servicios de computación en la nube, siempre que cumplan los estándares europeos de calidad. Empresas como Siemens, SAP, Atos, Bosch y Orange forman parte de esta iniciativa, que podría ser una inspiración para la región Latinoamérica, pues en este aspecto se encuentra en la misma situación tecnológica que Europa.
Un segundo problema que afrontamos es el de los datos personales. Partimos de un marco garantista establecido por el Reglamento General de Protección de Datos de la UE (RGPD), que establece limitaciones para el uso de los datos. Sin embargo, frente a otras áreas del mundo con normas mucho más laxas (China) o desestructuradas (Estados Unidos) el modelo europeo se ha consolidado y tiene una influencia cada vez mayor.
La Red Iberoamericana de Protección de Datos (RIPD) estableció un modelo latinoamericano en los llamados “Estándares de Protección de Datos de los Estados Iberoamericanos” basado en el europeo. Dicho modelo estaba basado en la antigua Directiva de 1995 pero el marco legal de muchos países va modificándose en la misma línea que el RGPD europeo.
Es cierto que existe un gran volumen de datos no personales, generados por maquinas o por la naturaleza (meteorología, composición de terrenos, etc.) que pueden ser usados sin estas limitaciones. Pero también los datos personales son necesarios, aunque de distinta manera según el propósito. Se necesitan garantías suficientes para su anonimización, pero también su uso agregado en la economía de los datos.
Y finalmente también hay datos producidos por máquinas y por los usuarios. Ya está surgiendo la cuestión con los vehículos totalmente monitorizados que pueden transmitir mucha información. ¿A quién pertenecen los datos, al fabricante del vehículo, al fabricante de la unidad cuyo comportamiento se está midiendo o incluso al propio conductor del vehículo? Del mismo modo, cuando hablamos de datos generados por los usuarios se producen también algunos debates sobre su titularidad.
El RGPD no establece un derecho de propiedad sobre los datos, pero se han planteado soluciones desde el derecho de los consumidores y la portabilidad de los datos. En cualquier caso, necesitamos resolver estos dilemas y encontrar el equilibrio, esta vez entre los intereses personales y los colectivos.
Y otro campo de estudio es el rol que juegan y van a jugar los derechos de propiedad intelectual. Concretamente las patentes y el secreto empresarial.
La Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) publicó en 2019 un informe sobre inteligencia artificial que nos habla de más de 130.000 patentes relacionadas en diferentes campos, no solo el industrial sino también el de servicios financieros (fintech, blockchain, etc.). Europa ha dado un paso importante con la publicación de la directiva de Secretos Empresariales de 2016, implementada ya en la legislación de todos los países miembros.
En conclusión, avanzamos hacia una economía de los datos europea que tiene un modelo claro y diferenciado del que existe en otras partes del mundo. Iberoamérica puede tomar aquellos elementos que se adapten mejor a sus necesidades y la aproximación al modelo europeo puede facilitar las relaciones económicas entre las dos áreas.
(*) Profesor del IE Law School. Abogado. Socio de Elzaburu SLP.