ENTREVISTA
Es necesario cambiar formas de concebir las cosas; cómo producimos, cómo construimos, cómo nos relacionamos con el medioambiente, cómo contratamos personal.
Dos iniciativas de Naciones Unidas que apunten específicamente al sector privado, se están poniendo en marcha. Una, la instalación de una red de empresas que, en el marco del Pacto global, acelere el proceso de las empresas locales hacia un perfil que tenga en cuenta la sostenibilidad, una exigencia creciente hoy a nivel global. La otra, la disponibilidad de fondos que incentiven a los privados aprovechar el cambio de matriz energética del país. Para Virginia Suárez, responsable de Alianzas con el Sector Privado y Financiación para el Desarrollo de ONU en Uruguay, ambos proyectos representan una definición del organismo sobre la necesidad de trabajar con el sector privado, además de os gobiernos y las organizaciones sociales. “Si no nos ponemos en sintonía todos los sectores, seguiremos atrasados —con los Objetivos de Desarrollo Sostenible—, tal como estamos ahora”, subrayó. A continuación, un resumen de la entrevista.
—¿Qué determinó el aterrizaje de Naciones Unidas en el sector privado?
—Desde Naciones Unidas pretendemos acercar al sector privado a la Agenda del Desarrollo de los Países. Claramente, los ODS nos plantearon una agenda de desarrollo que nos interpela a todos, a los gobiernos, la ciudadanía y también al sector privado. En su momento hubo una percepción de que lo relacionado con temas sociales y medioambientales, entre otros, eran asuntos de los gobiernos; hoy está claro que nos compete a todos. Y si no nos ponemos en sintonía generando espacios de colaboración conjunta, vamos a seguir atrasados con nuestras metas, tal como estamos ahora.
Ahora se trata de acelerar, y por eso buscamos acercar rápidamente al sector privado, convencidos de que es necesario cambiar formas de concebir las cosas; cómo producimos, cómo construimos, cómo nos relacionamos con el medioambiente. El sentido de urgencia que le ponemos a esta acción es un aspecto fundamental.
—¿Y de qué forma se da esa aproximación en la práctica?
—Hay un marco de cooperación, quinquenal, donde desde el sistema de Naciones Unidas, junto con los gobiernos, determinamos las acciones en pos del desarrollo y la conquista de la agenda de cada país. Allí surgen las bases de este trabajo y hay un llamado claro al sector privado.
Hasta ahora, el sector privado participaba, pero en forma reactiva. Pretendemos que ahora sea proactivo y comparta el liderazgo de este proceso. En estas agendas, hay preguntas difíciles y respuestas incómodas, pero el sector privado debe asumir el compromiso.
—¿En qué se diferencia este rol que se le pretende asignar a los privados de lo que comúnmente conocemos como responsabilidad social?
—Las empresas vienen trabajando hace tiempo en responsabilidad social, destinando un porcentaje de su presupuesto a acciones con la comunidad. Pero ahora apostamos a otra cosa. Hablamos de sustentabilidad corporativa, cambiar modelos de negocio que realmente midan impacto. Que además del beneficio económico, tengan otros indicadores que midan un impacto real en su entorno. Esto lleva, indudablemente, a una redefinición del concepto de éxito.
Es un cambio de paradigma muy grande, que está pasando en el mundo, con fuertes procesos de transformación. Desde ese lugar, de trabajar con las empresas uruguayas para que asuman ese desafío, es que nos posicionamos. Es un camino sin retorno, hay que asumirlo.
—Mencionó antes que hay “preguntas difíciles que incomodan al sector corporativo”. ¿Cómo cuáles?
—Hasta ahora se planteaban preguntas vinculadas con indicadores económicos, como volumen de negocios, capacidad de endeudamiento, return on equity, entre otros. Hoy hay que hacerse otras preguntas. Por ejemplo, qué ciclo de vida tiene su producto, cuánto se gasta de agua y energía para producir, cuál es la huella de carbono de esa producción. Eso en cuanto medio ambiente, pero también hay cuestiones sociales: cómo cumple con la diversidad, de qué forma prepara las convocatorias para nuevos trabajadores, las escalas de salarios, la capacitación empresarial, los planes de carrera. Son preguntas que pueden incomodar a las empresas, pero hay que hacérselas.
—¿Y cómo se convierten esas preguntas en indicadores útiles?
—Estos indicadores van a ser muy importantes en la evaluación de las empresas, cada vez más. Y su utilidad no depende siquiera de la empresa. Se lo están pidiendo los clientes, los colaboradores, lo demanda la comunidad, los proveedores. Hoy por hoy, las fuerzas que están llevando a las empresas por este camino son muchas.
Es un tema de mercado, los inversores que hoy están definiendo dónde instalarse, tienen en cuenta esos criterios. Son los indicadores que funcionan en el mundo.
Y una coyuntura como la actual, con la emergencia sanitaria que pone en una situación límite a las empresas, invita a hacer la recuperación “desde otro lugar”. Ya que hay que revisar los modelos de negocio y las estructuras organizacionales, hagámoslo tomando en cuenta estos temas.
En este contexto, es que estamos en el proceso de relanzamiento de la Red de pacto global en Uruguay, una iniciativa que acelera los procesos de las empresas hacia la sostenibilidad.
—¿De qué forma operará el Pacto Global en las empresas uruguayas?
—Nuestro objetivo es reinstalar esta red, generando un espacio de anclaje de las empresas en las temáticas de sostenibilidad. Desde Naciones Unidas vamos a establecer la plataforma donde facilitar el acceso al sistema de ONU y sus herramientas; sumarnos a hablar también con el gobierno sobre políticas públicas y nuevas regulaciones, finanzas sostenibles, todos los temas en que el Estado pueda sumar también en acelerar el proceso de las empresas.
—¿Y de qué forma se involucran las empresas?
—Será una red de empresas, patrocinada por Naciones Unidas pero liderada por el sector privado. Queremos que participe también la academia, empresas públicas y privadas y organizaciones civiles, donde podamos definir la hoja de ruta todos juntos. En junio-julio lo vamos a estar lanzando.
—¿Cuáles son los caminos para financiar esos objetivos que se proponen cumplir?
—Dinero en el mundo hay, la cuestión es cómo lo canalizamos para estas agendas de desarrollo. Los fondos de cooperación que tradicionalmente se destinan a estos objetivos, ya no se reciben en un país calificado como de high income y son derivados a otros destinos. Por tanto, se hace necesario buscar otras alternativas. Apuntamos a lo que denominamos “iniciativas verticales” donde competimos con otros países con nuestras propuestas.
El año pasado presentamos propuestas. Una de ellas apunta a cómo generar un ecosistema para la movilización de recursos para el desarrollo. Se trata de identificar qué tenemos que hacer en el ecosistema del país para orientar los recursos hacia nuestros objetivos. Nos presentamos a esta iniciativa que brinda un millón de dólares y será destinado a los objetivos que hemos definido: en primer lugar, relevar qué pasa en el mercado que no está fluyendo el capital. Hemos trabajado en el tema y contamos con los insumos, luego de un trabajo de campo con otras organizaciones, que hoy nos permiten empezar con las acciones.
—¿Cuáles serán esas acciones?
—A partir de esta iniciativa queremos trabajar en cuatro líneas: la primera, hacer una gran capacitación sobre finanzas sostenibles. Lo segundo, generar espacios de diálogo entre empresas e inversores, públicos, privados y multilaterales. La tercera línea, apunta a generar información suficiente para medir cómo estamos y hacia dónde vamos. Hacen falta indicadores. Y la cuarta línea, necesitamos prototipos. Esto es, después de dos años es necesario salir con alguna inversión de impacto, responsable o sostenible en el país. Por primera vez, contamos con recursos a través de este proyecto para llevarlo a cabo. El rol de Naciones Unidas es articular a los diferentes actores a través de estos cuatro drivers, en un programa inter agencias, donde participan PNUD, Onudi y ONU Mujeres, entre otras.
—Uruguay fue uno de los 4 países seleccionados por ONU en otra iniciativa, que pone a disposición financiamiento privado internacional para proyectos considerados estratégicos. ¿Cuál será el destino de esos fondos que fueron asignados al país?
—En el caso de Uruguay, están vinculados con las energías renovables. El país ya transitó la primera etapa del cambio de matriz energética y lo hizo muy bien. Pero ahora queremos aprovecharla, descarbonizando industrias y sectores importantes del país, convirtiéndolo en un modelo más inclusivo del que tenemos hasta ahora.
Se trata de una participación pública, privada y concesional de fondos para un mismo propósito. Queremos financiar un pipeline de empresas y proyectos que apunten a la descarbonización de las industrias y los sectores: movilidad eléctrica, cambio de calderas en industrias, etc.
Lo interesante es que combinamos al capital privado con Naciones Unidas y UTE, en una participación colaborativa de la banca privada, desde donde ya hemos tenido mucha receptividad. El aporte de Naciones Unidas es muy importante porque ayuda a extender los plazos y mejorar las tasas de financiación, además de brindar la asistencia técnica a los proyectos.
Ese proceso también incluye una herramienta de impacto, que no solo mide el riesgo financiero, sino que participan expertos en energía, medio ambiente, género o diversidad.
Pero, además, estas capacidades quedarán en el país. Para que cualquier fideicomiso u otra estructura de financiación que se utilice en diferentes proyectos, cuenten con herramientas de impacto como las que estamos usando nosotros. No se trata de una “buena acción” y nada más, es una tendencia global. Si necesitamos captar capitales a nivel internacional para aun proyecto, nos vamos a encontrar con este tipo de requerimientos.
—¿Hay demanda para esos fondos?
—Hay mucho interés, pequeños, medianos y grandes. Y con ideas innovadores y muy variadas. Proyectos que tienen que ver con el uso de electricidad, hidrógeno, etc. Y como el proyecto prevé una asistencia técnica que también incluye ayudar a adecuar las propuestas, es muy estimulante para las empresas.