ISAAC ALFIE
Las campañas electorales suelen plantear ideas, temáticas y propuestas, acertadas o erradas, sobre las cuales se discute, ésta al menos hasta el momento, parece distinta. Carece de temas profundos, la discusión de políticas públicas es virtualmente inexistente y las propuestas concretas sobre distintos aspectos de base siguen el mismo camino. Ante ello, la vestimenta de un candidato, inapropiados adjetivos calificativos (de la misma persona), ataques personales, y algún que otro vituperio nos "van llevando". Es claro también que el candidato oficialista ha probado ser inmune a todo, "efecto teflón", como hace ya casi 5 años un connotado periodista lo caracterizara. Así un día expresa que su ideal son los bosquimanos, sin jefes y donde se trabaja 2 horas al día y al siguiente, con toda razón, dice que lo importante es la educación porque este mundo -afortunadamente agrego yo- remunera casi únicamente "el pienso". ¿Qué cosa podría resultar más contradictoria, que tener en mente una sociedad sin ninguna responsabilidad ni organización, que vive de la caza y de la pesca, con la educación que requiere entre 15 y 20 años de un esfuerzo diario de no menos de 8 horas, para llegar a tener ciertos conocimientos en alguna materia y con ello un empleo decoroso y razonablemente remunerado? ¿Cómo se compatibiliza el "descubrimiento" de Nueva Zelanda, casi dos décadas después de su resurgir, con la política aplicada por el gobierno que integra y donde toda su influencia personal y la de su grupo político, el más importante numéricamente hablando, fue exactamente en sentido inverso? ¿Acaso no se sabe que aquel país hizo fue una profunda reforma del Estado, eliminando por decenas de miles a funcionarios públicos, pasando a muchísimos de ellos a un régimen de desempeño y retribución en base a rendimiento en función de claros objetivos, definidos en contratos que si no se cumplen deben irse? ¿Se desconoce que se traspasó al dominio pleno del sector privado para su auto regulación y financiamiento un sinnúmero de "agencias", "institutos" y todo otro nombre políticamente correcto que se le quiera dar a la estéril generación de burocracia pública? Casualmente, en Uruguay en estos 5 años se hizo lo contrario. Los funcionarios públicos aumentaron luego de 10 años de caída continua (1995-2004). El ritmo de ingreso a la función pública fue sostenido sin altibajos, entre 5 y 5,2 nuevos compañeros de trabajo por hora hábil de labor en los primeros 46 meses de gestión, cualquiera sea el intervalo de ésta que se mida, según las cifras oficiales. Se crearon ministerios, agencias, organismos, programas, etc., en el sector agropecuario a muchos de los ya existentes se les alteró el estatuto para hacer que el gobierno tenga todo el control, bajo el argumento que es la única manera de poder hacer la política adecuada ya que manejan fondos públicos. Se multiplicaron los cargos de particular confianza, nació una nueva especie que podríamos llamar "cargos de confianza política personal", en los ministerios aparecieron nuevas direcciones. La expansión de la burocracia, los registros de todo, la regulación y el papeleo inútil han incrementado significativamente el costo para los privados, (léase aumento de impuestos). Todo lo contrario al "modelo neocelandés".
¿Cómo se puede expresar el deseo que las Empresas Públicas coticen en bolsa y de esa manera fomentar el ahorro de las personas y el fundamental desarrollo del mercado de capitales, cuando se actúa en el estricto sentido contrario al tener la posibilidad de generar oportunidades para ello con las dos "reformas" de seguridad social realizadas, y decidir en ambas penalizar el ahorro de las personas? Podría seguir hasta el infinito, pero quiero centrarme, ya a varios días de acontecido, en una declaración que me pareció de las más infelices que he escuchado, no por su expresión textual, donde seguramente hubieran otras y no del senador Mujica precisamente, sino por el fondo de la cuestión. Refiero al propósito esgrimido de la visita de la fórmula oficialista a Brasil, y al ser de ambas personas, los dichos se vuelven más graves aún.
EL FONDO. Dejando las anécdotas de lado, expresar que el objetivo del viaje a Brasil era pedir unas chapas y determinada maquinaria (fierros) parece, al menos, un desperdicio. La realidad es obvia, todas las visitas al exterior son, o bien a buscar votos (Argentina) o para presentarse como que se tiene "llegada" con personas "importantes" de manera que, quien lo hace, está en condiciones de gobernar un país que tiene imprescindible necesidad de ello. No está mal, es legítimo y hasta lógico cuando la población pueda dudar de ello. Sucede que en esta ocasión no parece ser el caso, sea por dónde se los recibió, el cambio de día de la agenda una vez en el país (plantón que le dicen), la nula aparición en la prensa brasileña y la intrascendencia de la agenda en sí misma. Pero volvamos al inicio. La afirmación del propósito del viaje me resulta "interesante" como reveladora de una forma de pensar en cómo se mejora el nivel de vida de nuestra población, a la vez que veo con preocupación la falta de respuesta clara de todo el espectro político, con algunas excepciones de comentarios laterales, casi hechos al pasar, sin ir, desde mi punto de vista, al corazón de la cuestión.
La "ocurrencia" trasunta la misma concepción que los perimidos e inoperantes planes asistenciales populistas que impulsó la actual Administración. En los hechos se trata de ayudar a preservar el statu quo, yendo contra toda la civilización occidental que, afortunadamente, derrocó al sistema feudal hace muchos siglos, la política más conservadora que se pueda desarrollar, eso sí, vestida de lenguaje bonito y discursos demagógicos. Si ese es el planteo mucho se parece a lo que se hizo desde la cancillería, previo desembarco del Dr. Gonzalo Fernández, ponernos bajo el ala de Brasil, esperando sus indicaciones y la remuneración (limosnas y migajas) correspondiente por hacerles caso. Rememoro el tristísimo episodio donde el ministro Gargano hizo venir al Canciller Amorim a explicarnos por qué no podíamos hacer nada con Estados Unidos, cuando Brasil tiene un TLC con la zona franca de Manaos y ésta con todo el mundo. Esta manera de concebir las cosas nos lleva a la ineludible conclusión que estamos haciendo gestiones para seguir siendo pobres y dependientes, algo así como un plan de emergencia globalizado, o mejor dicho regionalizado, donde los "beneficiarios" seríamos nosotros. Así como en las personas, esta manera de conducir las cosas lleva a la dependencia de individuos desvalidos de los políticos de turno que se presentan como benefactores, a los países los lleva irremediablemente al sometimiento, en este caso al imperio del cual nos declaramos independientes hace ya 184 años, o ¿nos olvidamos de la declaratoria? En ambos casos se atenta contra la dignidad que el trabajo propio conlleva, que es la razón de existir de los seres humanos.
CONCEPTOS IMPLÍCITOS. Peor aún al hecho en sí mismo, son los conceptos que están detrás. La fórmula oficialista piensa que nada podemos hacer por nosotros mismos para mejorar, que nos deben ayudar para vivir pobremente, que somos dependientes de otros. Nada más alejado de la realidad. En el mundo hay demasiados países mucho más chicos que nosotros que han demostrado lo contrario. Ahora que estamos de descubrimientos valdría la pena recordar la historia reciente de Finlandia cuando a principios de los noventa tuvo que sobrellevar una crisis espantosa, como todos los países nórdicos que dependían de la URSS, con masivas quiebras de bancos incluidas. En poco tiempo no sólo salió, sino que se convirtió en líder mundial en sectores importantes, entre ellos la calidad de la enseñanza medida por las pruebas internacionales.
En lugar de chapas precisamos que no se frenen los camiones en la frontera, que podamos establecer relaciones comerciales con otros países en condiciones de libertad, de manera que con el fruto de nuestro trabajo, ahorro y creatividad, seamos capaces no de remendar techos que se llueven sino de construir casas dignas, con bases fuertes, como enseña la historia de nuestro país de inmigración. He aquí la importancia de las políticas públicas que "desaten" estas cualidades de los seres humanos, que no son otra cosa que la educación en el deseo del progreso por el esfuerzo propio, la única que construye sociedades prósperas.
Todo hace suponer que el senador Mujica tiene la citada idea muy arraigada ya que, al planteársele un debate con sus contendores hacia la Presidencia, en una de sus idas y vueltas, dijo que sí pero para ello había que pagar y el "premio" se lo llevaría el que ponga más Pórtland y arena para hacer alguna vivienda. Su populismo parece no tener barreras. Envilecer el debate con sus adversarios políticos y ponerlo a la altura de un circo, donde hay un remate por el espectáculo, no es un hecho risueño, ni una ocurrencia a festejar, me resulta patético. A quienes elegimos para guiar los destinos de la Nación deben pensar en políticas que mejoren el bienestar a largo plazo. Para pan y circo, chascarrillos de mal gusto y actitudes "simpáticas" ya tuvimos suficientes ejemplos con los Menem, Kirchner, Evo Morales y Chávez.
Los debates son acontecimientos importantes en las sociedades civilizadas, donde la democracia y la república se respetan. Si la preocupación es el "negocio" de la televisación, pues bien, que se emita en el Canal 5 sin tandas.
Por esto me llamó la atención que la respuesta no fuera un clamor nacional y en voz bien alta y clara, no queremos limosna, déjennos desarrollarnos, dejen que comerciemos libremente nuestra producción, que el fruto de nuestro esfuerzo nos permita construirnos viviendas dignas o lo que queramos, que nuestros productores dispongan de buena maquinaria y no de fierros viejos, o mejor dicho con notorio atraso tecnológico como los que aún produce Brasil. Un poco más de respeto, al menos por nuestro sentido común.