El nuevo gobierno de Brasil no va a acompañar la agenda aperturista de Uruguay

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Sandra Polonia Ríos - Economista, directora del Cindes (Centro de Estudios de Integración y Desarrollo) de Brasil.

ENTREVISTA

En la transición, el equipo del PT ha planteado la intención de revisar algunas medidas de apertura comercial impulsadas durante la presidencia de Jair Bolsonaro.

Este lunes comienza una nueva Cumbre del Mercosur en Montevideo, precedida por las advertencias de los gobiernos de Argentina, Paraguay y Brasil ante las intenciones de Uruguay de avanzar en acuerdos comerciales con terceros países o bloques. Para la economistaSandra Polonia Ríos, directora del Cindes (Centro de Estudios de Integración y Desarrollo) la postura de Brasil de rechazar, junto a los otros socios, la adhesión de Uruguay al CPTPP “no proviene de Bolsonaro ni de Lula, sino de Itamaraty”, reflejando una posición de la diplomacia brasileña que inclusive “trabó los intentos de mayor apertura impulsados por el ministro de Economía, Paulo Guedes”. Advirtió además que en el gobierno que asume en enero, “habrá mayor convergencia” entre Economía y Relaciones Exteriores. La experta en integración estima que el gobierno de Lula apuntará a fortalecer los vínculos regionales, “en especial el Mercosur”, pero difícilmente acompañe o lidere procesos que liberen el comercio con países como China u otros asiáticos. A continuación, un resumen de la entrevista.

—¿La presencia de Brasil en la cumbre del Mercosur, teniendo en cuenta que hay cambio de gobierno en menos de un mes, será casi testimonial?

—Me parece que no hay que esperar casi nada de esta cumbre de Montevideo. Brasil va a estar presente, pero sin ninguna autoridad como para asumir compromisos. No debemos generarnos expectativas en esta instancia, aunque haya asuntos importantes en estos momentos, especialmente para Uruguay, en la agenda del bloque.
Hay un grupo de transición trabajando en los temas de política externa para el próximo gobierno en Brasil, pero poco se sabe acerca de las estrategias a desarrollar. No han presentado reportes sobre las principales acciones a seguir y, aunque se conozca cómo piensa el presidente electo Lula da Silva y su entorno sobre estos temas, hay escasas pistas para el gobierno que se inicia el primero de enero.

—¿Aún no se conoce quién será el futuro ministro de Relaciones Exteriores?

—No hay nada oficial aún. No estaba tampoco en el programa de gobierno del PT (Partido de los Trabajadores) para las pasadas elecciones. La propuesta de política externa incluida allí era muy genérica. Lo que sí hay son declaraciones, entrevistas, artículos, de gente como el ex canciller Celso Amorim, que tiene un rol importante en esta etapa, junto con otras figuras de partidos aliados al PT, como es el caso del también ex canciller Aloysio Nunes del PSDB (Partido de la Social Democracia Brasileña), que tiene una visión bastante distinta a Amorim. Habrá que ver qué corriente es la de mayor peso en la cartera de Exteriores, pero creo que va a prevalecer la visión tradicional del PT y que el ministro designado será alguien muy cercano a Celso Amorim, figura de absoluta confianza del presidente electo.

—¿Qué significan esas posibles definiciones para el Mercosur?

—Pienso en una posición semejante a la que adoptó Lula de Silva en sus dos mandatos anteriores; una postura que apunta a fortalecer el Mercosur e insistir en la unión aduanera; no creo que vengan con propuestas de apertura, de reducción de arancel externo o habilitación a que otros socios puedan tener una vía bilateral para hacer acuerdos. Seguramente será una estrategia de integración activa, no tan pasiva como el período de Dilma Rousseff; una mirada regional, pero con un perfil más político y social que el que tuvo el gobierno que se va. Además, el tema medioambiental estará en el centro de la política, sin dudas. Un aspecto que va a cortar transversalmente todas las agendas de negociación.
Se está hablando de reactivar algunas instituciones vinculadas con esos temas, como es el caso del OCTCA (Organización del Tratado de Cooperación Amazónica) que integran los ocho países amazónicos, para tratar allí los temas de preservación de la floresta. Va a ser un asunto prioritario para el próximo gobierno toda la cuestión ambiental.

—¿Brasil adoptará una postura de liderazgo en la región?

—Lula se paró en sus anteriores gobiernos con una actitud de aceptar las dificultades que pudieran plantearse entre los países de la región y buscar la manera de sortearlas, para avanzar con una agenda que tuviera el mayor respaldo posible. Desde esa posición, Lula puede tomar posiciones de liderazgo, quizás.

—¿Qué puede pasar con el Mercosur a partir de la postura de Uruguay de avanzar unilateralmente en un TLC con China y con el Transpacífico?

—No va a encontrar terreno allanado Uruguay en estos temas. Creo que se va a profundizar esa postura que dejaron traslucir Brasil, Argentina y Paraguay en el comunicado de la pasada semana.
El momento más delicado fue cuando Uruguay anunció que comenzaba las negociaciones para un Tratado de Libre Comercio con China. La idea de un país socio del Mercosur de tener un acuerdo de libre comercio con China no es aceptable en Brasil, casi que por nadie. Las consideraciones con respecto a otros países del Pacífico, como los que integran el CPTPP son similares. No creo que haya ningún apoyo de Brasil a un movimiento como ese.

—¿Es tan general esa mirada de rechazo para lo que se plantea Uruguay?

—No es general, pero es la visión dominante. En algunos sectores de la academia, y en el agro, podemos observar posiciones más aperturistas y que entienden que Uruguay busque acuerdos con terceros y entienden que es bueno. Pero en la mayoría de los ámbitos, hay una postura diferente. Pensemos en los industriales. No quieren dar ninguna posibilidad de mayor apertura con China.

—La decisión de participar de una declaración conjunta con Argentina y Paraguay en claro rechazo hacia las intenciones de Uruguay, ¿es una posición del actual gobierno o está influenciada por el próximo?

—Creo que ni uno ni otro. Es una postura de Itamaraty (Ministerio de Relaciones Exteriores), que trasciende los gobiernos. Durante el gobierno de Bolsonaro vimos una división entre la diplomacia y la Secretaría de Comercio Exterior del ministerio de Economía de Paulo Guedes, que no solo no se oponía a la estrategia uruguaya, sino que la apoyaba. Pero al final del día, prevaleció la posición de Itamaraty.
La difusión pública en las últimas horas desde Economía, advirtiendo que en esa nota conjunta con Argentina y Paraguay ese ministerio no participó y fue decisión de Itamaraty, es una muestra más de ello.
No tengo dudas que en el gobierno de Lula habrá más convergencia entre Relaciones Exteriores y Economía.

—¿La postura de que buscar unilateralmente socios fuera del Mercosur es incompatible con el bloque, estará en el discurso del nuevo gobierno?

—Factiblemente. Estimo que se va a poner mucha presión sobre Uruguay para que elija un camino u otro, entre el Mercosur o las relaciones más estrechas con terceros países. Y en esa línea va a estar Brasil. No la tendrá fácil Uruguay.

—¿Cómo califica la gestión del gobierno de Bolsonaro en temas de comercio exterior?

—Diría que se hicieron muchas cosas, algunas de ellas no tan visibles, porque son parte de agendas micro, por ejemplo en materia de regulaciones. Es el caso de muchas exigencias de licencias de importación que se eliminaron, procesos que se simplificaron, mejores procedimientos en materia de investigación antidumping. También las dos rondas de reducción del Arancel Externo Común que hablábamos antes, aunque buscaban una baja mayor. En condiciones de comercio, se avanzó, en aranceles, también, en apertura y acuerdos, no. Tampoco en temas de Mercosur. Faltó apoyo político para eso.
Durante el gobierno que termina, había un interés de reducir el arancel externo común. Se terminaron aplicando dos reducciones, una acordada con Argentina y la última decisión en forma unilateral. Una clara medida aperturista. En ese contexto, yo esperaba, en ese contexto, que el gobierno brasileño tuviera una postura más favorable hacia las intenciones de Uruguay, pero eso finalmente no pasó. Y fue así porque en Itamaraty prevalece una mirada integracionista, con el objetivo de mantener el Mercosur y que las negociaciones sean en bloque.

—¿Algunas de esas decisiones tomadas en la administración saliente pueden revertirse con el nuevo gobierno?

—Es probable. En los últimos días trascendió que en el grupo de transición que trata los temas de comercio van a proponer una revisión de algunas medidas aperturistas dispuestas durante el gobierno de Bolsonaro. No sé luego si tendrán éxito, pero se presentarán al próximo equipo de gobierno como recomendación. Se habla de revocar la última baja de 10% del Arancel Externo Común.

—¿Qué puede esperarse para el Mercosur, en ese contexto?

—Primero que nada, que es muy difícil que se pueda adoptar una agenda de comercio más liberal que la actual, más integracionista al mundo. No soy optimista.

—En la agenda del bloque está el acuerdo con la Unión Europea; ¿puede haber un compromiso mayor de Brasil?

—El nuevo gobierno va a darle un nuevo impulso esas negociaciones, pero Lula ha dicho que será necesario renegociar algunas cláusulas del acuerdo, y ello puede llevar a que los plazos se extiendan aún más.
Han sido comentarios muy genéricos, como la necesidad de que el acuerdo contribuya con el desarrollo industrial de los países y que habría que tener especial cuidado en temas de propiedad intelectual. Por otra parte, está la cuestión ambiental. En ese frente los compromisos de Lula son diferentes a la actitud que asumió Bolsonaro. De todos modos, no estoy segura de que se acepte una side letter muy detallada, que genere muchos compromisos adicionales, porque ahí entran a tallar temas de soberanía nacional.

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