ENTREVISTA
En cinco años, el 80% de los datos que hoy se almacenan en la nube, van a poder estar, en forma descentralizada, dentro de los propios equipos.
El mundo digital es demasiado trascendente como para ignorar que está presente en la puja geopolítica de la actualidad. Ha sido el tema de fondo en la guerra comercial de Estados Unidos y China, y es un primer objetivo de negociación para Europa. Para Andrea Renda (*), Responsable de Gobernanza Global, Regulación, Innovación y Economía del (CEPS), think tank europeo con sede en Bruselas, la obsesión de Estados Unidos con China es tal que enlentece cualquier proceso de acuerdos y estrategias de asociación que posibiliten un marco más adecuado para la regulación y gobernanza en materia tecnológica. Remarcó que “no es sostenible” continuar con un mercado dominado por cuatro gigantes de las redes y aventuró que en un lustro comenzará a producirse un cambio de paradigma en materia de inteligencia artificial, a partir de la descentralización de datos e información que hoy están en la nube. A su vez, Renda dice que la pandemia ha dejado en evidencia muchas dificultades para el uso de la inteligencia artificial. A continuación, un resumen de la entrevista.
—En un contexto de profundas diferencias estratégicas entre gobiernos y con una alta concentración de poder de las corporaciones en el mundo digital, ¿qué podemos esperar sobre la posibilidad de regulaciones y una nueva gobernanza?
—Va a ser difícil. La administración Trump, con su oposición a cualquier forma de multilateralismo y también de llevar adelante un diálogo estructurado y razonable sobre gobernanza de tecnología, no a dejado margen para ningún avance. Y no estoy tan seguro que esto vaya a cambiar pronto con la administración Biden. La obsesión de EE.UU. en su rivalidad con China es muy fuerte y no permite mirar más allá. Si uno pregunta a los referentes en la materia de Estados Unidos, cuál es la prioridad de su país en inteligencia artificial, la respuesta es una sola: China. En Europa hablamos de datos confiables, protección de los derechos fundamentales, etc. Ellos solo dicen China. Japón ha hecho una propuesta para la circulación de datos confiables entre los países del G20, la OECD también ha lanzado una iniciativa en ese sentido, pero mucho va a depender de la administración Biden y sus prioridades. La necesidad de trazar aspectos regulatorios comunes, la evaluación de la inteligencia artificial y sus avances en consonancia con normas éticas, son temas pendientes.
Y América Latina debe jugar un rol en todo esto. Europa debe trabajar para buscar puntos de acuerdo y poder crear un bloque con Latinoamérica y por qué no con África, sentando las bases de un acuerdo mayor.
—Detrás de la guerra comercial lanzada por Trump estuvo siempre la puja por los avances tecnológicos, en concreto el posicionamiento de cada bloque o país en torno al desarrollo de la tecnología 5G. A pocos días de finalizar el gobierno de Trump, ¿qué cambió en ese escenario?
—Estados Unidos todavía tiene una desventaja enorme en la tecnología 5G. Su primera reacción fue rechazar el problema, poniendo restricciones a Huawei y sancionando a cualquier empresa en el mundo que tomara en cuenta la tecnología de la compañía china. Algo sin precedentes y sin evidencia alguna en sus acusaciones. Pura geopolítica. Y eso tiene costos enormes para todos. Hace unas semanas, las empresas de telecomunicaciones alemanas le advirtieron a su gobierno que desarrollar el 5G excluyendo a Huawei le costará al país 50 mil millones de euros más de lo previsto. Nadie quiere acompañar esa guerra de Estados Unidos.
—¿Cuál puede ser la salida de este punto muerto?
—Estados Unidos, además de su confrontación con China, tiene un miedo muy grande de que Unión Europea pueda regular de manera muy agresiva a las plataformas de Internet. Al mismo tiempo, existe temor de que Europa decida introducir una tasa digital. Además, Estados Unidos tiene un mercado de 5G al que le falta tecnología. Por tanto, lo que veo es un acuerdo tácito, no público, para que Estados Unidos abra su mercado de 5G para Nokia y Ericsson en colaboración con sus compañías locales, y en cambio no haya una regulación tan fuerte de las plataformas de la nube y se deje entrar al universo de datos de la tecnología digital de Europa a las empresas estadounidenses. Puede ser esa una solución eficiente y la única vía para que Estados Unidos pueda enfrentarse con el enorme avance de China en el mundo. Sin aliados, EE.UU. no lo va a lograr.
—¿Es sostenible un mercado como el actual, con pocos jugadores y un enorme poder en el mundo de las plataformas?
—No. La digitalización de la economía ha llevado a una acumulación de poder en manos de los gigantes de las redes y eso no es sostenible. Hay una gran concentración de mercado y ahora es el momento de rebalancear todo. Europa tiene eso como objetivo y puede ser una gran oportunidad para crear competencia y nuevos poderes en un sector digital que es demasiado concentrado en pocas manos, Amazon, IBM, Microsoft y Google.
—¿Y de qué forma se dará ese cambio?
—En un horizonte de cinco años vamos a ver cambios muy fuertes por el propio desarrollo de la tecnología. En ese horizonte, tendremos el 80% de los datos que hoy circulan en la nube, dentro de las maquinarias y equipos. La capacidad de almacenaje y procesamiento de un celular le permitirá depender menos de esa información acumulada y almacenada centralizadamente. ¡No lo vamos a compartir más con la nube! Y desde 2025 a 2030 vamos a ver un cambio radical. Hoy podemos decir que el manejo de datos e información se hace en base a sistema nervioso central que acumula y distribuye toda la información desde las plataformas; pero se va desarrollando un sistema nervioso periférico que va a permitir descentralizar la inteligencia artificial. También desarrollaremos más músculo y esqueleto: la capacidad de actuar y de tomar decisiones también será descentralizada, así como la posibilidad de las comunidades de controlar y tomar decisiones a otra escala sobre esta materia, sin depender tanto de ese sistema nervioso central, será un hecho. Es un profundo cambio de paradigma que llegará en pocos años.
Vamos a cambiar la manera de organizar nuestra sociedad, en base a estas grandes transformaciones. De alguna manera, el COVID nos enseñó eso: las cadenas globales de valor han quedado expuestas, advirtiendo del riesgo de depender en exceso de China, Turquía o India. Tenemos que pensar en cadenas cortas, en economías de la comunidad, en cuestiones como la geografía que hasta hace pocos años era considerada una variable obsoleta, cobra valor.
—La velocidad de los cambios hacen difícil pensar en un rápido reacomodo del mundo laboral. ¿De qué forma puede acompañarse ese proceso desde las instituciones y/o gobiernos?
—Es un gran problema, sí. El debate público hasta ahora ha sido muy influenciado por las empresas tecnológicas. El mensaje siempre ha sido que hay oportunidades muy grandes para el trabajador en un nuevo mundo laboral, pero no es tan sencillo. La disyuntiva es si realmente la automatización debe hacerse siempre pensando en costos o, con otra responsabilidad, pensar en la relación hombre-máquina y sus competencias complementarias. Hoy la pandemia ha puesto enorme presión, muchos gobiernos tendrán enormes deudas y necesitarán reducir costos y tendrán grandes incentivos a automatizar y ello va de la mano con una reducción del empleo. Eso no es sostenible, generará problemas sociales e impondrá la necesidad de transferir recursos a aquellos que estén excluidos del mundo laboral. Por tanto, nuevos costos. Hay que pensar en un proceso de desarrollo sostenible. Y usar la inteligencia artificial no solamente para bajar rápidamente costos, sino para cumplir con el objetivo número 8 de los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) de la ONU: cómo generar empleo decente para todos. Cómo manejar la transición dependerá de los enfoques que den los gobiernos. Hay “inteligencia artificial chatarra” que solo permite bajar costos, pero nada más. Hay otras opciones, con resultados más positivos para la comunidad. Tecnología como medio, no como fin.—Y aprovechando su potencial, ¿de qué forma está trabajando Europa en base a inteligencia artificial para hacer frente a la pandemia de COVID-19?
—Europa ha usado muy poco la inteligencia artificial para trabajar en torno al COVID. Algunas cosas se han hecho en materia preventiva o para detectar tendencias, pero todo eso se hizo con datos de muy baja calidad y con escasa capacidad de compartir datos a nivel pan europeo.
Estoy liderando en estos momentos el mayor proyecto sobre impacto socio económico, comportamental, de salud mental y de infraestructuras de salud respecto al COVID que se lleva a cabo en Europa. El proyecto se llama Periscope, fue lanzado el 1º de noviembre y en él trabajamos con todas las agencias europeas procurando controlar el contagio y un mejor manejo de la evolución de la pandemia. Son muy esperados os resultados de ese trabajo, porque Europa no tiene datos de calidad sobre esta pandemia y en algunos casos, son muy parciales. No sabemos si las muestras que existen son realmente representativas, si toman en cuenta a los migrantes, la disparidad de género, realmente presentan un riesgo muy grande discriminación. Todo esto en momentos en que tenemos que decidir cómo se va a distribuir la vacuna. Una distribución que se va a hacer en base a algoritmos, pero que tienen datos, insisto, que no son representativos. Europa no trabajó bien en esta materia. Estados Unidos o Reino Unido tienen mejor información que nosotros para trabajar.
—Por tanto, la inteligencia artificial no ha sido un factor clave hasta el momento en la lucha contra la pandemia…
—No creo que la inteligencia artificial haya sido el centro de nuestra respuesta. Tanto la inteligencia artificial la tecnología digital pueden ayudar, aunque eso no va a solucionar los problemas. Más allá que muchos países han utilizado los teléfonos celulares para monitorear el movimiento de las personas, para reportar síntomas u obtener información de movilidad y acceso, entre otras cosas. Necesitamos un nivel de difusión de esta tecnología muy alto y la que utilizamos, que es el Bluetooth, no es bastante precisa, tiene un montón de problemas de muchos tipos.
En el futuro se podrán compartir datos de todo tipo a nivel global para, a través de la inteligencia artificial, detectar, por ejemplo, la existencia de una pandemia “mucho antes” de lo que se hizo en este caso. Creo que la inteligencia artificial va a hacer un cambio de paradigma, una aceleración increíble en los años que vienen. Si la utilizamos de manera apropiada nos va a evitar muchas pandemias en el futuro.
(*) Renda es italiano, investigador senior del Centro de Estudios Políticos Europeos (CEPS, por su sigla en inglés). Es el responsable de Gobernanza Global, Regulación, Innovación y Economía Digital en CEPS en esa institución. En la actualidad, es Senior Fellow no residente en el Kenan Institute for Ethics de la Universidad de Duke y ocupa la “Cátedra Google” de Innovación Digital en el College of Europe en Brujas (Bélgica). Sus intereses de investigación actuales incluyen la evaluación de políticas y regulaciones, la gobernanza regulatoria, la regulación privada, las políticas de innovación y competencia, la política de Internet y la alineación de políticas para impactos a largo plazo como sostenibilidad y descarbonización. También se especializa en legislación y formulación de políticas de la UE, y en cooperación regulatoria internacional. Durante las últimas dos décadas, Andrea Renda ha brindado asesoramiento académico a varias instituciones, incluida la Comisión Europea, el Parlamento Europeo, la OCDE, el Banco Mundial y varios gobiernos nacionales de todo el mundo. Recientemente, disertó para Uruguay en forma virtual en un evento organizado por la Delegación de la Unión Europea en Montevideo, sobre “La revolución de la inteligencia artificial a partir del COVID-19“.A conferencia está disponible en el sitio la Delegación de la UE en Uruguay
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