La semana pasada, los mercados financieros vivieron una auténtica montaña rusa, enfrentándose a niveles de volatilidad comparables a los episodios más críticos de los últimos años, como la crisis del COVID-19 o la crisis financiera de 2008.
El lunes 5 de agosto, el ambiente en los mercados y las redes se tornó casi apocalíptico, con titulares que hablaban de pérdidas billonarias en una sola noche y bolsas colapsando a nivel global. El índice VIX, que mide la volatilidad implícita en los mercados accionarios, alcanzó niveles alarmantes, mientras que el S&P 500 y otros índices globales experimentaron caídas abruptas. En Japón, el índice Nikkei de Tokio sufrió su mayor descenso diario desde 1987, cayendo más del 12% en una sola jornada. Aunque hacia el final de la semana algunos mercados lograron recuperar parte de las pérdidas, la volatilidad y la incertidumbre persisten. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿qué fue lo que realmente ocurrió y cuáles fueron los factores que desencadenaron estas volatilidades?
Muchos factores contribuyeron a la volatilidad observada la semana pasada, y varios de estos retrocesos ya se venían gestando desde los últimos días de julio.
El primer factor detonante fue la publicación de los datos sobre el mercado laboral en Estados Unidos el viernes 2 de agosto, que reflejaron un menor dinamismo en la actividad económica. Los indicadores laborales fueron especialmente preocupantes. La creación de empleo en julio fue considerablemente menor de lo anticipado, con solo 114 mil nuevos puestos de trabajo, y casi la mitad del promedio de los últimos 12 meses. Además, se revisaron a la baja las cifras de los dos meses anteriores, acentuando la percepción de debilidad en el mercado laboral. Al mismo tiempo, la tasa de desempleo subió al 4,3%, en comparación con el 4,1% esperado.
Estos datos laborales estuvieron acompañados por señales de una leve contracción en la industria manufacturera, reflejadas en los índices PMI del sector, lo que completó un panorama de desaceleración económica.
En este contexto, ha surgido el debate sobre si Estados Unidos ya se encuentra en un escenario recesivo. Algunos analistas apuntan a la "regla de Sahm" como un indicio de que la economía podría estar en recesión, dado que el promedio de la tasa de desempleo de los últimos tres meses ha aumentado un 0,53%, superando el umbral crítico del 0,5%. Sin embargo, es importante destacar que esta regla se aplica principalmente cuando el incremento del desempleo se debe a despidos masivos, lo cual no parece ser el caso en esta ocasión. El aumento actual en la tasa de desempleo también refleja un mayor número de personas reincorporándose a la fuerza laboral, lo que matiza la interpretación de estos datos y podría sugerir más un enfriamiento económico que una recesión inminente. A pesar de ello, este escenario ha llevado a varios analistas internacionales a ajustar sus expectativas sobre una recesión. Por ejemplo, Goldman Sachs ha incrementado en 10 puntos porcentuales la probabilidad de una recesión en los próximos 12 meses, situándola en un 25%.
La decepción en torno a la inteligencia artificial fue otro factor clave en la volatilidad. A finales de julio, Amazon, Microsoft y Alphabet—parte de las "siete magníficas"—publicaron resultados trimestrales que no cumplieron con las expectativas del mercado. Aunque se esperaba que la inteligencia artificial revolucionara la economía y garantizara el éxito de las inversiones en el sector, los resultados sugirieron lo contrario, lo que llevó a cuestionar si se ha sobreinvertido en inteligencia artificial, especialmente dado que Amazon y Microsoft han incrementado sus inversiones en más del 50% en un año, sin lograr una mayor rentabilidad.
El tercer factor detonante fue la decisión del Banco Central de Japón, el miércoles 31 de julio, de elevar su tasa de interés de referencia al 0,25%. Aunque este incremento podría parecer modesto, representa un cambio estructural en la economía japonesa, que durante más de 15 años mantuvo tasas de interés cercanas a cero y, en los últimos ocho años, incluso negativas.
El aumento de tasas, acompañado de señales de posibles incrementos adicionales en los próximos meses, ha provocado una apreciación significativa del yen frente al dólar, con un fortalecimiento cercano al 10% en las últimas semanas. Este movimiento ha impactado directamente en el “carry trade”, una estrategia de inversión que se volvió muy popular entre los inversores japoneses, quienes se aprovechaban de las tasas de interés negativas del yen para financiarse y tomar posiciones en activos denominados en monedas extranjeras con rendimientos más altos.
El reciente fortalecimiento del yen, junto con el alza en las tasas de interés, ha complicado considerablemente la situación para los inversores japoneses, quienes han comenzado a ajustar sus posiciones hacia yenes, desencadenando caídas significativas en los mercados bursátiles y fuertes fluctuaciones en las monedas, contribuyendo al nerviosismo global y a la inestabilidad financiera observada en la última semana.
Los efectos de estos tres factores fueron inmediatos y significativos. Tras el "lunes negro," los mercados experimentaron una recuperación parcial, aunque las pérdidas acumuladas en las semanas anteriores aún no se han compensado del todo. En Estados Unidos, el índice S&P 500, tras caer un 2%, aunque todavía no ha vuelto a sus niveles de principios de julio. Los mercados en Japón y Europa tampoco logran recuperar sus caídas. Brasil, en cambio, si ha logrado recuperar las pérdidas de las últimas dos semanas.
En este clima de incertidumbre, se ha observado un "vuelo hacia la calidad," con capital fluyendo hacia activos seguros como los bonos del Tesoro americano, cuyo rendimiento cayó a su nivel más bajo en 12 meses, reflejando un creciente apetito por seguridad. El mercado de commodities también se vio afectado, con el Brent cayendo a mínimos del año.
Ante este escenario, la Reserva Federal (Fed) está considerando el riesgo de recesión como una preocupación mayor que la inflación, evaluando un posible recorte de tasas en septiembre para evitar un aumento significativo del desempleo.
En resumen, la semana pasada dejó una marca profunda en los mercados globales, avivando temores de recesión y alterando las dinámicas de inversión. Los recientes eventos han destacado la continua fragilidad económica desde el colapso del Silicon Valley Bank en abril de 2023. En América Latina, las fluctuaciones han aumentado la volatilidad y presionado a las monedas locales. En Uruguay, el "vuelo hacia la calidad" podría llevar a salidas de capital y fluctuaciones cambiarias. Aunque la moneda se depreció un 2,7% la semana pasada, es aún pronto para prever si estas turbulencias tendrán efectos duraderos, especialmente considerando las recientes reversiones de los impactos en otros mercados.
- Sofía Harguindeguy es Gerente del Área de Consultoría Económica de Grant Thornton Uruguay y Paraguay