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Para OLADE, el energético clave de la transición es el gas natural y el gran salto será el Hidrógeno verde y sus derivados

Para invertir en el sector energético en América Latina, las empresas piden marcos regulatorios claros, coherentes y comunes, advierte Andrés Rebolledo, Secretario General de la Organización Latinoamericana de Energía.

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Anrés Rebolledo
Andrés Rebolledo, Secretario General de OLADE.
Foto: El País

Ante un escenario “multienergético” como el que está planteado en la actualidad, el gas natural tiene un rol relevante, especialmente en América Latina. A su vez, la región cuenta con ventajas comparativas para convertirse en actor protagónico en materia de hidrógeno verde. Estas auspiciosas proyecciones, necesitan, a juicio de Andrés Rebolledo, Secretario General de la Organización Latinoamericana de Energía (Olade), prosperar, entre otros, en temas regulatorios comunes. El economista chileno asegura que es posible avanzar mejor en integración energética en comparación con lo complejo que ha sido progresar en integración comercial. La pasada semana, Olade llevó a cabo en Montevideo “la semana de la energía”, evento anual donde gobiernos, organismos internacionales, profesionales y empresas interactúan sobre los desafíos en materia energética. A continuación, un resumen de la entrevista.

—¿Qué aspectos destacados quedan luego de concluida la Semana de la Energía de Olade en Montevideo?

—La ratificación de que la agenda energética realmente está en el centro de la discusión de las políticas públicas asociadas al desarrollo económico los países; así se desprende de la participación de representantes de los gobiernos, en especial los ministerios de Energía, pero también diversos organismos de la región y muchos empresarios que fueron parte de los distintos eventos.

—¿Cuáles son los compromisos por parte de los gobiernos?

—La reunión de ministros de Energía, que se hace en este ámbito, establece las directrices estratégicas y los mandatos específicos hacia dónde ir y en qué trabajar durante el año. Hay varias iniciativas que están en marcha, por ejemplo en torno a minerales críticos, eficiencia energética y un observatorio relacionado con el metano, pero hay otros compromisos. Por ejemplo, avanzar en la meta de renovabilidad, que era del 70% y ahora la llevamos al 73% para 2030, e incorporar una meta adicional, respecto a la oferta total de energía, que deberá ser renovable en el 36% del total para 2030.

En particular este año aprobamos nuevas decisiones, entre otras la de impulsar la integración gasífera, así como impulsar y diagnosticar el material de combustible sintético, donde el hidrógeno verde es un vector clave y la creación y la institucionalización del Consejo Empresarial que va a ser muy importante también.

—Un concepto presente en las distintas sesiones fue la importancia estratégica del gas natural. ¿Lo identifican como el combustible de la transición?

—Así es, el gas natural tiene una huella diferente a otros hidrocarburos, y en América Latina hay una realidad objetiva: países que tienen una oferta muy relevante de gas natural; en ese sentido hay infraestructuras que ya está desplegadas; ahora hay que generar el marco regulatorio y los modelos de negocio, para que eso se viabilice; a partir del desarrollo de Vaca muerta hay una nueva realidad en materia de disponibilidad de recursos, es indudable. Pero también entre Venezuela y Trinidad Tobago hay planes importantes de explotación e intercambio de este energético. Los estudios que hemos hecho en Olade, indican que al año 2050 en la matriz primaria va a seguir estando presente el gas natural en torno a un 20%. Nos va a acompañar un período largo y en ese sentido claramente es el combustible de la transición.

—Pero para integrarnos desde el punto de vista gasífero, necesitamos infraestructuras y regulación…  

—Es cierto. Tenemos un avance interesante de interconexiones eléctricas en América. Un rol destacado juega Centroamérica que tiene 30 años de integración energética eléctrica, seis países conectados con 1800 km de líneas eléctricas y está en camino hacia un operador común; es un ejemplo de liderazgo notable.

En América del Sur existen conexiones bilaterales de redes eléctricas, casi todos los países están conectados entre vecinos; es cierto que hay que avanzar en una integración más amplia, pero partimos de la base de conexiones bilaterales que funcionan. En materia de conexión gasífera hay infraestructuras, algunas que incluso no se han usado en los últimos años pero que están disponibles; claramente el desafío es proveer de un marco regulatorio que propicie esa inversión conjunta y que permita en consecuencia viabilizar estos proyectos y generar los incentivos para avanzar. Claramente, necesitamos desarrollo técnico, pero por sobre todas las cosas voluntad política, y en eso queremos contribuir para que suceda.

—¿Y existe voluntad política?

—Me llevo la impresión de que son conscientes en que el gas natural tiene el rol principal en la transición y que hay necesidad de avanzar en esa línea. En Olade estamos haciendo diversos estudios, apuntando a identificar con nitidez la oferta y demanda y los proyectos posibles, así como las maneras de integrarse y por supuesto, insisto, los marcos regulatorios comunes. La región necesita avanzar en ese sentido.

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Andrés Rebolledo
Foto: OLADE

—Las petroleras siguen invirtiendo en la búsqueda y extracción de petróleo. ¿Cómo observan ustedes que funcionará la transición ante esa realidad?

—Hay dos aspectos a considerar. Primero, un tema de coyuntura, asociado a la pandemia primero y la guerra en Europa después, que ha determinado que en muchos países la seguridad energética se instale como un tema central, utilizando los energéticos que se requieran para poder mantener el suministro. Eso puede generar que los caminos de transición y transformación hayan tenido un desvío temporal, aunque sigan comprometidos con modelos más sostenibles. Por otro lado, hay que tomar en consideración que hoy día hay mucho desarrollo tecnológico nuevo, que pueden determinar nuevos panoramas en materia energética y que, con mejores condiciones, mantendrá algún de los energéticos que conocemos, en menor proporción, combinados con los renovables.

Vamos a entrar en un escenario, multienergético, camino a una mayor proporción de renovables, con un mayor desarrollo de energéticos neutrales, buscando la mayor descarbonización, pero todavía con mucha diversidad en el uso de las diferentes fuentes de energía.

—¿Es posible pensar en la producción petrolífera sumándose a procesos que reduzcan la huella de carbono?

—Hay cambios tecnológicos importantes en el sector petrolero, apuntando a una mayor neutralidad. Ese esfuerzo por descarbonizar sus procesos también le llegó al sector petrolero. Esas empresas también tienen claro que lo que viene es un panorama multi energético; son las propias empresas petroleras las que se han metido en el negocio de hidrógeno verde, o de combustibles sintéticos a partir del hidrógeno verde.

—Por tanto, el escenario a futuro mantiene la participación del petróleo…

—En el escenario multienergético que imaginamos, probablemente va a seguir existiendo algo de hidrocarburos, ya que hay industrias que no necesariamente están asociadas a la generación de electricidad, por ejemplo petroquímica, que probablemente pueda seguir utilizando todavía esa fuentes hasta que no se desarrollen otras tecnologías que resulten competitivas para esos sectores. En el camino de la electricidad competitiva y limpia, el hidrógeno será un elemento muy importante, también porque sus derivados son diversos y para distintos usos. En el momento en que el costo unitario del hidrógeno verde se acerque, según se estima, a los dos dólares, el kilo, probablemente avanzará y desplazará a otros energéticos. Estamos lejos todavía de esos precios. Además, hoy hay restricciones en materia de provisión de tecnología. Hay demoras importantes en la producción de equipos y eso pesa en la decisión de inversiones en el sector. Llevará un tiempo avanzar en ese desarrollo.

—El debate sobre las renovables permanece basado en los costos de producir energías alternativas…

—No es cierto que sean más caras. Cuando uno ve a las grandes compañías tradicionalmente centradas en generación en base a hidrocarburos, que hoy se han incorporado masivamente a producir energía renovable, confirma que es un buen negocio. Los costos han bajado mucho; los paneles fotovoltaicos han bajado 70% sus costos en los últimos 10 años, la eólica no tanto, pero también ha tenido ajustes relevantes en la última década. Menores costos de infraestructura, desarrollos de obra en menor tiempo, más facilidades en la integración a las redes de energía, todo esto ha llevado a que la inversión se amortice más rápidamente.

El doble atributo de ser verde y competitiva convierte en un mito eso de que resultan “más caras”.

—Respecto del hidrógeno verde, ¿el costo clave está en la en la electricidad que usas para producirlo?

—Exacto. El 50% del costo de producción de pasa por el costo de la energía necesaria para producirlo, por tanto, los países que tienen ventajas en abundante energía renovable segura y permanente, como Uruguay, tienen ventaja para estructurar el desarrollo de hidrógeno verde y sus derivados, a precios competitivos.

Pensando en la futura producción de hidrógeno verde y derivados, nuestros países se quedarán con una porción de lo producido, pero buena parte de ello será exportado a otras partes del mundo. En ese sentido, firmamos un acuerdo con diez países de la región para la certificación en hidrógeno verde. Es un paso tan importante que nos va a permitir ubicarnos en condiciones que comparten el estándar de otros continentes, particularmente el europeo que es el más avanzado. Y por lo tanto nos da una proyección en los mercados globales más importantes. Hablamos de un sistema de certificaciones que se hará en cada país pero con metodología común y desde Olade vamos a ser parte de este sistema, recibiremos toda la información y la sistematizaremos. Por ahora, participarán de este proceso Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, El Salvador Guatemala, Honduras, Paraguay, República Dominicana y Uruguay.

—La región tiene dificultades notorias para integrarse, por ejemplo, en el plano comercial. ¿Por qué sería diferente en materia energética?

—Sinceramente creo que la integración energética, dado que en una porción importante pasa por los fierros, pasa por la infraestructura, conecta de forma mucho más definida. Y genera una comunión de intereses que son más permanentes y por lo tanto es un grado de avance mayor de la de la integración. En un mundo muy inestable, las decisiones de integración energética, suponen siempre miradas de mediano y largo plazo que despeja las incertidumbres; es más factible hoy por hoy, en el sentido de que hay necesidades económicas concretas, una integración energética que comercial. Y América Latina, una región diversa, con tantos recursos energéticos diferentes, debe avanzar en ese camino.

—¿Qué busca Olade con la integración de un Consejo Empresarial?

—El sector privado es clave en estos desarrollos y hay mucho interés. Nos reunimos con empresas de la región, pero también de Estados Unidos, Europa y China, que tienen presencia en América Latina en distintos subsectores de la energía. También participaron empresas públicas de la energía. Lo primero, las empresas valoran este tipo de instancias donde plantear sus dudas y manifestar cuáles son las condiciones que debe tener el mercado para que sea atractivo. Las empresas que se interesaron en estar aquí están comprometidas con la transformación energética, sin dudas. Hay un aspecto central en sus consultas y son los temas regulatorios, la necesidad de una normativa común en la región. Son empresas globales con presencia regional y buscan normas sencillas, coherentes y estables. Olade tiene ese objetivo también, buscando alcanzar algún grado de armonización en las normas entre los países. La decisión de invertir existe, ojalá podamos avanzar.

—La otra pata es la financiación…

—Es un aspecto muy relevante y en Montevideo contamos con la presencia de la banca de desarrollo que está comprometida a participar de este proceso, tanto el BID como CAF. Para tener una idea de lo que se necesita, según estudios de Olade, para ir acercándonos a la meta de carbono neutral para América Latina y el Caribe de cara a 2050, toda la inversión renovable que se requiere, tan solo pensando en una etapa de aquí a 2030, requeriría de 300.000 millones de dólares. Eso puede ir ajustándose porque la tecnología se abarata rápidamente, pero estamos hablando de una inversión enorme.

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