En medio de la transición necesaria a nivel global hacia tecnologías “limpias” que permitan alcanzar cero emisiones de gases de efecto invernadero netas, los efectos de la pandemia y la invasión de Rusia a Ucrania llevaron al sector energético en 2022 a unas de las peores crisis de la historia. Desde entonces los precios de los energéticos han permanecido en niveles históricamente elevados (lo que ha llevado a que las empresas de petróleo y gas registren ganancias extraordinarias), las cadenas logísticas no han logrado recomponerse en su totalidad, la presión inflacionaria y de costos (materias primas y mano de obra) ha sido significativa, y las políticas energéticas han tenido un marcado cambio de foco hacia la seguridad, independencia y mitigación de vulnerabilidades ante incertidumbres geopolíticas.
Es interesante en esta coyuntura, analizar el reporte publicado hace unas semanas por la Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés) acerca del estado de las inversiones del sector energético global (World Energy Investment). En esta columna destacamos las principales perspectivas de las inversiones en el año 2022, las tendencias emergentes para el 2023, y algunas reflexiones acerca del rumbo de la transición energética.
Contexto: optimismo a pesar de la coyuntura negativa
Se espera que el sector energético a nivel global invierta US$ 2.8 millones de millones en 2023 (en inglés: trillones, en español, y a partir de ahora en esta columna: billones). De esta cantidad, más de US$ 1.7 billones será en tecnologías “limpias”, incluyendo (en orden de peso en la figura a continuación) electricidad renovable, eficiencia energética, otros usos finales, redes de trasmisión y distribución (grids), vehículos eléctricos, almacenamiento, energía nuclear, combustibles bajos en emisiones y captura, uso y almacenamiento de carbono (CCUS, por sus siglas en inglés).
Varios factores impulsaron al aumento sostenido de las inversiones en tecnologías limpias en los últimos años, incluyendo una baja sostenida en costos en contexto de volatilidad de precios de los combustibles fósiles, instrumentos favorables como el Green Deal en Europa, y el acta de reducción de la inflación (IRA, por sus siglas en inglés) en Estados Unidos (EE.UU.), y un alineamiento de objetivos de las políticas energéticas y climáticas, especialmente en países dependientes de importaciones en términos energéticos, entre otros.
Si bien las inversiones en combustibles fósiles aún representan US$ 1 billón, hace tan solo cinco años el ratio era 1:1 con las tecnologías limpias. Por lo que el mensaje es optimista para la transición energética, aunque según la IEA, el ratio alcanzaría 1:2 en 2030 en el escenario de políticas anunciadas, mientras que se necesitaría que sea 1:9 para lograr limitar el calentamiento global a 1.5 °C.
También vale la pena destacar que los avances en la transición energética no son en todos los sectores ni regiones del mundo. Instrumentos de finanzas sostenibles, expansión y modernización de redes, tecnologías para incrementar la flexibilidad de los sistemas, y el nivel de inversiones en general, están actualmente focalizado en el mundo occidental y China (90% del incremento en inversiones en tecnologías limpias en los últimos años), por lo que la cuestión de cómo escalar la transición a economías emergentes sigue siendo una cuestión a resolver.
Sector eléctrico: dominación de solar fotovoltaica y eólica, aunque repuntan carbón y gas
En 2022 las inversiones del sector eléctrico a nivel global superaron por primera vez US$ 1 billón, esperándose que alcancen US$ 1,2 billones en 2023 (prácticamente un 43% de los ya mencionados US$ 2,8 millones de inversiones totales en el sector energético global).
Las fuentes renovables acaparan más de la mitad de las inversiones del sector eléctrico, alcanzando un valor récord en 2022: US$ 600 mil millones (más de 9 veces el PIB de Uruguay). De estas, 54% fueron en capacidad de generación solar fotovoltaica, 31% eólica, 10% hidroeléctrica, y 5% en otras fuentes como biomasa y geotérmica. Por otro lado, las inversiones en energías limpias desechables continuaron con su tendencia a la baja (nuclear se incrementó, pero no suficientemente como para compensar la caída en la hidroeléctrica).
Si bien se espera que las inversiones en generación eléctrica a partir de fuentes renovables aumenten 10% en 2023, vale la pena comentar tres importantes desafíos a los que se enfrentan.
En primer lugar, luego de una constante caída en el costo nivelado de la electricidad de estas fuentes (LCOE, por sus siglas en inglés) a lo largo de la última década, en 2022 se rompió la tendencia y registraron una suba. A principios de 2021 los proyectos solares en Europa promediaron costos de 55 US$/MWh, mientras que al cierre de 2022 alcanzaron 70 US$/MWh (eólica 50 vs. 60 US$/MWh). En EE.UU., si bien también se vio una tendencia al alza (más moderada), se espera que el IRA reduzca el costo de la generación solar de 55 a 30 US$/MWh y el de la eólica de 40 a 15 US$/MWh.
En segundo lugar, el tiempo de espera de los permisos y de construcción está generando demoras significativas en la concreción de estos proyectos, sobre todo en EE.UU. y Europa. En EE.UU. los permisos están demorando hasta 4 años y medio, en Italia, Francia y España, 5 años, y en Reino Unido hasta 7 años. La capacidad de estas fuentes en espera de permisos supera ampliamente la capacidad en operación: 1250 GW en espera en EE.UU. contra 250 GW en operación, 300 GW vs. 25 GW en Italia, y la situación es análoga en España, Francia y Reino Unido.
En tercer lugar, el costo de capital de los proyectos incrementó significativamente en 2022, empujado tanto por un mayor costo de deuda (tasas de referencia subieron para apalear la inflación) como por un mayor premio sobre la tasa libre de riesgo. Esto es particularmente problemático para las utilities, que suelen tener alto nivel de apalancamiento (deuda), esperándose que recurran al mercado de capitales para no ver afectada su calificación crediticia.
Respecto a redes de trasmisión y distribución, que son cruciales para la integración a gran escala de fuentes renovables no convencionales, si bien las inversiones aumentaron 8% en 2022, se espera un estancamiento en 2023, y la IEA advierte que no están creciendo al ritmo necesario para alcanzar el objetivo de cero emisiones netas.
El sector que creció exponencialmente en 2022 y 2023 es el de baterías de almacenamiento. Estas inversiones totalizaban menos de US$ 10 mil millones en 2021, ascendieron a US$ 20 mil millones en 2022 y podrían rozar los US$ 40 mil millones en 2023, principalmente aquellas a gran escala (utility-scale), pero también en el sector residencial (behind-the-meter).
Por último, analizando las inversiones en generación eléctrica a partir de fuentes fósiles, si bien incrementaron marginalmente en 2022 a US$ 110 mil millones, el monto es significativamente menor al promedio 2016-2021: US$ 135 mil millones. En 2022 más de 100 GW de generación fósil recibieron decisión final de inversión (FID, por sus siglas en inglés), la mayor cantidad desde 2016. Esto se vio empujado por centrales a carbón en China (95% del total), donde hubo problemas de suministro en 2021, y sequía y olas de calor en 2022, que redujeron la generación hidroeléctrica y estresaron el sistema eléctrico. También proyectos de generación a partir de gas natural obtuvieron decisión final de inversión (65 GW), a pesar del precio elevado de este combustible.
Oferta de combustibles: viento en popa para el petróleo y gas
El ingreso neto de las empresas de petróleo y gas a nivel mundial en 2022 totalizó un valor récord de US$ 4 billones (60 veces la economía de Uruguay). Como se comentó anteriormente, la guerra en Ucrania empujó el precio del petróleo y gas a niveles que no se veían desde mediados de 2010. En consecuencia, se espera que en 2023 las inversiones de este sector aumenten 6%, alcanzando US$ 950 mil millones. La mencionada presión inflacionaria y de costos (principalmente materias primas y mano de obra) es responsable de la mitad del incremento de las inversiones en la exploración y producción de petróleo y gas (sector upstream).
En cuanto al transporte, almacenamiento y venta por mayor (sector midstream), se aprecia un incremento significativo en inversiones en terminales de gas natural licuado (GNL) y regasificación, debido principalmente a la paralización de las exportaciones rusas a Europa por gasoducto. Sin embargo, los US$ 13 mil millones invertidos en 2022 en terminales de GNL son muy inferiores respecto a los niveles registrados entre 2011 y 2019, cuando supieron alcanzar US$ 48 mil millones.
Si bien las ganancias extraordinarias de estas empresas presentan una oportunidad para la transición a energéticos limpios como electricidad renovable, biocombustibles, hidrógeno o reducir las emisiones mediante captura, uso y almacenamiento de carbono (CCUS, por sus siglas en inglés), las inversiones en estas categorías actualmente representan apenas 0.5% de su ingreso neto (5% de las inversiones upstream). En 2022 las empresas de petróleo y gas invirtieron US$ 11 mil millones en biocombustibles, US$ 7 mil millones en parques solares y eólicos, US$ 1 mil millones en hidrógeno y CCUS, y US$ 1 mil millones en otras, como almacenamiento. Se espera que las discusiones acerca del rol de las compañías de petróleo y gas en la transición energética sean centrales en la COP 28 en Dubai.
También las inversiones en carbón incrementaron, impulsadas por tanto en precios como demanda récord durante 2022. Las inversiones alcanzaron US$ 135 mil millones en 2022 (20% más altas que en 2021), esperándose US$ 150 mil millones en 2023, prácticamente 90% de estas concentradas en Asia Pacífico. La mayor parte de estas inversiones son volcadas a mantener niveles de producción, pero en menor medida también para ampliar capacidad de producción.
Respecto a combustibles bajos en emisiones, las inversiones en combustibles para transporte y biogás alcanzaron casi US$ 12 mil millones (más de tres cuartas partes en biodiesel y biogasolina), mientras que en electrolizadores para producir hidrógeno si bien el crecimiento es exponencial, el monto es aún marginal: inferior a US$ 0.7 mil millones. También se espera un crecimiento exponencial en las inversiones en CCUS, de US$ 4 mil millones en la actualidad a más de US$ 36 mil millones en 2025. Se espera que estas industrias sean impulsadas en el corto plazo por diversos subsidios e incentivos, como el IRA en EE.UU. que provee créditos fiscales de hasta 3 US$/kg al hidrógeno bajo en emisiones, y 85 US$ por tonelada de CO2 secuestrada.
Finalmente, un área importante a destacar es que el precio de los principales minerales necesarios para la transición energética comenzó a moderarse, luego del fuerte incremento en 2021 y 2022 por la coyuntura mencionada. El principal impacto fue el quiebre en una década de reducción sostenida en el precio de los paneles solares, turbinas eólicas y baterías. Si bien los precios de estos minerales se estabilizaron, siguen siendo muy superiores al promedio 2016-2020 (línea violeta en la figura a continuación) en el caso del litio, níquel, y cobre, siendo el cobalto una excepción, debido a la reducción en la demanda por la utilización de fosfato de hierro de litio en las baterías. Las inversiones en estos minerales clave aumentaron 30% en 2022, superando US$ 40 mil millones.
Eficiencia energética, electrificación y renovables para uso final
Las inversiones en eficiencia energética, electrificación y renovables para uso final (calefacción, refrigeración, y procesos industriales) crecieron 16%, registrando un nivel récord de US$ 600 mil millones en 2022 (misma cantidad que en generación eléctrica a partir de fuentes renovables mencionadas). Se reparten en inversiones en edificios US$ 323 mil millones (incremento de 14%), transporte US$ 230 mil millones (incremento 12%), e industria US$ 47 millones (crecimiento marginal).
Particularmente fuerte fue el crecimiento en la electrificación del transporte (60% respecto a 2021), habiéndose vendido más de 10 millones de vehículos eléctricos en 2022 (14% de las ventas). Esto ocurrió a pesar de las disrupciones en las cadenas logísticas, shocks macroeconómicos y geopolíticos, precios energéticos y de commodities elevados, y una contracción en el mercado automovilístico global.
Si bien el precio de las baterías incrementó 2% en 2022, se espera que esta tendencia se revierta, dada la moderación descrita en el precio del litio en el comienzo de 2023 y las inversiones en capital de los fabricantes permaneciendo en niveles elevados. Se espera que la capacidad de fabricación de baterías crezca de 1.5 TWh en 2022, a 4 TWh en 2025 y 6.8 TWh en 2030.
La electrificación de edificios a partir de bombas de calor tuvo crecimiento de dos dígitos en 2021 y 2022 (11% y 10% respectivamente), habiendo logrado captar más del 50% de las ventas de sistemas de calefacción en países como EEUU y Francia. Se espera que el ritmo se enlentezca en 2023, debido a la incertidumbre global por la guerra en Ucrania, el impacto del costo elevado de la deuda en la demanda de la construcción, y el recorte de programas públicos, entre otros.
A pesar del incremento en estas inversiones, la IEA advierte que deberían triplicarse hacia 2030 si quiere cumplirse con el objetivo de cero emisiones netas.
El camino por delante: el tiempo importa
Las inversiones en tecnologías limpias están escalando aceleradamente y se espera que esta tendencia persista en los próximos años, impulsadas por las fuentes de generación renovable no convencional (principalmente solar fotovoltaica y eólica), la eficiencia energética, la expansión y modernización de las redes de trasmisión y distribución, la electrificación, y los combustibles bajos en emisiones.
Se espera que 2023 sea el primer año en que las inversiones en energía solar superen a las inversiones en producción de petróleo (10 años atrás eran más de 5 veces menos), alcanzando US$ 1000 millones de inversiones por día. En total, se estiman 285 GW de capacidad solar instalada en 2023 (58 veces la potencia instalada total en Uruguay).
Minerales críticos como litio, cobre, níquel y cobalto están en el centro de la transición, pero los flujos de capital deben incrementar si se quiere alcanzar el objetivo de cero emisiones netas. Luego de una década de baja consistente en sus costos, las tecnologías limpias se encuentran ante un nuevo paradigma de presión inflacionaria y costos, pudiendo estar alcanzando la etapa de madurez. La transición a estas tecnologías implica un pasaje a un sistema con mayores costos de capital, y con mayor peso de costos iniciales. El contexto actual de tasas de interés elevadas está teniendo un importante impacto adverso en la rentabilidad de algunas de las empresas desarrolladoras de estas tecnologías (por ejemplo, productores de turbinas eólicas en EE.UU. y Europa).
El sector petróleo y gas retomó la tendencia al alza en inversiones, impulsadas por esfuerzos en substituir la producción rusa de hidrocarburos. En ese sentido, las inversiones en plantas de GNL han sido extraordinarias, por lo que se espera un rol significativo de este energético en el corto y mediano plazo. Las ganancias extraordinarias récord que han tenido las empresas de este sector no se han traducido en un aumento significativo en inversiones en tecnologías limpias. Lo que es entendible dado que no es su sector principal, y responden a una demanda sólida a nivel mundial. A esto se suma una aceleración en la producción de carbón por encima de niveles pre pandemia, mostrando la resiliencia que tiene la todavía principal fuente de generación eléctrica en el mundo.
Puede argumentarse que la evolución global de la transición energética en esta coyuntura de crisis fue positiva, pero el sector petróleo y gas no deja de tener aún un rol protagónico, sobre todo en el suministro de combustibles. Algunos factores clave a resolver para avanzar en tiempo acorde al desafío, incluyen la necesidad de escalar la transición a las economías emergentes (EE.UU., Europa y China concentran el 90% del incremento en las inversiones en tecnologías limpias de los últimos 5 años), las burocracias regulatorias a la hora de otorgar permisos que no están permitiendo a las tecnologías limpias entrar en operación, y otros cuellos de botella como falta de capacidad de trasmisión y flexibilidad en el sistema eléctrico.
- Felipe Bastarrica, integrante del Observatorio de Energía y Desarrollo Sustentable, Univesidad Caólica del Uruguay.