ENTREVISTA
Este año va a ser de caída del salario real, pero para 2023 proyectamos un primer año de incremento real, aunque aún por debajo de pre pandemia.
La encuesta anual de Exante recoge un excepcional clima de negocios de acuerdo con las respuestas de los empresarios. De la misma forma, refleja una mirada más conservadora de cara al futuro próximo. “El humor de los empresarios para 2023 está en línea con un contexto internacional desfavorable”, explicó la economista Tamara Schandy, socia de la consultora Exante. La profesional evaluó los resultados de la consulta a empresarios y brindó las proyecciones de la firma. Sostuvo que el crecimiento de la economía para el año próximo, según sus estimaciones, estará en 2% (el promedio de la encuesta es 2,7%), al tiempo que destacó el resultado neto positivo en temas como empleo e inversión, a pesar de la moderación de las respuestas respecto a la encuesta de abril. A continuación, un resumen de la entrevista.
—¿Cuál es la principal conclusión que rescata de la reciente encuesta?
—La evaluación de clima de negocios en particular es excepcionalmente buena en una mirada histórica. Un 88% de los más de 300 ejecutivos consultados lo califican de “bueno o “muy bueno”. A su vez, y previsiblemente, en las preguntas que refieren al futuro hay una moderación del humor de los empresarios. Previsiblemente, porque estamos en un contexto en donde el mundo se ha puesto bastante más hostil para Uruguay, donde incluso los negocios que están más vinculados al mercado interno han estado perdiendo dinamismo, de la mano de cierto afloje del mercado de trabajo. Entonces, no teníamos dudas de que, en la aplicación de esta encuesta, íbamos a encontrar algo menos de optimismo respecto a cómo luce el futuro.
De todas formas, los resultados de la encuesta se pueden calificar de muy buenos respecto a la valoración que hacen los ejecutivos de la situación actual y que aún, con esa moderación del humor de cara al futuro próximo, marca resultados mejores que los que teníamos antes de la pandemia, en 2018 y 2019, un momento en donde la economía se había frenado y Uruguay estaba creciendo muy poco. En ese momento, este mismo relevamiento de Exante recogía expectativas bastante más moderadas y poco optimistas respecto al futuro.
—De acuerdo con las respuestas, el clima de negocios se ubica en niveles que son los más altos desde hace más de una década…
—Este relevamiento lo iniciamos en 2010, y sobre el comienzo de este período recogíamos niveles de valoración de clima de negocios similares al que refleja esta última encuesta. Luego tuvimos un momento particularmente bajo, entre 2015 y 2019, donde la economía se frenó y consecuentemente, había bajado bastante la valoración de del clima de negocios. Ahora estamos nuevamente en niveles que pueden considerarse excepcionales.
—Después del rebote de la economía pos pandemia, los datos recogidos por Exante para la encuesta de abril habían comenzado a moderarse, tendencia que parece afirmarse ahora…
—Claramente, en el peor momento de la pandemia las respuestas que apuntaban a una mejora de la situación en el futuro, eran más notorias. En la medida en que la economía se fue recomponiendo y la situación de las empresas fue mejorando, ese efecto rebote se empieza a diluir. De todas formas, cuando se le pregunta en esta última encuesta a los ejecutivos sobre las perspectivas de volumen de negocio en su compañía, la mitad dice que va a crecer y los que no dicen que va a crecer, responden que va a ser más o menos la misma. Hay menos de un 10% previendo un menor volumen de actividad al año siguiente.
Quizás, el mejor punto de referencia ya no es lo que se esperaba de 2020 hacia adelante, sino respecto a cómo estaba el clima en 2018-19, y las respuestas son notoriamente mejores.
—De cara a 2023, los empresarios responden que la economía crecerá 2,7%, según el promedio de las respuestas. Ese dato es más optimista que vuestras estimaciones…
—En Exante proyectamos un crecimiento del PIB de 2% promedio anual para el año que viene. Un crecimiento moderado, sí, pero en un contexto de deterioro a nivel internacional donde la economía uruguaya va a seguir creciendo.
Al tiempo que se proyecta un crecimiento de la economía mundial notoriamente por debajo de la media histórica, si Uruguay termina creciendo 2% el año que viene, no lo podemos considerar como un resultado particularmente malo.
En lo local, cabe tener en cuenta que el consumo ha perdido bastante pie en estos últimos trimestres. Pero, es de esperar que si la inflación cede un poco y el salario real empieza a recuperarse el año que viene, pueda reactivarse el consumo de una manera un poco más relevante y ser el contrapeso del efecto de un contexto internacional más adverso. Por otro lado, está previsto el inicio de la actividad de la nueva planta de celulosa, lo que va a implicar un escalón adicional para las exportaciones.
—En concreto, ¿qué esperan para el salario real el año próximo?
—Tenemos negociaciones colectivas el año que viene, que nos parece que deberían ir con una pauta que deje algo de espacio para el crecimiento del salario real. Este año va a ser de caída del salario real aún, pero para 2023, en Exante proyectamos que vamos a tener un primer año de crecimiento del salario real en promedios anuales, aunque no al nivel de los niveles pre pandemia.
—Más allá de la coyuntura, esas previsiones de expansión moderada nos ubican a nivel del crecimiento potencial de Uruguay, insuficiente con una mirada a más largo plazo…
—Es que, pasada esta coyuntura, con una perspectiva de largo plazo, es claro que Uruguay precisa incrementar su tasa de crecimiento y para ello, se necesitan niveles de inversión superiores a los que tenemos actualmente, porque la dinámica demográfica no nos va a ayudar, por tanto, solo con inversión y con incrementos de productividad podremos elevar la tasa de crecimiento de largo plazo. De ahí que nosotros venimos insistiendo en la importancia de que el gobierno debe administrar por un lado, el cumplimiento de los objetivos de la política macroeconómica y en paralelo, impulsar las reformas pendientes que tiene el país.
—En la medida en que el shock externo favorable se va debilitando, ¿consideran necesario revisar las proyecciones oficiales?
—De alguna forma ya está ocurriendo cierto rebalanceo de los distintos objetivos de la política macroeconómica. Si uno mira la programación fiscal de la última rendición de cuentas, se plantea que la inflación va a terminar bajando más lentamente de lo que había sido originalmente previsto en el presupuesto; hasta la rendición de cuentas anterior se planteaba que la inflación iba a terminar el período debajo del 4% y esa ya no es la proyección que manejan las autoridades. No es tampoco nuestro escenario base. En Exante prevemos que el año que viene vamos a tener una moderación relevante de la inflación y relativamente rápida, levemente por encima del 7%, que resulta un nivel alto para el objetivo oficial, pero que significa un cambio importante respecto a los niveles de inflación que hemos estado viendo en el último año.
En materia de política fiscal, el Gobierno ha llevado adelante un ajuste sumamente importante del gasto público, del orden de dos puntos del PIB. Si uno lo compara sin incluir fondo COVID y respecto a lo que era el gasto público de gobierno central-BPS a 2019.
—¿Cuánto puede incidir la proximidad del calendario electoral en el resultado fiscal del próximo año?
—Siempre se abren algunas interrogantes acerca de cuánto de ese ajuste eventualmente puede ceder un poco en año electoral; hasta ahora, el gobierno ha logrado una mejora fiscal incluso mayor a la prevista por las propias proyecciones oficiales en ocasión de las últimas rendiciones de cuentas. Ahí hay un logro que, en cuanto a la sostenibilidad de la deuda, la imagen del país frente a las calificadoras y demás, resulta sumamente importante.
—Volviendo a la inflación, las expectativas que proyectan los empresarios, tanto a nivel de la Encuesta de Expectativas Empresariales del INE como la que presentó Exante, están lejos de las metas…
—De todos modos, esas expectativas de inflación que recogemos en esta encuesta apuntan a un proceso de baja de la inflación. De hecho, hay una proyección en promedio de 9% para este año, 8% para el año que viene. También incluimos una pregunta de cuánto estima que va a ser la inflación dentro de tres o cuatro años y en ese horizonte, en promedio, las expectativas están en 7%. No parece ser una apuesta tan irracional, si uno mira lo que ha sido el pasado.
—Pero resulta largo para el objetivo del Banco Central, que reiteradamente ha señalado su preocupación por lograr anclar las expectativas de los agentes privados…
—De todos modos, si observamos la encuesta recogida en octubre y también la de abril, no refleja aumentos de las expectativas en línea con lo que ha sido un aumento efectivo de la inflación. Considero que las expectativas han mantenido cierto anclaje, sobre todo en cuanto a ese horizonte de tres o cuatro años. Es cierto que una proporción muy menor de los empresarios, por debajo del 20%, proyectan la inflación dentro del rango meta del BCU para ese horizonte de tres o cuatro años. Hay todo un conjunto de elementos que hacen difícil la tarea de hacer bajar la inflación de forma sistemática. En estos años hemos tenido vaivenes de precios muy asociados al componente transables de la canasta, como consecuencia de lo que ha estado pasando en el mundo con los precios internacionales y por evolución del dólar, entre otras razones. Pero también en Uruguay tenemos el componente no transables que responde a la dinámica local de precios y costos, que ha sido sistemáticamente alto y que le pone un piso más exigente a la inflación.
—Retomando la encuesta, ¿de qué manera deben leerse los resultados relativos al empleo? En abril un 34% de las respuestas apuntaban a un incremento de los puestos de trabajo, en octubre bajó a 29%...
—El saldo neto de respuestas de quienes prevén aumentar el empleo en su empresa versus los que prevén disminuirlo es positivo, cuando entre el 2014 y el 2020 era un saldo neto sistemáticamente negativo y coincidente con lo que después reflejaban las estadísticas oficiales con una caída del empleo. El resultado de la encuesta es consistente con un panorama de poco crecimiento del empleo, pero no con una caída. El empleo en Uruguay tuvo una reactivación pos pandemia que fue más fuerte y más temprana de lo que inicialmente se había previsto. Terminamos el año pasado retomando los niveles pre COVID, de forma relativamente rápida, pero a partir de ahí, “se quedó sin combustible”. Y eso tiene que ver con la perspectiva de poco dinamismo de la economía y el horizonte de un crecimiento muy moderado de la actividad para el año próximo.
—Respecto de la inversión, ¿la lectura es similar? También son algo inferiores las expectativas en octubre que en la consulta de abril…
—Me parece que las respuestas de en esta oportunidad han sido bastante buenas, dado lo que es el cambio del contexto internacional, la suba de las tasas de interés y lo que eso implica de encarecimiento de financiamiento para las empresas. Antes de la pandemia, las respuestas positivas respecto a perspectivas de aumento en la inversión se ubicaban apenas por arriba de 20%. Y ahora, el 50% afirma que va a invertir más el año que viene y son relativamente pocos quienes dicen que van invertirán menos, solo un 6%.
Esto es coincidente con otros indicadores que reflejan el apetito de inversión, de cantidad de proyectos presentados a los regímenes promocionales, las propias inversiones e importaciones de bienes de capital, que están marcando un contexto razonablemente bueno para la inversión. De todos modos, insuficiente para pensar en elevar en forma significativa la tasa de crecimiento de largo plazo.
—¿Se recomponen los márgenes de las empresas?
—A través de una herramienta de Exante llamada Lince, que sistematiza los estados financieros de más de 2.000 empresas que operan en Uruguay, hemos estado monitoreando el comportamiento de los márgenes operativos y el resultado de las compañías a lo largo de todo este ciclo pandemia y posterior. En general se ha observado una recomposición de los resultados de las empresas en 2021, al menos, que son los últimos datos que tenemos disponibles.En paralelo, los empresarios que respondieron la encuesta, en un 39% estiman que la rentabilidad aumentará el próximo año y solo el 15% cree que disminuirá.
—Cuando refieren a los principales desafíos que enfrentan las empresas, hablan de gestionar recursos humanos e incorporar tecnología, a la competencia creciente. ¿Hay cambios en las prioridades?
—De alguna forma, son los buenos desafíos que las empresas quieren tener: desafíos asociados al crecimiento, a la competencia, la incorporación de tecnología. De hecho, no era la tónica de las respuestas en encuestas anteriores; cuando estuvimos en la parte más baja del ciclo, las prioridades eran claramente otras, como la demanda insuficiente.
—Acerca de las reformas pendientes, ¿estima que los empresarios han reflejado escepticismo en sus respuestas?
—Cuando preguntamos sobre qué expectativas había acerca de la posibilidad de avance en algunas reformas a mitad de este mandato, las mayores probabilidades de concreción se adjudican a la reforma de la seguridad social y a la reforma del sistema educativo. En otros casos, con iniciativas que tienen que ver con la apertura de la economía, con la reforma del mercado de combustibles que en algún momento estuvo muy arriba en la agenda, la inserción internacional o la modernización de las relaciones laborales, son áreas en donde esta encuesta recoge menos expectativa de que se terminen concretando avances significativos en este período. No se trata de que se consideren como elementos poco importantes o que no formen parte de una agenda prioritaria, pero las expectativas de avance son menores entre los empresarios.
—En términos generales, las respuestas de los empresarios han resultado bastante alineadas a lo que reflejaban las encuestas anteriores…
—Es cierto. Diría que quizás hubiese previsto un aflojamiento algo mayor del humor respecto al año próximo. Sin embargo, aunque hubo una moderación en las respuestas, siguen siendo, a mi juicio, respuestas favorables, dado el cambio sumamente relevante del contexto internacional en este último semestre.