Plebiscito de la seguridad social: la inconveniencia de matar al perro para acabar con la enfermedad

¿No alcanzaba con prohibir el involucramiento de la actividad privada en los servicios que presta el Sistema de Seguridad Social para atender su rechazo ideológico al lucro?

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Entrega de firmas para plebiscito por la seguridad social
Campaña "Afirmá tus derechos", entrega de firmas para plebiscito por la seguridad social
Leonardo Maine/Archivo El Pais

En una columna anterior, me referí a la importancia del ahorro individual como parte de los regímenes jubilatorios modernos —tanto desde el punto de vista de la sostenibilidad financiera del régimen general, así como de la justifica entre generaciones— y del grave error que significa eliminarlo, tal como pretenden los impulsores de la papeleta del Sí del plebiscito sobre este asunto, al que tendremos que responder en las urnas el próximo domingo 27 de octubre.

En esta columna trataré de responder qué llevó a proponer en un plebiscito prohibir el pilar de ahorro individual del régimen general.

La aversión ideológica hacia el lucro

Desde que se creó el pilar de ahorro individual a mediados de los años `90, sus detractores han hecho hincapié en la perversidad del régimen porque está gestionado por empresas privadas que buscan lucrar con su actividad. Este argumento responde a una visión marxista y anacrónica del funcionamiento de las sociedades modernas basadas en el sistema capitalista. En efecto, en la concepción de Marx, el lucro (las ganancias o los beneficios empresariales) responde a una suerte de expropiación de ingresos —llamada plusvalía— por parte de los capitalistas hacia los trabajadores, porque es el trabajo y no el capital el que genera valor. Y es la propiedad privada de los medios de producción (el capital) la que habilita la explotación del hombre (trabajador) por el hombre (capitalista).

De ahí que muchos marxistas piensan que, evitando la propiedad privada del capital sustituyendo al privado por el Estado “propietario”, se soluciona el problema de la explotación.

Si leemos con cuidado los contenidos de la reforma propuesta, está claro que una parte de la misma apunta a la eliminación del lucro. En ese sentido, el numeral 1) de la propuesta dice: La Seguridad Social es un Derecho Humano Fundamental, no susceptible de lucro.

Asimismo, en su numeral 2) dice textualmente: El sistema de seguridad social se organizará y gestionará exclusivamente a través del Estado y de personas públicas no estatales…

Considerando lo mencionado de ambos numerales, queda claro que se parte de la base que el lucro es malo para la Seguridad Social y por eso hay que desterrarlo de esta actividad. De hecho, durante los años de vigencia del régimen actual, los detractores han puesto el acento en el daño que ha significado para los trabajadores que parte de sus ahorros previsionales haya terminado en los bolsillos de las AFAP mediante el lucro que ellas generan cobrando comisiones. Incluso, en estos días hasta lo han calificado como “confiscación” de ahorros. Subyace la idea de que un organismo del Estado podría haber gestionado “gratis” los fondos, incluyendo la obtención de similares rentabilidades brutas.

Hasta aquí resulta hasta comprensible —con esa concepción marxista— la propuesta de reforma, que intenta eliminar el lucro y las empresas privadas que lo generan en el régimen jubilatorio.

¿Matando al perro para terminar con la rabia?

Pero, parafraseando a Kesman, una cosa es una cosa (el lucro) y otra cosa es otra cosa (el ahorro individual).

Resulta que la reforma propuesta ha ido más allá de lo comprensible en términos de una lógica marxista. En efecto, en el mismo numeral 2) se agrega a continuación de lo anterior: “…quedando prohibidos los sistemas de ahorro individual con destino jubilatorio”.

Yo me pregunto. ¿No alcanzaba con prohibir el involucramiento de la actividad privada en los servicios que presta el Sistema de Seguridad Social para atender su rechazo ideológico al lucro?

De hecho, es lo que ya tenemos en Uruguay en varias activades económicas vedadas para el sector privado, como la destilación de petróleo y la provisión de agua potable. Se “elimina” el lucro, ¡pero no se prohíben las refinerías ni las plantas potabilizadoras!

Entonces ¿Por qué prohibir también el pilar de ahorro individual si perfectamente podría organizarse bajo la exclusiva gestión de una institución del Estado que administrara dichos ahorros?

Ni siquiera el programa del Frente Amplio —donde conviven partidos de orientación marxista— incluyó la desaparición del pilar de ahorro individual, aunque está en contra del lucro en la gestión de dicho ahorro (nota aparte: por eso nunca entendí la razón que llevó a esta fuerza política a declarar “libertad de acción” frente a una propuesta que claramente contradice su propuesta programática).

¿Qué razones se han esgrimido para tamaña prohibición?

Yo no escuché ni leí ninguna por parte de los promotores de la iniciativa, más allá de ciertas expresiones que asocian automáticamente y de manera superficial al Sistema de Reparto con el concepto de Solidaridad Intergeneracional que le dio origen, concepto que repaso en mi columna anterior y que lleva hoy a incluir el pilar de ahorro individual dentro de ese concepto.

¿Por qué el ahorro individual para la vejez es considerado algo malo per sé en un régimen jubilatorio?

¿No se percataron que esa prohibición implica desconocer que los cambios demográficos que han hecho caer dramáticamente el ratio activos/pasivos (y lo seguirán haciendo), lo que obliga a las nuevas generaciones de trabajadores a sacrificar de manera creciente el resultado de su trabajo para sostener el “Derecho Humano Fundamental” de las generaciones pasadas?

Hay pocas cosas tan claras y sencillas como la aritmética de un sistema de reparto. Con los cambios demográficos, para sostener una proporción creciente de jubilados en las mismas condiciones que antes (alícuotas y años mínimos de aportes; edad mínima de jubilación y tasa de remplazo) se requerirá a futuro, inexorablemente, mayores recursos provistos por los jóvenes vía aportes e impuestos. En ese sentido, las proyecciones que han realizado diversos actores a raíz de la propuesta son más que elocuentes.

¿Por qué cerraríamos uno de los caminos que ha encontrado el mundo moderno para convivir con un régimen jubilatorio razonable —incorporando el ahorro individual previsional como pilar complementario al de reparto- mediante una reforma de la Constitución, obligando a que el peso creciente del sistema de reparto recaiga sobre las nuevas generaciones?

No hay respuestas satisfactorias para estas preguntas. Incluso, ni siquiera hay respuestas.

Los promotores del plebiscito parecen haber razonado como el viejo proverbio que reza “muerto el perro, se acabó la rabia”. Pero se equivocaron feo.

Porque el régimen jubilatorio actual y el futuro necesitan del ahorro individual para ser sostenibles y no ser una carga excesiva para las generaciones jóvenes y las futuras. Y eso es así debido a los cambios demográficos que nadie pudo prever hace más de un siglo, ya sea cuando Marx desarrollaba su teoría del valor, como cuando Von Bismark creaba el Sistema de Reparto.

Por eso, para que nuestro régimen jubilatorio siga siendo de Solidaridad Intergeneracional, se requiere que la propuesta plebiscitaria sea rechazada.

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