OPINIÓN
La participación uruguaya en la producción científica mundial ha crecido sostenidamente.
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El Ministerio de Educación y Cultura (MEC) está considerando un rediseño institucional del área de ciencia, tecnología e innovación. En parte, esto implica considerar las lecciones del Plan Estratégico Nacional de Ciencia, Tecnología en Innovación (PENCTII) del 2010. El PENCTI definió tres áreas tecnológicas y seis sectores a priorizar. Sin embargo, no estableció indicadores medibles ni objetivos concretos. Tampoco generó una línea de base que permitiera medir el punto de partida. A más de diez años de su aprobación, no existe ninguna evaluación global de sus efectos.
Durante el 2020, ejecuté un proyecto financiado por ANII que provee insumos para la tarea que el MEC está emprendiendo. Aprovecho esta nota para difundir resultados elaborados junto a Matilde Pereira, Flavia Roldán y Osiris Parcero.
Producción. La mayor parte de la evaluación de la actividad científica nacional refiere a insumos, como ser los recursos financieros invertidos, la demanda por estos fondos, los recursos humanos involucrados o la infraestructura disponible. Mucho menor es el esfuerzo puesto hasta la fecha en la descripción de la producción en sí misma. Nuestro primer objetivo fue atacar esta falencia. Encontramos una notable expansión. Según surge de la base Scopus, entre 1996 y 2019 Uruguay pasó de 272 publicaciones anuales a 1.910. La tasa de crecimiento anualizada es de 8,6%, similar a la de América Latina de 9,0% y superior a la mundial de 6,0%.
Esto resulta en que la participación uruguaya en la producción científica mundial ha crecido sostenidamente. De cada 1000 artículos generados, 0,44 corresponden a Uruguay. Como marco de comparación, vale notar que la población de Uruguay representa 0,45 de cada 1.000 habitantes del planeta.
En este sentido, la producción uruguaya está en los niveles esperables a su población.
Áreas. El uso de fondos públicos para la promoción científica, necesariamente, implica asignar recursos limitados entre distintas disciplinas. Una dificultad intrínseca radica en la comparación de proyectos. ¿Cómo saber si un proyecto de ciencias sociales merece financiamiento por sobre un proyecto de ciencias de la salud? Aún los expertos sectoriales más avezados no están en condiciones de entender cabalmente áreas que les son lejanas. Entonces, ¿cómo evaluar méritos relativos? Para evitar tener que hacer esto, los asignadores de fondos suelen establecer mecanismos de preasignación entre áreas, tales como replicar la proporción de postulaciones, y confiar en los rankings de las comisiones especializadas solo dentro de estas áreas. Variantes de esta regla se aplican en el Fondo María Viñas y el Fondo Clemente Estable de ANII o en la CSIC de la Universidad de la República.
En los hechos, es la propia demanda de los investigadores lo que determina la asignación por área y no una consideración de preferencias nacionales definidas por algún plan o política.
El segundo objetivo de nuestro trabajo fue medir en qué disciplinas Uruguay cuenta con una ventaja comparativa y en cuáles carece de ella. Ventajas comparativas y ventajas absolutas no son lo mismo. Uruguay se encuentra en condiciones absolutas inferiores en la enorme mayoría, (o directamente en todas) las áreas. La ventaja comparativa señala donde el país posee una posición relativamente mejor. Usando indicadores desarrollados por la literatura especializada hace décadas, definimos que una disciplina tiene una ventaja comparativa revelada si la participación porcentual en la producción nacional de esta disciplina es superior a la participación porcentual de la disciplina en la producción mundo. Así comparamos a los economistas, sociólogos, químicos, veterinarios, ingenieros uruguayos con sus respectivos colegas internacionales.
Considerando grandes áreas, encontramos que Uruguay tiene ventajas comparativas en Ciencias de la vida y en Ciencias de la salud. En cambio, carece de ellas en Ciencias físicas. Nuestras estimaciones para Ciencias sociales arrojan resultados distintos según midamos la producción por la cantidad de artículos o de citas. Al interior de estas grandes áreas hay heterogeneidad. En nuestro análisis, las disciplinas que resultan con mejores resultados relativos son: Veterinaria, Ciencias agrícolas y biológicas, Inmunología y microbiología y Enfermería. Tienen resultados también sugerentes de ventajas comparativas la Medicina, la Economía, la Bioquímica, y la Ciencia medioambiental. No nombro en esta nota a las áreas en las que el test resultó inconcluso o que directamente identificó con desventajas comparativas.
Todo ello puede consultarse en la versión completa de nuestro trabajo que está disponible como Documento de Investigación 125 de la Facultad de Administración y Ciencias Sociales de Universidad ORT.
La evaluación normativa de estos resultados no es única ni determinante. Enfrentados a un área con una desventaja comparativa, los hacedores de política podrían reconocer esta realidad y asignarle una participación minoritaria de fondos. Alternativamente, podrían considerar necesario revertir la situación actual con una asignación más que proporcional.
Naturalmente, esto último sería a expensas de otras áreas. Por acción u omisión, la definición final será siempre política, pero con este tipo de evidencia se puede calibrar sus costos, sus “ganadores” y “perdedores” sectoriales.