Si se observan los números macro, no habría modo de que el gobierno actual no lograra repetir. Sumado a ello encuestas daban un apoyo al presidente cercano al 50%, y encuestas de intención de voto una inclinación hacia los partidos de la coalición, muy similar.
El FA se había desgastado en los quince años, cometió errores importantes y al final se repitió a sí mismo, sin innovar, coincidiendo que los partidos de oposición tenían propuestas para mejorar y no repetir esos errores.
Aprender a gobernar escuchando
Luego vino la coalición, con un liderazgo excluyente, sin participación articulada de la misma, con la maldición del covid, desde el arranque, de gran impacto económico y social, no obstante, lo cual, el presidente pareció haber sido moldeado para lidiar con un evento de esta magnitud. También tuvo sus obsesiones, asegurar que el Estado no ahogue el albedrío individual y una firme intención de mantener equilibrios macro (bajar déficit fiscal, control rígido del gasto y bajar la inflación).
Marcó su impronta con una LUC “ómnibus”, obsesivamente exhaustiva, que termina con 475 artículos. Que quitó fuerza, impacto y foco, sembrando dudas.
"
Con el mismo énfasis se priorizaron recortes de gastos e inversiones en todo el Estado, una inflación “world class” y el abatimiento drástico del déficit fiscal a la mitad de lo existente. En esa misma línea se alineó la política de ingresos, negociando acuerdos de baja de salarios reales durante la pandemia, pero se mantuvo mucho más allá, cuando el PIB había comenzado el “rebote”.
Estas decisiones buscaron un doble efecto en las cuentas públicas, baja de salarios reales y baja de las pasividades por su impacto en la forma de cálculo. Esto era difícil de sostener. La demora en recomponer salarios, sería reprochado posteriormente por muchos sectores y la oposición. Por más argumentos esgrimidos, el gobierno no logró despegarse de esta crítica.
La LUC se instaló en la opinión pública con toda una expectativa sobre el impacto en la vida de las personas y empresas, pero no fue lo que sucedió. Su relevancia estuvo dada por las críticas, por la iniciativa para su derogación, lo que trajo un desgaste de la gestión del Ejecutivo para quedar en el mismo punto. Igual se reconocen logros, portabilidad numérica, instrumentos para el mercado de alquileres y para mejorar la seguridad, etc. Estos se vieron como resultados percibidos más claramente.
Finalmente, una apuesta riesgosa, fue abordar la reforma de la seguridad social, solamente con el consenso de los propios (igualmente con discusiones internas). No obstante, jugó a favor la radicalización de la propuesta de derogarla, con la eliminación de las AFAP y por el que, estas iniciativas, se aprueban solo con votos positivos en el total de votos válidos.

Orsi versus Oddone: ¿confusión o contrapuntos?
Se plantearon supuestas contradicciones entre Orsi y Oddone, pero, lo que si deberíamos esperar es:
Orsi es hombre de ponderación, de componer y ha sabido rodearse de personas lo que le ha permitido lidiar con una intendencia compleja.
Ha dado señales claras de quien es el jefe. Su primer acierto.
Oddone no esconde su parecer, lo que es positivo y obliga a definiciones y que el FA resuelva claramente sobre algunos asuntos.
Un acierto de Oddone, fue señalar que la promesa de no subir impuestos era una irresponsabilidad. Un error no forzado, por una falla del asesoramiento del equipo de Delgado. Igual de irresponsable sería prometer no aumentar gastos, por el nivel de desafíos que el Uruguay enfrenta y factores impredecibles externos e internos.
“Obligado cualquiera pelea”, Orsi optó por empatar la apuesta, o por un error de asesoramiento, o por un arrebato en el fragor electoral, llevado por el hecho mediático ya consumado. Desaciertos incumplibles. Tenía razón Oddone.
Se impone una redistribución de gastos e ingresos (reforma del Estado mediante, o no), batalla con la con la que es difícil de lidiar.
Oddone debería sintonizar con un grupo que es mayoritario en la población, por informalización, ingresos insuficientes, endeudamiento crónico, condiciones poco dignas (asentamientos, cárceles, situación de calle, drogas, enfermedades mentales), los que se ven sometidos a reglas de mercado que son la ley de la selva, la falta de transparencia, los que sufren las posiciones dominante y corporativas en la gran mayoría de los mercados, por mal regulados o por ausencia del Estado, incluido especialmente el sector financiero. En una caricatura: “Tarzán gana, chita pierde”.
Oddone y Orsi saben que se debe abordar un tema postergado, el costo país y desde dos ámbitos, la coordinación de políticas macro, atendiendo a las variabilidad y shocks externos, en particular desde Argentina y Brasil, los movimientos especulativos auto generados y al gigantismo de un Estado emisor contumaz en un mercado valores y dinero poco profundo, mientras se destruyen y funden empresas, producción y sectores. También revisando las fuentes de ineficiencias del estado que se suman por cientos y por miles: superposiciones, duplicaciones, excesos de regulaciones vinculados a chacras y chacritas en todos los servicios.

El plebiscito laudó no modificar la constitución por la seguridad social. El principal tema que generó controversia en los mercados no fue la edad de retiro, tampoco los mínimos jubilatorios, el aspecto sensible fue la abolición de las AFAP.
La nacionalización de las AFAP es un error de apreciación y la controversia generada una confusión. Un tema que sí vale la pena estudiar seriamente es el estado de la regulación y el control de la operación de estos entes financieros y el papel del Estado como regulador y defensor de los intereses de los trabajadores y jubilados, que seguro puede mejorar.
El papel del regulador, la institucionalidad del control y la gobernanza del sistema está para discutirse, de las AFAP, pero también la del sistema financiero en general. Su desempeño ha sido más para cuidar de la solidez e intereses de las instituciones y sus propias espaldas, pero está mucha más ausente en la defensa de los usuarios y clientes del sistema, hoy frente a problemas de fraudes, endeudamientos insostenibles, tasas ridículas e injustificables, insolvencia de empresas y familias, siempre con argumentos en desuso, alto grado de prescindencia y deslindando responsabilidades, copiado de manuales y protocolos obsoletos para la realidad de hoy. Alguien tiene que poner el cascabel al gato, sino hay que cambiar de gato.
De todos ellos esperamos lo mejor y somos optimistas.