La economía de Brasil en 2025 dista bastante de lo que mostró en 2023 y 2024, cuando contó “con el empuje de 2 puntos del PIB en el gasto público”, destacó Samuel Pessoa, investigador y docente en la Fundación Getulio Vargas. Cuando Lula asumió la presidencia, la economía “ya operaba a carga plena”, por lo que el mayor gasto empujó la inflación, advierte. Pessoa sostiene que fue “una estrategia política” en un contexto social polarizado donde “corría riesgo de no llegar” al final del mandato. El PIB creció 3,4% en 2024 y la inflación fue casi 5%, “lejos de los pronósticos”. En 2025 se espera una expansión de 2% y una inflación de 6%. De todos modos, Pessoa opina que el panorama “igual no es tan malo como para que Lula no siga siendo un candidato firme en las elecciones de 2026. A continuación, un resumen de la entrevista.
—¿Cómo debe definirse el momento que está atravesando la economía brasileña?
—Lo que hizo el presidente Lula en el inicio de su tercer mandato fue invertir el orden natural del ciclo político del gasto público. En general es natural que al comienzo del gobierno se modere el gasto público, se cuiden las cuentas públicas, para que una vez nos aproximemos al periodo electoral se esté en mejores condiciones para la manutención de su proyecto político. Luego de electo y antes de asumir, Lula estimuló al Congreso a aprobar una enmienda constitucional que le dio un espacio fiscal adicional de casi dos puntos porcentuales. O sea, comenzó el tercer mandato con un pie en el acelerador del gasto público.
—Una decisión arriesgada…
—Mucho. Tuve muchas dificultades en entender por qué el presidente Lula había tomado esa decisión. Lula es un hombre muy experiente, el mayor líder popular de la historia de Brasil.
Pero además, es un hombre muy inteligente. ¿Por qué tomó esta decisión? Es factible pensar que el presidente Lula evaluó que había ganado la elección por un margen muy estrecho, que la sociedad brasileña estaba, y de hecho lo está, muy dividida, muy polarizada, por tanto, evaluó que si su gobierno no presentaba resultados rápidos, que impactaran en el bienestar de la sociedad, la población en general, podría tener una pérdida de popularidad muy acentuada y hasta quizás, no terminar el mandato. Y por eso, el presidente Lula valoró que era esencial contar con un espacio fiscal en el inicio del gobierno para mantener y ganar popularidad y luego navegar hasta el final del tercer mandato.
Es una estrategia arriesgada, sí. Pero mirando retrospectivamente, vemos que no va a llegar mal al final del mandato. No sé si en condiciones de ser reelecto, esa es otra discusión. Pero no llegará mal.
—Ahora, ese impulso fiscal tan fuerte en 2023 y en 2024, ¿condicionó el desempeño esperado para este y el próximo año?
—Déjenme comentarle algo sobre la sorpresa de 2024 para que podamos entender mejor el 2025. Si estuviéramos conversando en diciembre de 2023, yo diría que en 2024 la economía crecería 1,5% y la inflación sería 3,5%. Eso es lo que diría. ¿Y qué pasó? La economía no creció 1,5%, sino 3,4%, y la inflación no fue de 3,5%, fue de casi 5%. Yo subestimé el crecimiento y subestimé la inflación.
Los economistas erramos en el pronóstico, pero ese error tuvo una consistencia interna. ¿Cuál fue el error? Todos sabíamos que el año pasado sería un tira y afloja entre la política fiscal expansionista y la política monetaria contractiva. Cuando decíamos que el crecimiento sería de 1,5%, que habría una desaceleración de 2023 a 2024, lo que los economistas estábamos diciendo es que los modelos estimados sugerían que en ese “tira y afloje” entre política monetaria y política fiscal, triunfaría la política monetaria. Y lo que descubrimos, es que no solo la política fiscal venció en ese tira y afloje, sino que lo hizo venció por un margen muy amplio. Y cuando descubrimos eso, entendimos que la economía tendría que operar con tipos de interés mayores por un largo plazo. Eso generó una peor percepción de la dinámica de la deuda brasileña. Y ello propició una peor situación para el tipo de cambio.
—La devaluación del real fue una de las consecuencias más notoria de esta combinación de políticas…
—En diciembre del 2023 cerramos a 4,9 reales por dólar, y en el final de 2024 cerró en 6,3 reales. En esta desvalorización del real de aproximadamente 20%, dos tercios de ello responden a motivos domésticos asociados a la peor percepción de la dinámica de la deuda pública. El otro tercio, aproximadamente, está asociado a la victoria de Trump, sus anuncios sobre los aranceles y la repercusión de eso en la relación del dólar con todas las demás monedas del mundo, incluido el real.
—Ahora sí, entonces, con ese escenario previo hablemos de 2025…
—Bien, la economía creció 3,4% el año pasado y este año debe crecer 2%. Como consecuencia de esa sorpresa negativa de una política monetaria menos eficaz frente a la política fiscal, vamos a asistir a incrementos de la tasa básica de interés, la Selic, que ahora está en 13.25% y esta semana tendremos reunión del Comité de Política Monetaria del Banco Central (Nota de R: 18 y 19/3) y la decisión será de un aumento de un punto porcentual. La tasa básica pasará a 14.25% y no se quedará ahí, creo que seguirá incrementándose hasta 15 o un guarismo muy cercano a eso.
—Son niveles de tasas históricamente altos…
—Así es. El nivel histórico es muy alto. Cuando la crisis del gobierno de Dilma Russeff en 2016, llegó al entorno del 14,5% y podemos superarlo en esta ocasión. Eso es la consecuencia de que Lula haya invertido el ciclo político del gasto público, como decíamos, poniendo dos puntos porcentuales del PIB de impulso fiscal en una economía que ya estaba a plena capacidad.
Debemos recordar que la recuperación de la economía brasileña después de la pandemia, fue muy rápida. Fue superior al desempeño medio de América Latina, lo que es un hecho no muy común. En general, la economía brasileña camina en la misma velocidad que las demás economías latinoamericanas. Y en esta oportunidad, en el trienio 2021-23, Brasil creció significativamente mejor que el conjunto de América Latina. O sea, Lula puso gasto público en una economía que ya estaba operando a carga plena. Fue un impulso adicional a la inflación que terminó el año pasado en 4,8%, que vale la pena analizar.
—¿Cuál es la lectura?
—Allí hay mucha inflación de servicios, que es la componente que tiene más inercia, que cambia más lentamente. Y esa inflación de servicios al alza, sugiere que este año la inflación será de 6%. ¿Y por qué tendremos 6% de inflación, incluso con la tasa Selic cerca del 15%, con una política monetaria muy contractiva? Primero, porque el mercado de trabajo aún está a plena carga. Es probable que tengamos alguna desaceleración de este comportamiento hacia el final del año. Hasta que eso no ocurra, las presiones salariales serán un componente que empuje la inflación.
Por otro lado, la inflación de alimentos aún será alta este año. A pesar de que tendremos la mejor zafra de granos de la historia. Tenemos problemas de oferta mundial de proteína animal en Estados Unidos. Tenemos problemas de oferta en Argentina. Y tenemos problemas en el mercado mundial de café en función de una quiebra de zafra muy intensa en Vietnam.
Y estos problemas que mencioné no serán resueltos este año. Por lo tanto, a pesar de la súper zafra brasileña, la inflación de alimentos en Brasil debe ser alrededor de 6% o 7%. O sea, alimentos en el 7%, servicios rondando el 6%, incluso con una moderación en el rubro bienes industriales, la meda de la inflación va a estar en el entorno del 6%.
—Entonces, para 2025, una economía creciendo tan solo 2% y con una inflación del 6%...
—Exacto, ese es el pronóstico. Con una tasa de desempleo creciendo a 7,5% u 8% y un dólar en el entorno de 5,8 reales.
—Pero con una política monetaria tan contractiva como la que se espera, la desaceleración desde 3,5% del año anterior, ¿no podría ser mayor?
—En realidad, la desaceleración es mayor que el número que estoy dando. Depende mucho de la composición de la economía. Lo explico. En la Fundación Getúlio Vargas, dividimos la economía brasileña en dos grupos. El primero lo llamamos economía exógena, y el segundo grupo que llamamos economía cíclica. La economía cíclica es la que responde a la política monetaria, a la política fiscal, y es la que su desempeño está más asociado al mercado de trabajo. Y la economía exógena, como el nombre dice, depende de cosas fuera de la economía brasileña. La componente exógena responde por 30% de la economía y la componente cíclica responde por 70%. ¿Qué hay en la exógena? Agricultura, industria extractiva. Agricultura está esencialmente vinculada al clima. La extractiva mineral es Petrobras y Vale do Rio Doce. O sea, petróleo y hierro, asociados a inversiones hechas en los 10 años anteriores. Otro sector que se toma en cuenta es el inmobiliario, que es algo que cambia muy lentamente. Y el cuarto componente de la economía exógena son los servicios de administración pública, salud, educación, seguridad pública. También son servicios que no cambian de un año a otro. El año pasado la economía exógena creció 1% y la economía cíclica creció 4,5%. Este año, al revés. La economía exógena debe crecer un 4% y la economía cíclica crecerá 1,5%. Es decir, la desaceleración de la que hablábamos de 3,5% para 2%, en realidad, cuando vemos la componente cíclica, es de 4,5% para 1,5%. Una desaceleración fuerte, de 3 puntos porcentuales. Una política fiscal neutra, combinada con una política monetaria muy contractiva debe producir esta desaceleración de la componente cíclica tan fuerte.
—¿Y con ese panorama, que pasará para 2026, año electoral?
—La economía estimo que volverá a crecer en torno al 2%, la inflación deberá caer un poco, entre 5% y 5,5%. Y la tasa de interés deberá comenzar un ciclo de baja. Con estos números que estoy pasando, la economía no va a llegar tan mal al período electoral. Claro que no va a llegar muy bien, porque el mejor momento de la economía fue el último trimestre del año pasado. Ya ocurrió. Y si Lula hubiese seguido el libro texto de la ciencia política, eso debería ocurrir en octubre del año que viene. Pero como llevó adelante una estrategia diferente, llegó al punto más alto de la economía un año y medio antes.

—¿Cuánto puede pesar eso en el proceso electoral?
—Si Lula acepta esta realidad sin demasiada confusión, el daño será menor. Como la base es muy buena, aún llegará bien en 2026.
Los cientistas políticos dicen que, si estamos a más de 90 días de la elección, la investigación de la intención de voto no tiene ninguna capacidad predictiva. No es lo que hay que mirar. Lo que se debe observar son otros indicadores. Especialmente, el indicador de aprobación del Gobierno. Históricamente, si la tasa de aprobación del Gobierno es de 40%, el presidente tiene 50% de posibilidad de reelección. Si la aprobación es mayor que 40%, la posibilidad de reelección aumenta linealmente, y si la aprobación es menor que 40%, la posibilidad de reelección cae proporcionalmente. Sabemos que probablemente Lula entrará el año que con entre 50 y 60% de chance de ganar. Pero, aunque sea el favorito, no entrará el año que viene con favoritismo claro.
—Es un proceso abierto…
—Sí. Otra duda es si un hombre a 80 años de edad está en condiciones para una campaña tan exigente como es la de recorrer Brasil. Y va a ser una campaña dura, porque la derecha brasileña está mejor perfilada que antes, en un escenario polarizado. Esa derecha sabe hacer política, manejar redes sociales, con influencers con mucha llegada. Por otra parte, en este último período el número de brasileños evangélicos aumentó mucho. Una comunidad que está en la base de apoyo de la derecha. La sociedad brasileña ha cambiado mucho en los últimos 20 años. Lula enfrentará un proceso electoral muy difícil.
—¿Es seguro que sea candidato?
—No sé si quiere serlo, pero mi impresión es que el PT lo forzará a estar. No tiene otra alternativa con chances para ganar.
Y otro aspecto importante es conocer el candidato de la derecha. Todo indica que será el actual gobernador del estado de São Paulo, Tarsício de Freitas, un candidato muy fuerte porque, a pesar de ser un candidato de haber sido ungido por Bolsonaro, no es visto por la sociedad como un hombre de Bolsonaro, no es un “Bolsonarista de raíz”. ¿Por qué es importante esto? Porque diversos sectores de la sociedad, ligados al centro, que tienen una aversión a la persona del Bolsonaro, no extienden ese sentimiento a de Freitas.
Porque en una eventual segunda vuelta, una estrategia del PT de “un gran frente contra el fascismo”, como ya lo hizo antes, no sé si funcionaría en ese caso.
—Lula puede pagar caro entonces haber fogoneado la economía sin el timming de llegar en el máximo nivel al final del mandato…
—Fue una elección política, en medio de una gran polarización, y midiendo el riesgo de que quizás no terminaba el mandato, en otro escenario. Si puede sortear este desafío, en una economía que tampoco es que esté en crisis, podría apostar al corregir la situación fiscal en un cuarto mandato. Veremos…