Hace dos semanaslos economistas Daron Acemoglu (MIT), Simon Johnson (MIT) y James Robinson (University of Chicago), conocidos colectivamente en el mundo académico como AJR, fueron laureados por la Academia Sueca por sus estudios acerca de cómo las instituciones se forman y afectan la prosperidad de los países. Si bien AJR no fueron los primeros en preguntarse sobre los efectos de las instituciones en la riqueza de los países, su distintivo aporte recae en responderlas a través de métodos empíricos muy ingeniosos.
Sintetizar sus numerosos trabajos es complejo. Entre ellos se encuentran más de 300 papers, 3 libros de divulgación (Why Nation Fails, The narrow Corridor y Power and Progress), y miles de citas en otras investigaciones (Acemoglu es el segundo economista más citado de la historia). Es decir, sus trabajos han influido en el conocimiento económico generado por otros investigadores.
Quizá todo esto aún no sea suficiente para que leas esta nota. Pero la mismísima historia del Río de la Plata tuvo influencia en la teoría de estos economistas. Relatada por el propio Acemoglu: cuando Juan Díaz de Solís llegó a nuestras fértiles tierras en lugar de encontrarse civilizaciones fabulosas dispuestas a cooperar, fue recibido por Charrúas. Nómades, recolectores, una sociedad no jerárquica distribuida en el territorio, sin experiencia con la agricultura. Por el contrario, con otras poblaciones, como los guaraníes, los colonizadores formaron instituciones económicas como la Encomienda (tierras con mano de obra forzada). Estos hechos históricos, a pesar de su lejanía en el tiempo, podrían ser fundamentales para comprender las diferencias que vemos hoy en las instituciones de nuestra región. Así como explicar por qué Uruguay se distingue de otros países de América Latina, pero a la vez es diferente de América del Norte.
Para comenzar, ¿qué entendemos como instituciones? En el contexto económico, este término se relaciona directamente con expectativas e incentivos. Es decir, en el complejo de interacciones entre agentes económicos (hogares, empresas y Estado), las instituciones pueden verse como un instrumento para reducir la incertidumbre. En concreto, el término engloba las reglas de juego de una sociedad, su sistema de gobierno, el sistema judicial, el derecho de propiedad, así como también aquellas normas informales que influyen en la vida económica.
Dicho esto, que las instituciones importan no es un descubrimiento en sí. Otras ciencias sociales se han encargado de generar vasto conocimiento al respecto. El aporte innovador de la Economía en este tópico recae quizás en una de las cosas que más nos gusta a los economistas: identificar efectos causales, cuantificarlos y entender los mecanismos que los generan. Pero para ello, las instituciones representan un gran desafío, al ser un componente del mercado que no se pueden medir fácilmente. A su vez, pueden ser consecuencia del desarrollo, y no su causa. Por ejemplo, puede ser que a los países más ricos les guste generar más leyes que protejan la propiedad privada.
Resolver un problema: generar medidas sobre las instituciones de los países es complejo, ya que como mencioné previamente, involucran múltiples factores que interactúan entre sí. En la era de los datos, algunos índices tratan de medir de manera sintetizada la calidad de las instituciones tomando en cuenta las características de los gobiernos, sistemas judiciales y reglas económicas en los distintos países. En la siguiente gráfica, por ejemplo, puede verse la relación positiva entre el Índice de Libertad Económica elaborado por la organización Heritage y el PIB per cápita de algunos países en 2023. Este índice se basa en cuatro factores: Estado de Derecho, Tamaño del Gobierno, Eficiencia Regulatoria y Apertura de Mercados. Por ejemplo, dentro de este último se evalúan las restricciones a la inversión extranjera y doméstica (ejemplo: controles de capital).
Podemos ver cómo Uruguay es un país con ingresos per cápita alto (esto no nos dice nada sobre la distribución) y un elevado grado de libertad económica.
Sin embargo, este hecho no necesariamente significa que la calidad de las instituciones cause un mayor nivel de riqueza. Necesitamos más evidencia que esta mera correlación entre las variables. Este es un claro ejemplo de un problema de endogeneidad. Por complejo que suene el concepto, en este caso refiere a que los países ricos difieren de los pobres en muchos otros aspectos no tomados en cuenta por el índice, siendo algunas de estas variables inobservables. También es posible pensar una relación inversa, es decir, que mayores niveles de riqueza expliquen los mayores niveles de institucionalidad.
Como generalmente sucede en economía, las preguntas más relevantes son las que suponen más retos de rigurosidad metodológica: uno de los desafíos más grandes de nuestra profesión es responder preguntas de manera causal. La agenda de investigación de los premios Nobel se basa, en parte, en usar estrategias creativas para resolver el problema antes descrito. Los economistas AJR notaron que, si bien los países más ricos tienden a ser los que en el pasado poseían colonias y los más pobres aquellos que eran colonizados, no todos los que fueron colonias hoy son países pobres. Pensemos por ejemplo en la diversidad económica de Latinoamérica: tanto el territorio que hoy es Uruguay como Haití fueron colonias, pero sus realidades actuales son muy diferentes, pero también lo son con respecto a Australia. Esto se abordada en “The Colonial Origins of Comparative Development: An Empirical Investigation” AER, (2001) y “Reversal of Fortune: Geography and Institutions in the Making of the Modern World Income Distribution” QJE (2002). Los autores hacen foco en cómo las distintas estrategias coloniales han generado diferentes modelos de instituciones que persistieron a lo largo del tiempo y tuvieron efectos en la prosperidad económica de largo plazo. Esto es, lo que pasó hace más de 500 años puede tener efectos hoy.
Mientras que en algunos lugares el objetivo era explotar a la población indígena, extraer recursos naturales y favorecer a las élites, generando así instituciones extractivas (malas) porque no había incentivos a largo plazo, en otros se introdujeron instituciones inclusivas (buenas) que garantizaban el derecho de propiedad y posteriormente generaban beneficios para los colonos que eligieron quedarse. Esta teoría logra explicar la “Reversión de la Fortuna”, el hecho de que algunas zonas que fueron muy ricas hoy son pobres (Imperio Inca) y lugares que eran pobres hoy son más ricos (algunas zonas de EE.UU. y Canadá).
Entonces, ¿cómo se forman estas instituciones?, ¿Qué condiciones favorecen la creación de instituciones inclusivas? Medir los efectos de los distintos tipos de instituciones mediante un experimento con países es ética y logísticamente imposible, AJR usan lo que conocemos como quasi-experimentos. Para esto buscan variables que actúen como mediadores, en este caso deberían estar correlacionadas con la calidad de las instituciones contemporáneas (causa) pero no directamente sobre el desarrollo económico hoy (consecuencia) ni otras potenciales explicaciones como la cultura, la cual retomaré más adelante. Variables como la incidencia de enfermedades, mortalidad o la densidad de población durante las colonias explican el tipo de instituciones que se formaron, pero no directamente sobre el PIB hoy. Imagine ser un colono: los lugares que preferiría para instalarse seguramente sean aquellos con menores tasas de mortandad ocasionadas por enfermedades peligrosas y donde la población indígena no supusiera una resistencia, es decir zonas poblacionalmente menos densas. La historia o mecanismo detrás es, esencialmente, que las condiciones de vida durante la colonización (ejemplo mortalidad de los colonos), definieron el tamaño de los asentamientos europeos y qué tipo de instituciones traían (inclusivas o extractivas): si venías con tu familia, querías participar de la democracia; si ibas a hacer comercio de esclavos, querías un autócrata local. Estas estructuras permanecieron aún luego de la independencia y evolucionaron hacia las instituciones contemporáneas que afectan la prosperidad económica actual.
En síntesis: las excolonias que heredaron instituciones inclusivas tienen mayores niveles de desarrollo económico actual. Por el contrario, aquellas que heredaron instituciones extractivas presentan economías más débiles y desiguales. Estos trabajos no están exentos de críticas. Pero sin dudas, AJR utilizaron datos novedosos y un método innovador a inicios de este siglo, para abordar una gran pregunta.
Todo (no) es cultural. Los resultados de AJR señalan que la relación observada entre las instituciones y el desarrollo económico no se debe a otros factores como ubicación (latitud), clima, religión, recursos naturales preexistentes y composición racial. Las instituciones tienen un rol más importante que otras teorías relacionadas a la cultura o factores geográficos. Un ejemplo utilizado por AJR es la ciudad de Nogales dividida entre EEUU y México. Ni la geografía, ni la cultura son diferentes, pero las instituciones sí y en consecuencia el desarrollo económico a ambos lados de la frontera. Sin ir más lejos, podemos pensar en Uruguay y Argentina. Nadie puede negar las similitudes culturales a ambos lados del río. Sin embargo es posible pensar que parte de la divergencia en la prosperidad económica recae en el tipo de instituciones.
Cambiar con credibilidad. El aporte de los Nobel va un paso más y demuestra que un país puede liberarse de las instituciones heredadas y formar nuevas. Para ello, el consenso de la sociedad civil y la credibilidad son clave. De acuerdo al trabajo de los autores AJR, las instituciones extractivas no tienen beneficios en el desarrollo económico de largo plazo, pero se alinean con el interés de las elites. Mientras que los grupos poderosos se beneficien del sistema, la población no confiará en sus promesas de cambio, lo que perpetúa la pobreza.
En cambio, la democracia es un claro ejemplo de institución inclusiva. Al momento de escribir, estamos a días de la celebración de las elecciones nacionales en nuestro país, es fundamental reconocer y celebrar su importancia, porque este tipo de instituciones son una condición necesaria para el crecimiento sostenible.
-Micaela Garrido es Economista, investigadora, Universidad de Montevideo.