OPINIÓN
Desde abril, junto con el rebote de las bolsas globales, se registró también una fuerte recuperación de los precios de los commodities.
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Esa recuperación de los commodities empezó en los metales, siguió por el petróleo y se ha ido extendiendo (gradualmente) al resto de los productos, incluidos los alimentos. La plata subió cerca de 100% a US$ 23, el oro 30%, a US$ 1900 la onza, el cobre 40% a casi US$ 3 por libra, el crudo Brent 150% a US$ 44 el barril, la leche en polvo entera 20%, a más de US$ 3200 la tonelada y la soja casi 10% a US$ 330, entre otras alzas.
¿Estamos ante el inicio de un nuevo ciclo o sólo ha sido un rebote transitorio que se revertirá rápidamente?
Por cierto, se trata de preguntas difíciles, cuyas respuestas están impregnadas de incertidumbres inusualmente elevadas, pero que deben abordarse evaluando sus determinantes macro. Porque más allá de los factores micro que influyen en cada producto, relacionados con las condiciones de oferta y demanda en los respectivos mercados, hay fundamentos transversales para ciclos que suelen ser bastante sincronizados. Los dos más importantes son el crecimiento mundial y el comportamiento global del dólar.
De hecho, el boom de commodities observado entre 2003 y 2014 estuvo explicado por una elevada expansión económica mundial, sobre todo en el primer quinquenio y el bienio siguiente a la crisis financiera, y por un agudo ciclo de debilitamiento global del dólar, que terminó definitivamente hacia mediados de 2013. Desde ese momento, el fortalecimiento relativo de Estados Unidos frente al resto del mundo y el consiguiente retiro de los estímulos monetarios por parte de la Reserva Federal, impulsaron una tendencia sistemática a la apreciación de la divisa estadounidense, que contribuyó al desplome de los commodities. También influyó la desaceleración de China, el menor crecimiento global y la maduración de proyectos (mayor oferta) en algunos rubros. Esto último se había gestado en la confianza de un superciclo aún más duradero.
Hoy, tras un sexenio de precios deprimidos, las expectativas sobre los fundamentos aparecen más favorables.
Primero, por el repunte en marcha del crecimiento mundial liderado por China, cuyo PIB ya rebotó cerca de 10% en el segundo trimestre. Esto debería irse extendiendo al resto de los países durante la segunda mitad del año y hacerse más nítido en 2021, tal como lo anticipa la recuperación de las bolsas. Por supuesto que ello es condicional a una contención más definitiva de la pandemia, en particular con el desarrollo exitoso de vacunas y su distribución rápida a escala mundial.
Segundo, porque el dólar parece haber culminado en marzo el mencionado ciclo de fortalecimiento global e ingresado eventualmente en una nueva etapa de debilitamiento, como insinuaba acá en la columna del 23 de marzo. La divisa estadounidense es una moneda globalmente contracíclica: tiende a fortalecerse en tiempos de crecimiento mundial mediocre e inclinado hacia Estados Unidos, y a debilitarse en las fases de reactivación y mejor desempeño relativo del resto. Éste sería el escenario de corto plazo, aunque con gran incertidumbre sobre su prolongación más allá de 2021.
No sólo hay dudas sobre la perspectiva para el crecimiento por la evolución de la propia pandemia, sino también de las implicancias de las elecciones de Estados Unidos en su consolidación fiscal, las relaciones con China, la globalización y las políticas de la Fed.
Todo eso impacta en el dólar y como consecuencia en los commodities.
Si triunfa el Partido Demócrata como hoy reflejan las bolsas electorales y las casas de apuestas, podría esperarse mayor cooperación con China, cierta reglobalización y una reducción creíble del déficit fiscal.
Si Trump es reelegido, tampoco es descartable un giro hacia esas políticas, dada su aspiración a un crecimiento económico sostenido y la imposibilidad de volver a ser candidato presidencial.
Ambos casos serían consistentes con un período prolongado de dólar débil y commodities altos, favorecido también por la ausencia de presiones inflacionarias y la mantención de condiciones monetarias muy expansivas. Dicho impulso podría sostenerse mientras la Fed no insinúe el retiro de los estímulos, ni abandone la política de tasa de interés en cero.
Con todo, un escenario de riesgo, que podría revertir esta alza de las materias primas, pasa por la prolongación de las tensiones con China, ya sea porque Trump (siendo reelecto) las mantiene, o porque un eventual gobierno demócrata no las aplaca. Eso no puede descartarse, pero parece menos probable, desde un punto de vista estratégico.
En conclusión, la recuperación reciente de los commodities podría marcar el inicio de un nuevo ciclo de “buenos precios”. No sólo es sugerido por los determinantes macro, sino también por algunos factores micro. Evidentemente cabe esperar una reacción lenta de la oferta en algunos rubros, debido a menos proyectos e inversiones durante los últimos años, tanto por las bajas en rentabilidades como por trabas gubernamentales.
Quizás no sea un ciclo de precios tan altos como en la década del boom, pero probablemente mayores a los registrados en el último sexenio. Quizás no sea un ciclo tan largo como aquél, pero eventualmente menos transitorio que un mero rebote de rápida reversión.