Kevin Thozet (*)
Resistencia del crecimiento económico, retorno de una economía sin inflación y crisis bancaria. Hemos tenido un trimestre agitado. Aunque la voluble narrativa económica ha sido sinónimo de volatilidad en los mercados financieros, durante el trimestre se restableció la correlación negativa entre los precios de la renta variable y los de la renta fija. Se hizo en un momento de gran tensión, cuando los inversores más lo necesitaban.
Esto nos ha hecho redescubrir las virtudes de la diversificación. Mientras que hace un año no había activos en los que encontrar refugio, este año la tenencia de deuda core ha ayudado a amortiguar la caída del mercado en plena tormenta de la crisis bancaria. Tras un periodo de varios años en el que los mercados se administraron en gran medida, seguido de un año de ajuste en el que se puso fin al apoyo incondicional de los bancos centrales, los fundamentales económicos vuelven a tomar el relevo.
El entorno actual se presta especialmente a la estructuración de una cartera que combine los motores de rentabilidad (como las inversiones en renta variable y crédito) con los motores de diversificación (como la renta fija estadounidense y alemana).
En cuanto a la rentabilidad, más allá del alivio de comprobar que las recientes quiebras se limitan a unas pocas instituciones bancarias no muy bien gestionadas, los mercados de renta variable cuyas valoraciones han sufrido tanto por la creciente ola inflacionista, deberían seguir beneficiándose de la ralentización de la subida de precios iniciada en otoño. Sobre todo porque los inversores siguen siendo especialmente cautos, si no excesivamente. En los mercados de deuda corporativa, las primas de riesgo en algunos segmentos ya se encuentran en niveles de recesión, por lo que anticipan un deterioro de la coyuntura.
En cuanto a la gestión del riesgo, los principales factores que podrían afectar a la propensión al riesgo en los próximos meses estarán relacionados con el creciente entorno recesionista. Esta perspectiva podría acabar lastrando a los mercados de renta variable y de crédito, pero, por el contrario, apoyaría a los bonos con mejor calificación. Sin embargo, las recientes grietas que empiezan a aparecer en el sistema (los bancos regionales estadounidenses o el grupo bancario suizo), así como la ralentización del crecimiento económico están poniendo límite al nivel de los tipos de interés.
Se ha abierto una ventana de oportunidades para invertir en los mercados de renta variable y de renta fija en los próximos meses. Sobre todo porque la secuencia que se avecina podría provocar su cierre. En efecto, la nueva ecuación energética, así como el cambio de rumbo de las autoridades monetarias estadounidenses, podrían invertir los efectos compensatorios entre acciones y bonos.
La gestión activa también implica la estructuración dinámica de las carteras. Su objetivo es adaptar la estructuración a las distintas fases del ciclo económico, combinando activos financieros con propiedades complementarias y teniendo en cuenta estos cambios de régimen.
(*) Portfolio Advisor de Carmignac.