La degradación ambiental impacta en las vidas de los más pobres del mundo. Las Intendencias pueden hacer algo para cambiarlo. Aquí va una propuesta.
Meses atrás, tres investigadores de la PUC de Chile —Hernán Barahona, Francisco Gallego, y Juan Pablo Montero— dieron a conocer un estudio sobre el impacto de la restricción a la circulación de vehículos en ese país.
Experiencias cercanas.
Las autoridades de Santiago de Chile en 1986 fueron las primeras en América Latina en introducir un programa de restricción del uso de vehículos. Se prohibía el uso de automóviles cuando la contaminación alcanzaba niveles críticos. Pocos años después, Ciudad de México implantó el programa Hoy-No-Circula, que obligaba a no usar el auto un día de la semana durante todo el año. Luego se sumaron, con intervenciones similares, San Pablo en 1996, Bogotá en 1998, Medellín en 2005, Quito en 2010...
Incentivos perversos. Los estudios sobre los programas como Hoy-No-Circula muestran ciertos impactos positivos en corto plazo. Sin embargo, a largo plazo las personas terminan comprándose un auto adicional (crece la congestión) y muchas veces de menor calidad (más viejo y de segunda mano, y por ende más contaminante).
Una variante interesante de los programas de restricción al uso de vehículos es el permitir usarlo todos los días de la semana si el auto es "amigable con el medio ambiente". Este detalle se ha luego introducido en las reglamentaciones de Chile y México. Los investigadores Barahona, Gallego, y Montero estudian especialmente el impacto de estos nuevos programas en su artículo científico de abril de 2015.
Santiago a la cabeza.
Las autoridades de Santiago de Chile implementaron en 1986 la prohibición de que un 20% de los vehículos circularan los días en que se preveía que la contaminación del aire alcanzara niveles críticos. Las restricciones se hicieron cada vez más frecuentes: en 1990 casi todos los días de la semana, de abril a diciembre, se aplicó la prohibición. Tiempo después, el gobierno de Santiago decreta que todos los autos del año 1993 y modelos posteriores registrados en Santiago y sus alrededores debían estar equipados de un convertidor catalítico (en otras palabras, debía ser un auto "verde") y no tendrían ninguna restricción. En cambio, los autos no equipados de esa forma estarían sujetos a la restricción de uso en un día de la semana de 6:30 a 20:30 horas.
Barahona y sus colegas emplean una base de datos que contiene información de 323 alcaldías de Santiago durante 7 años (2006-2012) con información detallada de la evolución del parque automotor. La estrategia de identificación de impacto consiste en comparar Santiago, donde se aplicó el decreto, con el resto del país.
Uno podría pensar que esa comparación no es una buena estrategia porque Santiago es una región de mejor posición económica y esto podría explicar que una mayor proporción de personas compraran autos "verdes". Sin embargo, los autores tienen en cuenta este aspecto y, aun controlando por el ingreso, Santiago presenta un parque automotor más limpio luego del decreto sobre convertidores catalíticos.
Ser verde, vale.
Los investigadores de la PUC de Chile identifican tres impactos de la restricción a circulación de autos contaminantes. Primero: el efecto de esta restricción es grande en términos de la composición de la flota de automóviles, haciendo más "verde" el parque automotor de Santiago. Segundo: no encuentran ninguna evidencia de que la restricción semanal de autos contaminantes genere incentivos perversos a comprar un segundo auto. En realidad, se genera un incentivo a comprar un auto más nuevo y más "verde". Tercero, la restricción de circulación tuvo un impacto importante en el precio de los automóviles contaminantes: dado que los conductores valúan más un auto que pueda ser usado todos los días de la semana, los precios de los autos "verdes" son 20% mayores.
Barahona, Gallego, y Montero concluyen señalando que las restricciones a la circulación vehicular son instrumentos que se están empleando cada vez más en América Latina para luchar contra la contaminación del aire y el tránsito congestionado. Si las autoridades diseñan mal sus restricciones a la circulación pueden acarrear resultados indeseados. Sin embargo, la experiencia de Santiago de Chile de focalizar la restricción en los autos contaminantes y premiar a los "verdes", muestra que este tipo de políticas puede ser efectiva, acelerando la renovación de la flota hacia vehículos más limpios. Además, las políticas de restricción a la circulación tienen el atractivo de ser más fáciles y más efectivas de implementar que otras alternativas como los subsidios a la compra de chatarra o a la compra de vehículos con baja emisión.
Incentivos correctos.
No podemos negar el problema de la contaminación creciente ni pasar indiferentes. Tenemos el desafío de superar las formas inmediatistas de entender la economía, luchar contra nuestro egoísmo y tomar conciencia de la gravedad de ciertas conductas respecto al medio ambiente. La degradación ambiental y la degradación humana van de la mano. No es suficiente un discurso verde si no se cambian conductas personales (por ejemplo, cuando bajan a la playa con el perro no respetando el cartel de "prohibido"). Los diseñadores de política tendrían que ir por delante, animarse a pensar en grande y estar dispuestos a sufrir ataques de los poderosos. Los excluidos y más vulnerables demandan nuestra actitud inconformista.
Alejandro Cid