La economía brasileña sufrirá el impacto de la tragedia generada por las lluvias en Río Grande del Sur. Las inundaciones en el Estado limítrofe con Uruguay golpearon muy fuerte uno de los motores productivos del país, especialmente a nivel agropecuario. Sergio Vale, economista jefe de la consultora MB de San Pablo, estima que el PIB de Brasil perderá por lo menos 4 décimas de punto porcentual en su impulso durante 2024, a partir de las trágicas inundaciones. Vale ubica el mayor impacto en el arroz y los lácteos —donde observa una oportunidad comercial para Uruguay—, pero advierte de los enormes daños en infraestructuras y la desaparición de una gran cantidad de pequeñas empresas. Se pregunta si es posible recuperar el entramado social y productivo del Estado, al tiempo que manifiesta optimismo en el compromiso federal con la reconstrucción de Río Grande. A continuación, un resumen de la entrevista.
—¿Cuál es el impacto estimable de las inundaciones de Río Grande del Sur (RGS) en la economía brasileña?
—Después de casi dos meses de lluvias, está disminuyendo el nivel de las aguas. Todavía es muy temprano para hacer estimaciones precisas. Podemos hacer una comparación con situaciones similares que atravesaron otros países en el pasado, como es el caso del huracán Katrina en 2005 en Estados Unidos, donde el estado de Louisiana tuvo una caída muy fuerte de actividad. En base a ello, hemos hecho alguna aproximación. El PIB en Brasil estaba creciendo hasta el mes de abril. Desde allí, a partir de las lluvias en el Sur, estimamos una caída de la economía que podría llegar hasta 2% en el peor momento. Un fuerte golpe a la actividad, una detención casi total de la agricultura en RGS, destrucción de buena parte de las regiones con mayor producción de todo el Estado. Eso comenzó en abril y afectó prácticamente todo el mes de mayo. Ahora se empieza a trabajar en la reconstrucción. Y volviendo al ejemplo de Lousiana, no estamos en Estados Unidos, que tiene muchos más recursos para la recuperación. En el caso brasileño hay una gran inseguridad acerca de cómo será ese proceso.
—La expectativa previa de crecimiento económico para este año en Brasil era de entre 1,5 y 2%...
—Más cercano al 2%, dado el buen arranque del año. Incluso, antes de lo ocurrido en Río Grande, había muchas opiniones apuntando a una revisión al alza, algo que ahora es bastante más difícil. Las estimativas de mercado para el crecimiento económico del primer trimestre se conocerán en los próximos días, y en la media estarán por el 2%. Pero en el segundo trimestre tenemos esta afectación. En lo personal, creo que la crisis en Río Grande implicará una incidencia negativa de 0,4 puntos porcentual en el crecimiento de este año para todo el país. Hay que ver la velocidad de la recuperación para el segundo semestre.
En el caso de Río Grande del Sur, estimábamos un incremento de la actividad económica hasta abril de 3,5%, pero es probable que la cifra final sea negativa, hasta 2%.
—¿Cuánto incide Río Grande en la economía nacional de Brasil?
—El PIB de Rio Grande do Sul es 6,5% del PIB brasileño. El principal componente es la agricultura que representa alrededor del 12% de la actividad de ese sector a nivel nacional. Y hay varios productos en los que RGS tiene una fuerte preponderancia. Es el caso del arroz, donde estamos viendo la puesta en marcha de operaciones de importación para contraponer a la fuerte caída de la producción, en el sector más afectado. El arroz es básico en el consumo de los hogares de los brasileños, y el 70% de la producción nacional tiene su origen en la región afectada. Allí hay pérdidas enormes para el productor gaúcho y para el país. Algo parecido ocurre con la producción del sector lácteo, fuertemente golpeado. Río Grande del Sur también es el primer o segundo productor del país en manzanas, duraznos, trigo, avena, vitivinicultura, cerdo, aves, entre otros rubros. Todos muy afectados.
En otros segmentos de producción el impacto es menor; por ejemplo la soja, donde ya se había levantado el 80% de la cosecha. Un punto importante es que buena parte de las praderas quedaron anegadas. Esas superficies que deberían dedicarse al pastoreo de los animales se perdieron, llevará mucho tiempo volver a la normalidad. Y si luego llega la seca, será un problema tremendo.
Y hay una preocupación adicional. El desastre que ocurrió con las inundaciones en pleno fenómeno de El Niño, que también los ha afectado a ustedes en Uruguay y lo mismo en Argentina, puede ser seguido por La Niña, como ocurrió en los tres años anteriores. Es una gran posibilidad, puede venir una seca importante en el Sur de Brasil, impactando en zonas que difícilmente recién van a estar saliendo de las inundaciones. Ese sería un escenario extremadamente complicado.
—Decenas de miles de personas se quedaron transitoriamente sin empleos, algunos en forma permanente. Hay referencias sobre empresas que difícil ente puedan reabrir…
—Existe un gran problema con la situación de las empresas más pequeñas, en distintos rubros. Pequeños comercios, talleres, servicios, lamentablemente tienden a desaparecer ante esta situación, dado que por su escala les está siendo muy difícil superar las pérdidas. Tal vez tengamos ahí una consolidación de las actividades en torno a empresas mayores. Un gran problema para el enorme entramado de empresas pequeñas.
Hay mucha preocupación sobre cómo será la economía después de las inundaciones. ¿Qué empresas quedarán?, ¿qué Estado tendremos por delante?, ¿será que tendremos una migración muy fuerte?, ¿llegarán las inversiones que se necesitan? Todavía no hay respuestas.
—¿Cómo ha sido afectada la industria de transformación, que tiene un importante desarrollo en varios rubros, como la metalmecánica o el automotor?
—Bastante menos que el sector agropecuario. Quizás el principal problema para este sector es el anegamiento de las rutas y caminos, la pérdida de infraestructuras y transportes, lo que afecta la continuidad de la producción.
No solo rutas y caminos, también el aeropuerto más importante del Estado está en una situación complicada. La pista tal vez tendrá que ser reconstruida. Eso da una idea de cuánto se afecta la logística. Impacta de lleno en la salida y entrada de productos y termina afectado el comercio interno, con otros estados y las exportaciones.
—Precisamente, parte de la producción que Uruguay exporta a Brasil entra por vía terrestre…
—Hay mucha infraestructura dañada, sin dudas eso está generando costos adicionales. Las rutas están anegadas, hay que procurar otros recorridos, más largos, con otras dificultades. Eso es un costo añadido al producto, que no favorece el comercio. Bajando las aguas, como ocurre ahora, va a haber tramos que se podrán utilizar inmediatamente. Pero hay otras con mayores daños.
—Dadas las pérdidas en la producción del Estado de Río Grande, ¿puede haber una demanda mayor de productos uruguayos en determinados rubros?
—Creo que sí; especialmente en rubros como lácteos y arroz, donde no se va a poder satisfacer la demanda. También puede haber necesidad de adquirir trigo. Allí hay una oportunidad de negocios para Uruguay y Argentina, en medio de esta tragedia.
—¿Qué se conoce sobre la reconstrucción de las ciudades e infraestructuras dañadas?
—El gobierno federal ha daño ya señales. Hay un movimiento muy grande de solidaridad desde Brasilia. Hay también un interés político: un Estado que tiene un perfil más a la derecha a lo largo del tiempo, donde el gobierno nacional de izquierda trata de hacer lo mejor posible para ayudar a los damnificados. Una dificultad importante en esta etapa puede ser de qué manera se resuelven los liderazgos de este proceso. Hay muchos prefeitos involucrados, el gobernador Eduardo Leite, el gobierno federal con el propio Lula a la cabeza, que creo un ministerio extraordinario para atender esta situación, donde nombró a un hombre de su confianza y de su partido, Paulo Pimienta, con pretensiones políticas en este Estado. Lo que parece faltar es una coordinación técnica para afrontar esta situación.
—¿No estaba preparado Brasil para la ocurrencia de fenómenos como este?
—La magnitud de estas inundaciones fue histórica, superó cualquier medida de prevención. Se llevó muchas vidas humanas y hay miles sin hogar. La reconstrucción deberá tener en cuenta esto. La variabilidad del clima y prepararse para la ocurrencia de estos fenómenos en el futuro. El lado positivo de esto es que puede convertirse en un caso testigo, en una base importante de ejemplo para otros estados. El país debe sacar enseñanzas de todo esto.
—¿De qué forma impactará esta crisis en la inflación?
—Pienso que habrá un impacto sí en los precios minoristas, sobre todo en el rubro alimentos. Pero estimo que será de corto plazo. No espero un traslado a inflación de este fenómeno, a lo largo del año.
El impacto mayor está en la actividad, y en las cuentas fiscales, indudablemente.
—¿El gasto no previsto en la asistencia a RGS incidirá fuerte en las finanzas públicas?
—Las cifras que se manejan a nivel federal en cuanto a los recursos que se pondrán a disposición del programa de reconstrucción son muy importantes, 20 billones de reales en primera instancia. Y en un país en el que el déficit público está elevado, con una situación fiscal precaria, pensar en incrementar ese déficit en este momento, no ayuda mucho.
Probablemente va a haber un deterioro mayor de las cuentas públicas. Los 20 billones de reales que se van a poner a disposición para Río Grande del Sur representarán 0,2 puntos porcentuales más de déficit. El año pasado fue un mal año desde el punto de vista fiscal, este año no va a bajar, probablemente subirá, dado este escenario inesperado. Y para 2025 y 2026, no es muy alentador el panorama, según las estimaciones de mercado.
—La idea de una economía que va a crecer menos debido a la tragedia en RGS, ¿puede frenar la reducción de tasas de interés pronosticada?
—Semanas atrás se concretó la mudanza de la meta fiscal y el Banco Central decidió desacelerar la baja de tasas de interés. Todo el mundo esperaba que se diera una reducción del 0,5%, pero finalmente es de 0,25%. Y para las próximas reuniones quizás no haya más bajas. Una tasa de interés que todos esperábamos que estuviera a esta altura entre 8 y 9%, sin embargo debemos contentarnos con tasas de entre 10 y 10,5%. Es un escenario complejo, donde la cuestión fiscal no ayuda, y menos la necesidad de recursos que emerge de la inesperada situación en Río Grande.