Salud en tiempo de crisis

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Foto: Pixabay

OPINIÓN

Los shocks económicos negativos aumentan la mortalidad. Fomentar la esperanza —con acciones concretas— es un buen antídoto.

En Estados Unidos, las “muertes por desesperanza” —por ejemplo, por sobredosis por opioides— han aumentado de manera alarmante. Angus Deaton —premio Nobel de Economía— señala que esta tendencia podría ser explicada por una combinación de resultados económicos y sociales negativos. Justin Pierce (Reserva Federal) y Peter Schott (Universidad de Yale) acaban de publicar la investigación “Trade Liberalization and Mortality: Evidence from US Counties” en la revista científica AER: Inshights. Encuentran que cuanto más se deterioró el mercado de trabajo, mayor “mortalidad por desesperanza”. En Uruguay estamos bajo una crisis severa. Pierce y Schott nos podrían decir: “uruguayos, estén prevenidos para evitar la desesperanza, que se mide en vidas”.

Estados Unidos y China

A comienzo del 2000, se produjeron algunos cambios en la política comercial de Estados Unidos que llevaron a que algunas industrias se vieran especialmente amenazadas por las importaciones desde China. En las zonas del país, donde estaban instaladas las industrias amenazadas, el mercado laboral recibió un shock económico negativo y persistente. Pierce y Scott comparan las tasas de mortalidad de esas regiones antes y después de los cambios en la política comercial de Estados Unidos. Trabajan con datos por región desde 1990 a 2013. Encuentran que las regiones más afectadas por el shock económico negativo terminan sufriendo mayor mortalidad por sobredosis. Y los que mueren son personas en edad de trabajar.

Actuar ya

¿Qué podemos hacer para evitar las muertes por desesperación? Victoria Baranov (Universidad de Melbourne) nos da una pista. Su trabajo se publicó hace un par de meses en American Economic Review: “La mayor contribución de nuestra investigación consiste en ofrecer la primera evidencia científica de que tratar la depresión tiene efectos positivos, grandes, sobre las decisiones que toman los individuos, y esos impactos positivos —también económicos— perduran muchos años después”. El estudio de Baranov y colegas se titula “Maternal Depression, Women’s Empowerment, and Parental Investment”. El consejo es claro: ir al médico —o ayudar a que alguien vaya al médico— ante los primeros síntomas, es útil para prevenir la desesperanza.

Baranov lo estudia para una población de 903 madres que sufren depresión prenatal en zonas rurales de Pakistán. Evalúan así el impacto de una de los mayores programas de psicoterapia a nivel mundial. El Thinking Healthy Program. Se enfoca en identificar y modificar distorsiones cognitivas comunes en la depresión, usando técnicas de escucha activa, colaboración con la familia, y ayudando a descubrir el pensamiento saludable. Siete años después, los investigadores vuelven a Pakistán y encuentran que el impacto positivo persiste. Observaron también consecuencias inesperadas del programa: aumentó el empoderamiento financiero de las mujeres y las inversiones que hacían en la crianza de sus hijos.

Descubrieron medicamento

En la sección de Ciencia y Tecnología de The Economist, hace unas semanas, publicaban otro remedio para evitar las “muertes por desesperación”. Steven Cole (Universidad de California) lidera un equipo de psicólogos, neurocientistas e inmunólogos. Observan que las personas que quedan aisladas socialmente tienen mayor propensión a sufrir inflamaciones. El profesor Cole y sus colegas comenzaron a realizar una serie de experimentos con personas que se encontraban aisladas. Encontraron algo sorprendente: si se les pide a las personas que están solas que se ocupen de los demás (por ejemplo, enviando un WhatsApp, llamando por teléfono, etc.) se reducen tanto los sentimientos de desesperanza como las inflamaciones. Encontraron un remedio muy atractivo para los economistas, es barato y muy eficaz: ocuparse de los demás.

Otra vacuna

“Cuando se pregunta si la cena familiar es importante, más del 90% de los padres dicen “sí”. Sin embargo, menos de la mitad de las familias en EE.UU. cenan juntos”. Así se expresa Anne Fishel, profesora de Harvard y fundadora del Family Dinner Project, programa del que participan dos millones de familias. Monitor on Psychology —revista de la American Psychological Association— la entrevistó unos meses atrás acerca de los recientes descubrimientos en su área.

La Dra. Fishel señalaba que compartir la cena en familia no solo tiene efectos positivos en la salud cardiovascular y en prevenir el asma y la obesidad, y en la cantidad de lenguaje adquirido y rendimiento académico. Tener cenas familiares de manera habitual disminuye la depresión y ansiedad, disminuye el consumo de sustancias, y hace menos probable involucrarse en hechos violentos. Señala Fishel que, obviamente, para lograr esto hay que invertir, hay que preparar los momentos de cena familiar.

El Family Dinner Project precisamente ofrece recursos para obtener el máximo de esos momentos familiares: desde recetas para ir juntos a la verdulería y cocinar en familia, juegos para divertirse mientras comen, consejos prácticos para comenzar conversaciones y programas de desarrollo de habilidades para uno mismo o para transferir a familias de una ONG. A los economistas nos atraen especialmente este tipo de programas: con pequeños “empujoncitos” (en términos de Thaler, Premio Nobel en Economía), que están al alcance de todo bolsillo, se pueden prevenir grandes costos para los individuos y sus familias (y para la sociedad).

Prevenir efectos del covid-19

Las crisis deterioran las oportunidades de empleo. Pierce y Schott predicen un aumento de la mortalidad por desesperanza. No nos podemos quedar de brazos cruzados. Como nos sugieren las citadas investigaciones, los agentes claves en materia de prevención son las familias, las organizaciones, y los diseñadores de política. Y siempre hay algo básico que podemos hacer, y está al alcance de la mano: sembrar esperanza en nuestra familia. #DeEstaSalimosJuntos

(*) Decano de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad de Montevideo.

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