"El gran mercado homogéneo, con cadenas de suministro garantizadas y decisiones basadas exclusivamente en los costos, se ha roto”, asegura el especialista español Xavier Ferrás, docente y asesor en temas de innovación y nuevas tecnologías. Advierte que una serie de eventos en los últimos tres o cuatro años terminaron por configurar un mundo distinto, “donde la tecnología genera una barrera de entrada”, dice, y añade que todo se dividirá “entre quienes generen esa tecnología y los que la consumen”. En ese nuevo contexto, a los países y empresas que tradicionalmente lideraron los procesos de cambio, “hoy se suman estados autocráticos con planificación a largo plazo y gigantescas corporaciones que invierten en inteligencia artificial. China le disputa el liderazgo a EE.UU., “estamos en una segunda guerra fría”, asegura; mientras, otros asiáticos se suman a la carrera y Europa corre riesgo de perder relevancia. A continuación, un resumen de la entrevista.
—¿Cómo observa la evolución de la inversión en I+D y su impacto económico?
—Ha habido un cambio de velocidad determinante en los últimos tres años. Todos pensábamos que el mundo iba a converger tranquilamente en un estándar único, me refiero a la globalización. Todos íbamos a seguir el modelo occidental de economía de libre mercado y de democracia liberal. Pero desde hace tres o cuatro años, esto se ha roto.
—¿Que factores que están detrás del cambio?
—Vivíamos en un mundo homogéneo; un gran mercado único, donde no hay prisa por hacer las cosas; las cadenas de suministro están garantizadas y el driver es el costo. “Haz lo que tengas que hacer en el sitio más barato”, fue la consigna. Así se ha formado una generación de directivos y de economistas y de líderes mundiales. Pero eso fue cambiando. Hay una primera crisis en 2017 con Huawei, que empieza a ofrecer tecnología muy buena y barata. Con el auge del 5G, el mundo occidental, con Trump a la cabeza, empieza a preocuparse.
—Luego viene la pandemia…
—Exacto, y entramos en pánico. Nos faltan textiles avanzados, piezas críticas para los hospitales, etc. Europa se ha desindustrializado, y nos damos cuenta entonces, cuando se rompen las cadenas de suministro, que en Europa no hay prácticamente nada. Y los países empiezan a competir entre ellos, a cerrar fronteras, a embargar material médico. En medio de todo eso, se toma conciencia de que no tenemos semiconductores. No somos capaces de fabricarlos; ¿qué pasa si no nos llegan desde Asia? Europa se va al paleolítico. No somos independientes ni tecnológica ni industrialmente. Viene la guerra en Ucrania y nos enteramos de que tampoco somos independientes en materia energética, ni en ciberseguridad. Como consecuencia de ello, todo el mundo se ha lanzado a invertir en controlar esas tecnologías. Lo que antes se decidía por bajo costo, ahora pasa por resiliencia, seguridad, desarrollo de talento local. Hay que producirlo en casa. El mundo ha cambiado. Y radicalmente. El que no ingrese en esa nueva carrera global quedará rápidamente fuera.
—Más que una evolución homogénea, global, es una carrera individual…
—Quien controla el campo de la tecnología, tienes más mercado, y de esa forma puede hacer más I&D y algoritmos todavía mejores, con lo cual sigue captando mercado y sigue invirtiendo más y mejor. Entonces, la economía de la I+D tiende a tener connotaciones monopolísticas. Al final, el ganador se lo lleva todo. Entonces, la tecnología crea una barrera de entrada. Quien no sabe hacer eso no lo va a poder hacer, simplemente. Por eso yo creo que el mundo se va a dividir entre generadores y consumidores.
—¿Estamos ante un cambio de era?
—Yo creo que sí, al que tendremos que adaptarnos. Si hemos vivido la mayor parte de nuestra vida bajo el mantra de la globalización, de un mundo estable, donde las cadenas de suministro podían estar en cualquier parte, donde todos los países iban a converger y respetar las reglas, ahora entramos en una era mucho más fragmentada a nivel geográfico, mucho más clusterizada a nivel económico y tecnológico y con mucho más componente de I+D. Según el Banco Mundial, el mundo en promedio ya invierte 2,7% del PIB en I+D. España está en 1,4%. La media ya está notoriamente por encima de un país occidental europeo. Y más allá de lo que España o Uruguay puedan incrementar su inversión; el tema es a la velocidad que crece la inversión de China, Japón, SurCorea o EE.UU. Nuevamente el mundo se está partiendo.
—En esta nueva configuración, cada vez tienen más peso las corporaciones, lo que redefine la competencia global…
—Efectivamente. Se está reconfigurando la economía global con diferentes players. Por un lado Estados autocráticos que están planificando hoy a más largo plazo, caso China, y están creando campeones nacionales. Por otro lado, los campeones nacionales que ya existían en EE.UU., cuya dimensión es absolutamente desbordante. En este juego de hipercompetición tecnológica, no solo juegan los países y las estrategias nacionales. También las grandes plataformas. Amazon invierte US$ 73 mil millones en I+D, y Alphabet, 39 mil millones. Esas grandes corporaciones están haciendo investigación básica, cosa que nunca se había hecho antes a nivel privado, y están invirtiendo cantidades que incluso los países no pueden invertir, por ejemplo, para entrenar modelos de inteligencia artificial. Por encima de cualquier universidad. Gigantes como Google o Microsoft están acumulando ese conocimiento, con todo lo que ello puede significar para la humanidad.
—¿Observa riesgos en ello?
—Es que las viejas reglas ya no sirven. Europa se posiciona como regulador, de una forma un poco ingenua. Pero si EE.UU. sigue invirtiendo cantidades astronómicas de una forma mucho más liberal, con menos regulación y en China se hace sin contemplaciones ni controles, ¡qué vamos a regular nosotros!
Hasta hace muy poco hablábamos de dos fuerzas que funcionaban simultáneamente, globalización y cambio tecnológico. Pues se han desacoplado. La globalización se está revirtiendo, pero la innovación se está acelerando.
—¿Qué papel le cabe a la inversión pública en esta carrera tecnológica?
—Aquí se ha roto también otro mito. Especialmente Europa se ha dado cuenta de que ha estado durmiendo desde la Segunda Guerra Mundial. Asumimos toda una corriente ideológica basada en eficiencia operativa, de no intervención, donde el mercado decida. Pero mientras muchas voces desde Estados Unidos propugnaban por ese paradigma, en el mismo país se hacía otra cosa. Una carrera espacial, por ejemplo, con fuerte inversión pública. La industria de tecnología norteamericana no se puede explicar sin la inversión pública en defensa y en aeroespacio. Todo sale de ahí. EE.UU. llegó a la frontera de la tecnología con fuerte inversión pública y la participación de gigantes corporativos. Hicieron política industrial y tecnológica. Europa no lo hizo y luego vino Asia, que lo ha hecho, pero a su manera.
—¿China puede superar a Estados Unidos?
—En 2022, el Ministerio de Ciencia y Tecnología de Japón hizo un estudio diciendo que China ya superaba a Estados Unidos en investigación científica, en cantidad y calidad. Y el año pasado China superó a EE.UU. en el índice Nature, que es uno de los más selectivos a nivel científico. En algunos ámbitos de la ciencia, China ya está arriba. Supera ya los 450 mil millones de dólares en inversión en I+D. Por ejemplo, en inteligencia artificial, donde el volumen de publicaciones científicas chinas ya está a la cabeza. Por tanto, por primera vez una potencia no occidental, está controlando campos estratégicos de la tecnología. Estados Unidos no se va a quedar atrás. De ahí esa acción defensiva, de reconcentrar tecnología, ciencia, industria avanzada en los territorios de origen.
—¿Qué significa que Asia lo haya hecho “a su manera”, como dijo antes?
—Lo que han hecho es concentrar tecnología, talento e industria en áreas concretas, como los semiconductores. Empezaron con industria muy poco sofisticada, atrayendo inversión extranjera por bajo coste. Aprenden de los extranjeros, luego viene el producto propio, después tecnología propia y finalmente ciencia. Ese modelo se aplicó primero en Japón, luego en Corea del Sur, luego en Taiwán y ahora en China. Y probablemente pase en Vietnam, Tailandia y otros países de Asia a corto plazo.
—¿Y cuál es el rol tendrá Europa en este nuevo escenario?
—Por lo menos se va cambiando la mentalidad. Con la pandemia y la guerra en Ucrania, se ha dado cuenta que necesita un rol más activo del Estado en ese terreno, que n o se trata solo de un tema de mercado, es bastante más estratégico. Hay una clara sensibilidad en la Unión Europea de que necesitamos autonomía estratégica y que hay que reconcentrar actividades. Alemania está poniendo un montón de dinero, con participación del Estado, para atraer fábricas de semiconductores, porque sin semiconductores. Volkswagen o BMW van a tener que parar.

—En este contexto, ¿qué pueden hacer los países latinoamericanos, en general con inversiones en I+D muy bajas, para no seguir perdiendo relevancia?
—La economía cada vez más se construye en base al conocimiento, al desarrollo de I+D. Economías pequeñas pueden despuntar en base a talento y tecnología, con buenas políticas públicas detrás. El Estado debe liderar esos procesos. En Asia hay varios ejemplos de países sin recursos naturales que han logrado despegar en base a la innovación. Pero hay que trabajar a largo plazo; cuando un país invierte sensiblemente menos que su entorno, o se conforma con otro modelo de negocios, como recursos naturales y sol y playa, o el final del bienestar está próximo.
—¿Hacia dónde nos lleva este cambio de era?
—A corto plazo yo diría que vamos a un mundo fragmentado, estamos en una Segunda Guerra Fría. Cuando la guerra fría era entre EE.UU. y la URSS, Europa tenían un rol importante. Hoy que el centro de gravedad se corre en dirección a Asia, Europa está claramente perdiendo relevancia política en el mundo, y va a perder más. Evidentemente, Asia y EE.UU. van a ser los polos dominantes en los próximos años. Porque están haciendo bien los deberes en términos de I+D, reconcentrando actividades. Y de ahí emergen las ventajas competitivas del futuro.
Lo positivo es que por primera vez en la historia, gracias a la tecnología, tenemos prácticamente soluciones materiales para casi todo. Lo que logrado en comunicaciones, en energía, entre otros campos, era insospechado años antes. La parte negativa es que nos estamos desorganizando para conseguirlo, en relación con la organización dominante que teníamos antes. Y en esa nueva forma de organizarnos, está el rol de las grandes corporaciones. Me cuesta realmente hacerme una idea de hasta dónde llegará el poder de las grandes corporaciones. Y el rol de las democracias en este nuevo mapa.
—El viejo mapa tenía como centro preservar los grandes desarrollos industriales y las fuentes de energía. Hoy eso esdiferente…
—Creo que los mapas geopolíticos se van a basar en los grandes clústeres de conocimiento. ¿Dónde están los grandes clústeres? Y se están formando en Asia, son concentraciones de talento, tecnología, industria, con gran producción científica y concentración de patentes. Según el Global Innovation Index, se están formando en Tokio, Yokohama, Beijing, Seúl, Shenzhen… y recién después viene Silicon Valley. Hay un mundo distinto.