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Estamos desaprovechando el potencial de gran valor que tienen los adultos mayores, la población que más va a crecer en los próximos años.
“Equidad para todas las edades”, fue el lema con el que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) conmemoró este año el Día Internacional de las Personas de Edad, con el objetivo de sensibilizar sobre la importancia de la inclusión digital de las personas mayores, abordando al mismo tiempo los estereotipos, prejuicios y discriminación asociados a esta etapa de la vida.
El crecimiento de la población de edad es una realidad, el número de personas mayores en todo el mundo se duplicará respecto del actual, y superará los 1.500 millones para 2050.
Estos datos, sumados a una instancia que tuve la oportunidad de moderar “¿Qué esperamos cuando somos adultos mayores?”, organizado por SURA Asset Management, me invitaron a reflexionar sobre cuál es nuestra postura como sociedad en este nuevo contexto.
El mundo está cambiando y los prejuicios que mantenemos sobre el adulto mayor son los que nos impiden adaptarnos. Tal como lo expone la ONU, los resultados obtenidos en una encuesta realizada a 83.034 personas en 57 países demostraron que una de cada dos personas tiene múltiples estereotipos y perjuicios en relación a los adultos mayores.
Es momento de despojarnos de esos prejuicios y desasociar el concepto de tercera edad con el de dependencia y de evitar caer en el edadismo (entender que todos los adultos mayores son iguales). Muy pocos adultos de 65 a 75 años tienen niveles de dependencia medios o altos, sin embargo mantenemos un estereotipo limitante respecto a ellos.
La realidad es que nos enfrentamos hoy a una población de adultos mayores totalmente activa, con habilidades cognitivas plenas, experiencia, capacidad e intención de seguir una vida dinámica, que supera ampliamente a aquellos que requieren de una asistencia completa. Claramente esto no es inconsistente con la existencia de determinadas necesidades para facilitar su movilidad e inclusión en espacios públicos, elementos que aseguren el ejercicio de su autonomía, como ejemplos. Es hora de dar el paso y entender que el adulto mayor no se conforma con un banco para sentarse a alimentar palomas, y que esa imagen es en sí misma el estereotipo al que hay que dejar de recurrir.
Existe una longevidad saludable, eso a lo que todos aspiramos, es mucho más que envejecer sin enfermedades, se trata de mantenerse activos, sentirse valorados e incluidos dentro de la sociedad. Es incluso más allá de las prestaciones o elementos financieros que toman la agenda de hoy en día (por sustancial que sea).
En este contexto, debemos generar estrategias integradoras, que aborden las necesidades de esta población, crear políticas que permitan a las personas continuar formándose y mantenerse activas, tanto física como mentalmente, y generar espacios de convivencia y libertad. Sociabilizar, compartir con amigos —personas de edad similar cuando menos— es una de las cosas que mantienen saludable emocionalmente a cualquier persona ¿Por qué no pensar en esto cuando nos referimos a nuestros adultos?
Un ejemplo a seguir es el implementado en México con la creación de la Universidad de la Tercera Edad en la ciudad de Mexicali. La iniciativa, fundada por el especialista Alberto Tapia, tiene como objetivo promover un envejecimiento activo con diversas actividades como talleres de yoga, tai chi, actividad física, natación, inglés, lectura, computación, nutrición, entre otros. La iniciativa es muy pequeña, pero el objetivo es inmenso en su ambición.
La revalorización de la figura del adulto mayor y su participación en la vida social, tanto como en el mercado laboral, es primordial para que estos disfruten y puedan aprovechar esa mayor longevidad.
Para aquellos que quieran darle un toque más de mercado: el envejecimiento desarrollará rápidamente un mercado de clientes de más de 55 años que demandará productos y servicios específicos. Ver a estos consumidores desde el estereotipo limitante sería una gran pérdida de oportunidad. El adulto mayor no solo es fundamental en los cuidados de otras generaciones, sino que muchas veces es protagonista en el soporte financiero al núcleo familiar. De uno u otro enfoque, toca preguntarse si no es el momento de dar el paso hacia adelante.
Comprender este contexto, es fundamental para encarar una de los temas que más nos preocupa y que está actualmente en estudio, que es el funcionamiento eficiente del sistema de previsión social.
Históricamente, el sistema ha ofrecido buenas respuestas en el pasado, pero en la actualidad las instituciones que lo integran, como ser las cajas paraestatales, los servicios estatales y el Banco de Previsión Social (BPS), se encuentran en una situación deficitaria.
Estos factores demográficos, sumados a la forma vertiginosa en la que está cambiando el mercado de trabajo, establecen grandes desafíos para las generaciones futuras al momento de pensar en la etapa de retiro y en el acceso a jubilaciones adecuadas.
Estamos desaprovechando el potencial de gran valor que tienen los adultos mayores, la población que más va a crecer en los próximos años.
En este sentido, es necesario crear un sistema de retiro flexible que permita una transición —de empleo formal— que contemple los deseos y posibilidades de las personas. Debemos aprovechar las capacidades, la experiencia y trayectoria de este gran colectivo. Habilitemos pensar en esto como una oportunidad intergeneracional.
(*) GSebastián Peaguda, Gerente Genral de AFAP SURA.