El gobierno asumió con la necesidad de realizar una corrección del déficit fiscal, que había cerrado 2019 en 3,9% del PIB (GC-BPS, sin cincuentones). Este se componía de un déficit primario del 1,4% y un pago de intereses de 2,5%. Existe cierto consenso en torno a que, para lograr que la trayectoria de la deuda en relación con el PIB se estabilice en el mediano plazo, Uruguay necesita un superávit primario cercano al 0,5%. Dado cierto nivel de deuda, la trayectoria de la relación deuda/PIB dependerá del crecimiento de la economía, de la evolución de los ingresos y egresos primarios del gobierno y de la tasa de interés (exógena para un país como Uruguay).
Días atrás, el gobierno presentó las proyecciones económicas para el período 2023-27, en un contexto en donde luego de reducir el déficit primario hasta 0,1% en setiembre de 2022, este aumentó hasta llegar en mayo al 1,4% del PIB. Ello se explicó por una caída de 0,5 p.p. del PIB en los ingresos del GC, un aumento en la inversión de 0,5 p.p., un aumento en las transferencias de 0,4 p.p. y un aumento en pasividades y remuneraciones de 0,2 p.p. En igual período, la recaudación del BPS aumentó 0,3 p.p.
Lo anterior es relevante ya que permite conjeturar acerca de si el deterioro se debió a factores transitorios o permanentes y, por tanto, si es posible cerrar 2023 con un déficit primario de 0,7% y lograr una reducción adicional en 2024 al 0,3% como propone la rendición de cuentas. Según lo previsto, las mejoras en lo que resta del año se explicarían por reducciones de la inversión de 0,4 p.p. y de los gastos no personales (vinculado al cierre del fondo Covid) de 0,2 p.p. No surge de lo proyectado por el gobierno un impacto significativo de la sequía en las cuentas públicas, ya que los ingresos en relación al PIB se mantendrían incambiados y porque no se prevén aumentos significativos de las transferencias.
Pensando en 2024-27, la trayectoria esperada del déficit surge de una cuenta simple: si la meta es reducirlo, los ingresos tienen que aumentar por encima del PIB o, alternativamente, los egresos deben crecer a un menor ritmo de que lo que lo hará la economía. De las proyecciones del MEF surge que el principal factor detrás de la reducción del déficit en 2024-27 es el aumento de los ingresos, que pasarían del 19% del PIB en 2024 al 19,3% en 2025. Ello requeriría de un aumento real de los ingresos del 4% anual en 2024 y 2025, por encima del crecimiento esperado del PIB. Si bien es posible que en 2024 el crecimiento del PIB sea superior al 3%, no es evidente que los ingresos crecerán un 4%, máxime cuando la recaudación se verá afectada por la reducción de impuestos que ha sido impulsada por el gobierno y que todavía no impacta en las cifras observadas a mayo 2023.
En ausencia de un aumento de los ingresos por encima del PIB y si los egresos crecen al tope máximo permitido por la regla fiscal en 2025-27 como se proyecta, es improbable que el déficit se reduzca. En este contexto, cabe preguntarse cuál es el fundamento detrás de que la inversión crezca un 30% real anual en 2025-27 y pase del 1,1% del PIB al 2,2%. O bien la proyección de egresos es incorrecta, o el próximo gobierno deberá realizar una reducción adicional del déficit si pretende estabilizar la relación deuda/PIB que incluso con un déficit de 0% en 2025-27 no se estabilizaría según lo proyectado.
Por último, es relevante considerar que en 2024-25 el gasto público aumentaría en términos reales un 2,5% y 2,8% respectivamente, en línea con el piso que supone el aumento previsto de las pasividades (se ajustan en base al aumento real de los salarios) y los aumentos previstos del gasto para 2024 por esta rendición y la anterior. Si el crecimiento fuese inferior al 2,9% proyectado para 2025-27 y los egresos e ingresos se incrementan al mismo ritmo, el déficit primario se ubicaría en torno al 0,5% y las necesidades de corrección fiscal en el próximo período serían todavía mayores.
A modo de síntesis, es importante tener en cuenta que: i) para estabilizar el ratio deuda/PIB, Uruguay necesita un superávit primario efectivo del 0,5% del PIB; ii) la meta de reducción del déficit primario en 2024-25 (de 1,4% a 0%) requiere de un crecimiento promedio del PIB de 3,3% y un aumento real de los ingresos superior al 4%; iii) las proyecciones contenidas en la rendición de cuentas prevén un resultado primario de 0% en 2025-27, insuficiente para estabilizar el ratio deuda/PIB; iv) Si la proyección de egresos es correcta, la reducción proyectada del déficit en 2025-27 se explicaría únicamente por un aumento de los ingresos en relación al PIB, algo poco probable; v) no debe desestimarse el riesgo de que el crecimiento sea inferior al proyectado y que la corrección fiscal necesaria en el próximo período de gobierno sea superior.
Por tanto, será muy relevante que durante la campaña electoral, los candidatos incorporen estos aspectos y sean conscientes de que el margen para aumentos del gasto en la Ley de Presupuesto 2025-30 continuará siendo muy limitado, e incluso, es probable que sea necesario que el gasto público real deba aumentar por debajo del crecimiento del PIB si no se quiere aumentar los impuestos.