Terremoto 2.0: el impacto del retorno de Trump a la presidencia en Estados Unidos

Comienza a consolidarse la alineación de posiciones negacionistas del cambio climático en las Américas, lo que afectará directamente las negociaciones globales y sin duda centrará las discusiones en la próxima COP en Brasil.

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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, habla en la Oficina Oval de la Casa Blanca mientras anuncia aranceles recíprocos, en Washington este 13 de febrero de 2025.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, hablando en la Oficina Oval de la Casa Blanca.
Foto: AFP

Pocos analistas habrían anticipado la magnitud del impacto que el inicio de la nueva administración de Trump ha generado, tanto en el ámbito interno de Estados Unidos como en sus relaciones internacionales y comerciales. Si bien se conocían diversas declaraciones de campaña, estas no diferían mucho de las emitidas durante su primer mandato, salvo por una mayor vehemencia en el mensaje y una creciente polarización en el escenario político estadounidense. Muchos esperaban que los cambios se implementaran de manera gradual y moderados por el propio sistema político del país.

Sin embargo, Trump ha llegado con una versión renovada, con decisiones inmediatas que abarcan desde una narrativa anti-woke[1], hasta el negacionismo climático con la ya anunciada salida del Acuerdo de París. También se ha evidenciado la participación directa de las élites económicas en su administración, el impulso a un nuevo proteccionismo comercial, con aranceles impuestos a China y amenazas hacia sus socios del T-MEC[2] (y otros países), una política migratoria centrada en deportaciones masivas, y un giro radical en su política exterior que ha implicado acciones fuera de la diplomacia tradicional. Además, se ha interrumpido la asistencia internacional, particularmente las operaciones de USAID[3], y se ha promovido el lema "drill, baby, drill[4]", con un mayor énfasis en la exploración y extracción de petróleo en territorio estadounidense. También ha presionado políticamente sobre el Canal de Panamá y Groenlandia, por mencionar algunos de los muchos puntos de su amplia agenda, ya en gran medida implementada mediante Órdenes Ejecutivas[5], todas en el transcurso de su primer mes de mandato.

Con estos primeros y contundentes indicios sobre el rumbo de esta nueva administración, podemos realizar un análisis más detallado sobre los posibles impactos inmediatos en el sector energético y los temas climáticos en América Latina, áreas que forman parte de los asuntos más controvertidos de la agenda interna de Estados Unidos.

En primer lugar, comienza a consolidarse la alineación de posiciones negacionistas del cambio climático en las Américas, lo que afectará directamente las negociaciones globales y sin duda centrará las discusiones en la próxima COP en Brasil. La salida de Estados Unidos del Acuerdo de París también está influenciando la postura de grandes corporaciones, fundaciones y bancos de inversión en relación con sus políticas de reducción de emisiones, así como sus inversiones en energías limpias y finanzas verdes. Este giro ya es evidente en la reconfiguración de las estrategias Ambientales, Sociales y de Gobernanza (ESG) dentro de las grandes corporaciones estadounidenses, lo que condiciona la disponibilidad de recursos para proyectos ambientales. Un ejemplo claro de esta transformación es la decisión de BlackRock, la mayor gestora de activos del mundo, de abandonar la Net Zero Asset Managers[6], seguida por JP Morgan, Goldman Sachs y Wells Fargo, que también se retiraron de las alianzas climáticas tras la elección de Trump y la oficialización de su postura.

En segundo lugar, la apuesta por el desarrollo de la industria petrolera y la maximización de la extracción de petróleo en territorio estadounidense, bajo el lema "drill, baby, drill", contiene un mensaje implícito que, si bien esperado, no necesariamente tendrá los efectos esperados a corto plazo. Aunque esta promesa era una de las más anticipadas, no estaba claro que el exdirector ejecutivo de una de las principales empresas de fracturación hidráulica del país estaría a cargo del Departamento de Energía, lo que da un mayor peso político a la iniciativa. Sin embargo, pese a las declaraciones oficiales que impulsan un aumento en la producción, la perforación de nuevos pozos dependerá principalmente de los precios del petróleo, es decir, del umbral al que las compañías petroleras puedan cubrir sus costos y seguir siendo rentables. En 2024, el precio de equilibrio del barril de petróleo para nuevos proyectos de perforación en EE.UU. fluctuaba entre 59 y 70 dólares. Si los precios internacionales caen por debajo de ese mínimo, es probable que no se logre un incremento real en la producción. Con el precio del WTI[7] alrededor de los 71 dólares por barril, las perforaciones son rentables, pero no lo suficiente como para justificar grandes inversiones sin señales claras de demanda. Además, persiste el temor a una sobreproducción que podría causar una caída de precios, como ocurrió en 2014 y 2020.

Por otro lado, en este contexto de precios del petróleo, los proyectos renovables siguen siendo económicamente competitivos y favorecen la descarbonización de la matriz energética de forma natural. Sin embargo, tecnologías emergentes como el hidrógeno verde o el almacenamiento de energía aún requieren apoyo externo y dependen de los incentivos fiscales que fueron promovidos por la administración Biden y que persiste la incertidumbre sobre su continuidad.

En tercer lugar, en América Latina se reconfiguran nuevamente los bloques geopolíticos. Un ejemplo claro de ello es el acuerdo entre Estados Unidos y El Salvador para el desarrollo de la energía nuclear en este país centroamericano, lo que podría posicionar a la industria de pequeños reactores nucleares fuera de Estados Unidos, un mercado que el país busca liderar pero que necesita demostrar la viabilidad de la tecnología con casos en el terreno.

Por último, cabe destacar el impacto de las barreras arancelarias como medida proteccionista para las industrias locales. El paquete de aranceles de Trump tiene como objetivo proteger a las industrias estadounidenses, generar ingresos y servir como elemento de negociación con sus socios comerciales. Esto impactará directamente en muchos productos, incluida la energía y sus usos finales. Un solo componente del motor de un automóvil puede cruzar la frontera entre México, Canadá y Estados Unidos más de tres veces durante el proceso de fabricación. Además, gran parte de la demanda eléctrica de los estados del norte de EE.UU. depende del suministro de Canadá. Aunque se puedan reubicar capacidades industriales en territorio estadounidense o instalar nueva capacidad de generación eléctrica, este cambio será gradual y afectará los precios internos, lo que podría resultar en una pérdida de competitividad para muchos productos estadounidenses. Este escenario tendría un impacto directo en el desarrollo de nuevas industrias, como la electromovilidad, y en el liderazgo que China podría seguir consolidando en este sector, lo cual parece paradójico dentro de la lucha por el liderazgo global.

Es probable que durante este año sigan implementándose y ajustándose muchas de estas medidas (y otras) y que también comiencen a activarse mecanismos de control interno, que deberían funcionar como contrapesos dentro del arreglo institucional del país. Sin embargo, lo cierto es que la velocidad de las acciones ha superado la capacidad de respuesta de las instituciones. A nivel internacional, estas discusiones también empezarán a formar parte de la agenda, siendo protagonistas en foros como la COP en Brasil.

- Alfonso Blanco es Director del Programa de Energía y Clima del Inter-American Dialogue. Ex Director Ejecutivo de OLADE y cofundador de Fundación Ivy.

[1] “Woke” es el término en inglés que en su traducción literal es “despertado” y es el término que se emplea muchas veces peyorativamente para referirse a los simpatizantes a los movimientos políticos progresistas y perspectivas que alegan y enfatizan políticas identitarias relacionadas con las personas LGBT, las personas negras, las mujeres y movimientos ambientalistas.
[2] El T-MEC es el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá, un acuerdo comercial que entró en vigor en marzo de 2020. Este tratado reemplazó al TLCAN (NAFTA en inglés)
[3] La Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional es la agencia estadounidense independiente encargada de distribuir la ayuda exterior de carácter no-militar, cooperando con los países receptores en las áreas económica, agrícola, sanitaria, política y humanitaria.
[4] “drill baby drill”, perfora nena perfora, es parte del discurso inaugural de Trump para referirse a un nuevo impulso extractivista de su industria petrolera reafirmando su compromiso de impulsar la producción nacional de petróleo y reducir los costes energéticos
[5] Órdenes Ejecutivas (Executive Orders en inglés) o Decretos Presidenciales son directivas pertenecientes al derecho administrativo en Estados Unidos dictadas por el Presidente que administran las operaciones de la rama ejecutiva del gobierno federal con el objetivo de hacer cumplir las leyes.
[6] La iniciativa Net Zero Asset Managers es un grupo internacional de gestores de activos que apoya el objetivo de alcanzar cero emisiones netas de gases de efecto invernadero para 2050 o antes.
[7] West Texas Intermediate (WTI) es un flujo de crudo producido en Texas y el sur de Oklahoma y es utilizado como punto de referencia en la fijación de precios internacionales del petróleo.

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