Uber en Montevideo: una regulación con foco equivocado

No hay ningún inconveniente que en un mercado haya tasas de entrada y salida de oferentes. A más dinámico el mercado, más presión para que los oferentes menos eficientes reduzcan su tamaño o se retiren de él. En cambio, los más eficientes ganan cuota de mercado y crecen.

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Aplicación de Uber. Foto: Fernando Ponzetto

El sistema de transporte oneroso es un sistema de licenciamiento: una entidad pública da una licencia, autoriza a circular, regula y monitorea. Estas acciones aportan al bienestar público mediante la reducción de riesgos en el transporte y el cumplimiento de estándares laborales y sanitarios. Sin embargo, pueden también reducir la eficiencia de la economía, elevar costos a los consumidores y llevar a asignaciones deficientes de recursos.

Esta semana hemos presenciado un nuevo round entre Uber y la Intendencia Municipal de Montevideo. La IM realizó un llamado para el otorgamiento de nuevos permisos para conductores de aplicaciones de transporte. Según informa Uber, se presentaron más de 6.000 solicitudes y la IM aprobó solo 200. Uber manifestó su molestia asegurando que legalmente el cupo máximo de permisarios es 4.000, que la IM no los cubre y por esta vía excluye a quienes buscan una oportunidad económica. El director general del Departamento de Movilidad, Pablo Inthamoussu, contestó públicamente a la empresa. En esta nota comentamos estas declaraciones.

“Cuando irrumpió Uber en Uruguay realmente se complicó. Nosotros optamos por el camino de la regulación.” Esto es razonable, la entrada de un nuevo oferente al mercado es de esperar que genere impacto, sobre todo si la entrada se da en una escala importante. También es razonable que la IM regule, es su potestad y mandato.

“Una regulación que del 2016 a la fecha creemos ha dado sus resultados. Y no ha quedado nadie por el camino.” Como hecho fáctico esto es cuestionable. Han quedado por el camino quienes quisieron operar con las aplicaciones y no se les otorgó permiso, así como quienes no encontraron rentable esta actividad.

“De eso se trata esto y de eso se trata esta medida que acabamos de tomar con un llamado que se hizo público y sorteo. Y vamos a ir paso a paso porque nuestra obligación como regulador es buscar el punto de equilibrio.” No es claro a qué punto de equilibrio se refiere. ¿Será entre los intereses de las empresas que operaban previo a Uber y los nuevos entrantes? ¿Será el cálculo de una tasa de rentabilidad para alguna de estas empresas?

“Acá no se inventan viajes. Cuando vino Uber, no se inventaron viajes. Los viajes existen en la ciudad”. Dos comentarios. Primero, ley de demanda mediante, a menor precio mayor cantidad demandada. En cambio, si el marco competitivo induce mayores precios, la cantidad de viajes será menor. Algunas personas que toman Uber o Taxi preferirán el ómnibus y otras se pasarán del bus a la bicicleta o a caminar. Por supuesto, que la cantidad demandada de algunos productos puede responder más o menos que otros, es lo que los economistas llaman elasticidad de demanda. Segundo comentario. Supongamos el caso extremo de una elasticidad de demanda 0, donde las cantidades son completamente rígidas a cambios en los precios. Solo en esa situación extrema tendría razón Inthamoussu. Supongo que algo similar se podría haber dicho cuando se incendió el Tienda Inglesa del Punta Shopping. Los pobladores no dejaron de comprar leche que tiene un precio tarifado, simplemente se dirigieron a otro proveedor. Ahora, la desaparición de un oferente presiona los precios al alza y genera caída de las cantidades consumidas de productos con elasticidades no nulas.

 “Entonces tenemos que ser muy cuidadosos porque nosotros a los sectores preexistentes como los taxis, los escolares, los remises, el transporte colectivo, los tenemos que cuidar”. Este comentario es realmente problemático. El propósito de la regulación no tiene que estar nunca en proteger a las empresas activas en el mercado. El foco tiene que ser mejorar el bienestar social y esto implica mejorar el bienestar de los consumidores. Lo que está describiendo Inthamoussu es una situación de un regulador cooptado.

“Creemos que hemos ido encontrando un punto de equilibrio con una regulación muy a la uruguaya. No copiamos ninguna regulación, la hicimos nosotros.” Esto es algo que solemos decir en nuestro país. No entiendo por qué creemos que hacer algo “a la uruguaya” es mejor que aplicar lo que otros ya han aprendido a hacer en el mundo.

“La prueba está que han pasado unos cuantos años y no ha quedado nadie por el camino”. Esto no es prueba. De hecho, no hay ningún inconveniente que en un mercado haya tasas de entrada y salida de oferentes. A más dinámico el mercado, más presión para que los oferentes menos eficientes reduzcan su tamaño o se retiren de él. En cambio, los más eficientes ganan cuota de mercado y crecen. De este cambio en las participaciones es que se generan mejoras en la productividad agregada. Caso contrario, se produce una asignación ineficiente de recursos que en última instancia retrasa el crecimiento económico y el bienestar de los consumidores.

“Los regulados siempre reclaman, siempre defienden intereses. Nosotros los reguladores somos los que tenemos que regular.” Completamente de acuerdo. Todos los regulados tienen intereses. Los preexistentes y los nuevos. El regulador tiene que nivelar el campo para que puedan ofrecer su producto, siempre con el foco puesto en el usuario.

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