entrevista a Sebastian Torres

Un 34% de trabajadores activos con problemas de empleo en 2022

En base a un indicador que agrega varias dimensiones del mercado laboral, se observa una mejoría en la comparación del año 2018 con 2021 y 2022; una fuerte incidencia de la reducción de la informalidad.

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Sebastian Torres
Sebastián Torres – Economista de la Oficina de Coordinación de Naciones Unidas en Uruguay
Francisco Flores - El Pais

Luis Custodio

Un indicador que apunta a evaluar la evolución de la calidad del empleo en Uruguay, refleja que las condiciones de empleo han mejorado en los últimos años en el país. “Comprender las características de la heterogeneidad estructural del mercado de trabajo es relevante para identificar grupos de población menos favorecidos y sectores de actividad con mayores problemas”, argumenta Sebastián Torres, economista de la Oficina de Coordinación de Naciones Unidas en Uruguay.Torres es coautor del trabajo, junto al también economista y consultor de Cepal, Martín Lavalleja. Para la elaboración de este indicador, tomaron en cuenta el desempleo, la informalidad, el subempleo con bajos ingresos y el trabajo con una carga horaria mayor y baja retribución. El trabajo compara las cifras de 2018 y 2021; una actualización reciente, permite extender la comparación a 2022 y confirmar la mejora en los indicadores. A continuación, un resumen de la entrevista.

—¿Cuál es el objetivo perseguido con este estudio?

—Detrás de este trabajo está la intención de analizar en profundidad la cuestión de la heterogeneidad productiva y estructural en América Latina en general y en Uruguay en particular. Todos los países publican la evolución de nivel de actividad, empleo, desempleo, informalidad, subempleo. Son distintas categorías que hacen a la evolución de indicadores de calidad del mercado laboral. Nuestro objetivo fue determinar algo que definimos como “problemas de empleo”: agregando esas categorías que representan distintos problemas en lo laboral, en un único indicador. Cuando nos preocupamos por generar políticas activas de empleo y de desarrollo productivo, podemos tener una dimensión de la evolución del trabajador que recoja cada una de las dimensiones que mencionamos antes y que afectan de distinta forma al individuo. Un trabajador desempleado, el que gana muy por debajo de lo que podría definirse como necesario para vivir, el que trabaja un número de horas excesivo o el que trabaja menos de lo deseado, así como el que trabaja sin cobertura de seguridad social. Son diferentes categorías, por supuesto, desde el punto de vista de la medición, pero para el análisis de las políticas para el mercado laboral nos puede ayudar tener una visión conjunta de esos “problemas de empleo”.

—¿Cuáles fueron los indicadores específicos que tomaron en cuenta?

—Lo que hicimos fue analizar la sumatoria de cuatro categorías, que son las que nosotros entendemos que reflejan esos “problemas de empleo”. Las personas desocupadas, los ocupados informales, los subempleados que ganan menos de un umbral que nosotros definimos de suficiencia de ingresos y los formales que trabajan más de 40 horas semanales y tampoco alcanzan ese umbral. Es importante destacar, en el caso de Uruguay, que en cada uno de estos indicadores, se mantiene como un país bien posicionado en la región, lo cual no quiere decir que no tenga tareas pendientes por delante en cada una de estas áreas.

—¿Y qué evolución observaron?

— El trabajo que presentamos incluye datos de 2018 y 2021, y podemos añadir 2022, que lo calculamos recientemente. La lectura de este indicador para Uruguay nos muestra que ha venido en descenso, lo cual es un buen dato a nivel agregado. En 2018, nos dio un 37% de activos con problemas de empleo. En 2021, en medio de la pandemia, cayó a 36% y en 2022, según cifras preliminares, vuelve a caer, en esta ocasión al 34%. O sea, desde el punto de vista de estas cuatro dimensiones que tomamos en cuenta, las condiciones del empleo en el país muestran una mejoría en estos años para los cuales lo hemos medido. Ahora, a partir de estos datos generales, lo importante es “bucear” en términos de sexo, edad, educación, sector de actividad y región del país, para ver cómo se comporta este indicador

—¿Se puede inferir que hay una incidencia fuerte de la caída sostenida de la informalidad en el período?

—Es la principal incidencia, sí. La forma en que se ha comportado la informalidad en Uruguay. Tomando promedios anuales, también hay una caída en el desempleo, aunque menos significativa, y se mantienen en porcentajes similares las otras dos categorías, el subempleo con bajos ingresos y el porcentaje de personas que trabajan más de 40 horas y que gana menos del monto que tomamos como referencia.
Básicamente, es lo que estamos observando mes a mes en cuanto al nivel de recuperación de los indicadores de empleo, después de un período de comportamiento a la baja. Lo mismo está pasando con el salario. Lo que interesa es, en una siguiente etapa, ingresar en la heterogeneidad del mercado, lo que puede permitir “afinar el lápiz” a la hora de establecer políticas. Esa heterogeneidad estructural, que generalmente nos señala a las mujeres, los jóvenes de nivel educativo bajo, las personas afrodescendientes y quienes laboran en determinados sectores de actividad. No es uniforme, por ejemplo, la mujer tiene mayores tasas de desempleo y subempleo, pero las tasas de informalidad y trabajo por más de 48 horas semanales, son más altas en los hombres.

—En otras coyunturas críticas, la informalidad en Uruguay aumentó, pero eso no ocurrió en la pandemia. ¿Ocurrió lo mismo en otros países de la región?

—No, en otros países de América Latina no ocurrió eso. Buena parte de la recuperación del empleo en la región, según datos del último panorama laboral de OIT del 2022, está asociada a trabajos informales. Hoy en la región, con el último dato del panorama laboral, uno de cada dos trabajadores en América Latina trabaja en el sector informal. En Uruguay sería uno cada cinco, aproximadamente.
En Uruguay hay una estructura productiva que se diferencia de otros países de la región, con algunas cadenas agroindustriales muy sólidas o el empleo en algunos sectores de servicio que han crecido mucho. La cobertura de la seguridad social en nuestro país ha sido siempre más amplia, y ahora, después de la pandemia, parece afirmarse el empleo formal.
Podríamos decir que el mercado de trabajo, vinculado a la dinámica económica actual, está absorbiendo en la formalidad a gran parte de los trabajadores que se incorporan, aunque muchos de ellos todavía con problemas a nivel de salarios sumergidos, entre otras debilidades.
Lo que no podemos saber es, si en realidad hablamos de los mismos trabajadores, aquellos que dejaron de ser informales y son los nuevos formales de hoy. Por eso la importancia de un análisis que profundice en los sectores podría darnos mayor información.

—Cuando observamos la informalidad por ramas de actividad, se puede ver que la mayoría está concentrado en unos pocos sectores, por sus características y el peso que tienen sobre el total…

—Efectivamente. Los datos a 2021 muestran que la pesca, la construcción y el servicio doméstico son los de mayor informalidad. En el caso de la pesca, el 43% del empleo aparece como informal, un 21% de los ocupados son pobres y un 11% se consideran subempleados. En la construcción, donde el número de trabajadores es mucho mayor que en la pesca, la informalidad es algo mayor, llega a 45%, pero es menor el porcentaje de ocupados pobres (12%), aunque un 15% está subempleado. Y en el caso del servicio doméstico, los números reflejan un 38% de informalidad, 19% de subempleo y 12% de ocupados pobres. Respecto de la informalidad los sectores que tienen mayores porcentajes tienen estas características, a pesar que en los últimos 20 años ha habido fuertes políticas de promoción de la regularización del trabajo. La otra dimensión que medimos, que es el trabajo más por de 48 horas semanales, tiene una fuerte relación con las características de cada sector; de hecho, los porcentajes más altos están en el agro y en la pesca.
Deberíamos ver su evolución histórica, comparándolo con registros de hace 10 o 20 años, pero no era el objetivo central de este trabajo.

Economista Sebastian Torres
Economista Sebastián Torres
Francisco Flores. El País

—Vuestro trabajo también permite observar la desigualdad, en base a ingresos laborales. ¿También desciende?

—El nivel de ingresos de los ocupados es otro indicador relevante en el estudio de la calidad del mercado laboral de un país, sin dudas. Y en ese contexto, consideramos que más allá de la evolución del salario real, es importante complementar el análisis con indicadores que reflejen el grado de desigualdad con el que se distribuyen los ingresos laborales. En este caso, analizamos la evolución en el cociente entre el décimo y el primer decil, y entre el quinto y primer quintil del ingreso laboral. En el estudio, observamos una relativa estabilidad hasta 2018, después de un descenso entre 2008—2013. Después de 2018 se verifica un incremento en la desigualdad, hasta que baja en 2021. Actualizando la información, encontramos efectivamente que esa baja se mantiene en 2022.

—La sistematización de indicadores como el que trabajaron ustedes podría convertirse en un insumo más a la hora de definir políticas públicas…

—De hecho, se lo presentamos al Ministro de Trabajo y otras autoridades de esa cartera, junto con el equipo de Cepal. A los hacedores de política les pareció un insumo interesante.
Todo esto ocurre, además, en un momento donde el impacto de los cambios tecnológicos hace más grande los desafíos. Es una tendencia que tenemos que mirar muy de cerca, entendiendo que hay también un colchón de trabajadores entre, digamos, 35 y 55 años, que van a requerir una reconversión. En el mundo ya está instalada esta mirada hacia el futuro, algo que Uruguay no debe descuidar.

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