Grant Thornton (*)
Luego de la aguda contracción en 2020, ocasionada por la pandemia y la subsiguiente crisis económica, América Latina vivió un período de recuperación en 2021 y a principios de 2022, gracias a un contexto externo favorable. No obstante, el escenario global está transformándose velozmente. En un entorno de inflación constante, rigidez en las condiciones financieras y crecientes costos de financiamiento, la economía mundial se debilita con rapidez, los precios de las materias primas se atenúan y los flujos de capital hacia los mercados emergentes decrecen. La combinación de estos factores hará que 2023 sea desafiante para la región, y se anticipa una significativa desaceleración del crecimiento, situándose muy por debajo de su capacidad potencial.
Este mes se terminaron de conocer los datos del Producto Bruto Interno (PIB) correspondientes al tercer cuarto del año para los países de la región. El desempeño económico de América Latina en 2022 fue positivo, con un crecimiento promedio cercano al 4%. A pesar de ser menor al observado en 2021, el crecimiento regional superó tanto el promedio global (3,4%) como las expectativas iniciales (2,5%). Colombia creció en el promedio del año 7,5%, Argentina 5,2%, Uruguay 4,9% mientras que México, Brasil, Perú y Chile crecieron entre 2,5% y 3%. Sin embargo, la región enfrentó altos niveles de inflación, lo que llevó a políticas monetarias contractivas y disminución del poder adquisitivo en los hogares. En resumen, 2022 fue un año de importante crecimiento, aunque con una tendencia a la desaceleración hacia el final del año.
Sin embargo, para 2023 se espera que el crecimiento regional se desacelere a menos de un tercio de su nivel de 2022. Según lo proyectado por el Fondo Monetario Internacional (FMI), el crecimiento será de 1,6% para Latinoamérica (frente al crecimiento del 4,6% del 2022). Los países latinoamericanos y caribeños enfrentarán de nuevo un contexto adverso.
En primer lugar, a nivel internacional, lamentablemente, este año los tres principales motores del crecimiento mundial y principales socios comerciales de los países de la región experimentaran un estancamiento. Se espera que en 2023 Estados Unidos crezca solo un 1,6%, la Eurozona un 0,8% y China un 5,2%. En consecuencia, América Latina y el Caribe no van a contar con viento de cola de la economía mundial.
Para contextualizar estos pronósticos del FMI, se trata de las proyecciones a mediano plazo más bajas en décadas. Según el pronóstico base que realiza el Fondo Monetario, que asume que las tensiones recientes en el sector financiero están contenidas, el crecimiento mundial “disminuirá del 3,4% en 2022 al 2,8% en 2023, para luego aumentar lentamente y estabilizarse en el 3,0% en cinco años”[1]. Estas débiles perspectivas se deben a la dirección restrictiva de la política monetaria necesaria para combatir la inflación, a las consecuencias del reciente deterioro de las condiciones financieras, a la guerra en Ucrania y a la creciente fragmentación geoeconómica (la división o desintegración de las relaciones económicas y comerciales entre países o regiones debido a factores políticos, económicos o sociales, algunos ejemplos son las tensiones entre Estados Unidos y China, la invasión de Rusia a Ucrania, las consecuencias del Brexit, entre otros).
Asimismo, los precios promedio de las exportaciones de commodities, que experimentaron un aumento pronunciado en 2022 después de la invasión rusa en Ucrania, se han estabilizado. Sin embargo, el conflicto persiste y las tensiones geopolíticas siguen siendo intensas.
En segundo lugar, a nivel interno, en el 2023 los países de la región enfrentarán nuevamente un entorno complejo para la política fiscal y monetaria. En lo que refiere a lo monetario, el aumento de la inflación ha llevado a los bancos centrales, al igual que en gran parte del mundo, a aumentar las tasas de interés.
En la mayoría de los casos, es poco probable que la inflación vuelva a los niveles objetivo antes de 2025. Además, debido a la reciente volatilidad financiera global, que llevo a la caída de bancos de países desarrollados y considerando que la inflación regional seguiría en niveles elevados en comparación con los previos a la pandemia, no se espera que se produzca un ciclo generalizado de relajación monetaria en la región. Debido a ello, los efectos de la política restrictiva, sobre el consumo privado y la inversión, estarán presentes hasta el mediano plazo, dados los rezagos con que actúa la política monetaria. En cuanto a la política fiscal, las autoridades cuentan con un margen de maniobra limitado, debido a que los niveles de deuda pública siguen siendo altos y los costos de financiamiento han aumentado.
Por lo tanto, en un contexto de alta demanda de gasto público, será necesario implementar medidas para robustecer la sostenibilidad fiscal y expandir el espacio fiscal mediante el fortalecimiento de los ingresos públicos y la eficiencia del gasto.
En este sentido, considerando tanto el escenario internacional como interno de cada economía, las proyecciones de crecimiento para 2023 son moderadas. Si consideramos las mediana de las encuestas de expectativas realizadas por los bancos centrales de cada país, este año se prevé un crecimiento cercano al 2% en Uruguay, Perú y México, un incremento inferior al 1% en Brasil y Colombia; y una caída del 1% en Chile y del 2,7% para Argentina.
En este contexto, aunque se espera un magro crecimiento para el 2023, hay motivos para el optimismo en cuanto a fuentes de crecimiento, creación de empleo, expansión fiscal y reconstrucción, gracias a varias oportunidades que la región puede aprovechar. Según un informe de la CEPAL[2], estas incluyen: (i) la reestructuración global de la producción y la reconfiguración de las cadenas de suministro; (ii) el potencial energético de la región, que abarca desde energías tradicionales hasta fuentes renovables, limpias y modernas, y que ofrece significativas oportunidades de inversión extranjera directa en el sector energético; (iii) la existencia de oportunidades en nuevas formas de producción relacionadas con tecnologías emergentes en la economía circular, electromovilidad, transformación digital y exportaciones de servicios modernos; (iv) la recuperación del turismo en 2023; (v) la posible estabilización, o incluso reducción, en las tasas de interés en 2023, lo que podría reducir el costo del endeudamiento y facilitar el acceso a recursos financieros; y (vi) la integración regional, entre otros factores.
Estas oportunidades brindan a la región una agenda ambiciosa para impulsar el crecimiento y el desarrollo sostenible.
(*) Sofía Harguindeguy. Gerente del Área de Consultoría Económica de Grant Thornton Uruguay y Paraguay
(1) World Economic Outlook April 2023
(2) Policy priorities for Latin America and the Caribbean in 2023 World Economic Forum