Una transformación educativa “a medias” y el desafío de las cuatro disrupciones globales

Es inútil, irrelevante y egoísta que los políticos solo discutan de educación, pasándose facturas sobre lo que hizo y no hizo cada uno.

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Renato Opertti
Renato Opertti, Presidente del Consejo Asesor de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), Coordinador de la Catedra de UNESCO en Educación Hibrida en la Universidad Católica del Uruguay (UCU) y Experto en educación de la UNESCO.
Ricardo Figueredo/Archivo El Pais

En la campaña electoral anterior, el impulso a los cambios que se consideraban necesarios a nivel educativo lo puso Eduy21,que dejó de existir en 2022. “Hoy vendría bien una plataforma que instale los temas como lo fue aquélla”, advierte Renato Opertti, especialista en educación, que fuera director de dicha organización. Considera que la transformación educativa integral “no se concretó” en este gobierno, que el sistema político “ha sido incapaz” de acordar en temas clave, y que hubo un déficit “en el presupuesto volcado” y en ser “excesivamente centralistas”. Para Opertti, en la campaña no se ha instalado el tema educación, “más allá de que los políticos se cobren cuentas entre sí”. Calificó esa práctica como “inútil, irrelevante y egoísta”. Sostiene que se necesita una nueva ley de Educación y anunció que en setiembre, desde la organización Ágora, harán sus propuestas a los candidatos presidenciales. A continuación, un resumen de la entrevista.

—Hace cinco años, desde Eduy21 se marcaba que Uruguay “no había logrado articular de forma sostenida una agenda de transformaciones para la educación”. ¿Qué ha pasado desde entonces?

—Eduy21, en aquel momento,a través del Libro Abierto, lo que planteó fue una agenda que implicaba repensar la educación en sus estructuras, en sus contenidos, en su gestión, en su financiamiento, en la forma de relacionamiento con la sociedad, en la apertura al mundo, y era un cambio de tipo integral sistémico. Pasados cinco años, ese cambio integral sistémico no se ha concretado. Se optó por una transformación esencialmente enfocada más en los aspectos curriculares e institucionales, pero ciertamente para nosotros no ha sido una transformación como la que planteábamos desde Eduy21.

—¿Dónde están las diferencias?

—Es que una transformación de tipo integral significa que todas las piezas se conectan entre sí. La gobernanza, la gestión, los contenidos, con la intención de formar a nuevas generaciones para un futuro mejor. Lo que ha habido es, sin dudas, una voluntad de cambio. Creo que lo importante es que introdujo el concepto de enfoque por competencias, se trató de alinear primaria y media, darle a los centros educativos mayor grado de gestión y responsabilidad curricular y pedagógica, a través por ejemplo de tutorías y acompañamiento a docentes. Pero, en definitiva, lo que uno observa es que después de cinco años el país no ha logrado tener una agenda integral y una sostenibilidad de ese cambio.

—¿Por dónde debió haber pasado esa sostenibilidad?

—Además de los cambios en sí, un sostén político y social que le dé a ese proceso un horizonte de, por lo menos, 10-15 años. Lo que decía Eduy21, un acuerdo de amplia base política, y eso no es solamente responsabilidad del gobierno, sino de todo el sistema político, incluyendo a la oposición.
Cinco años después, vemos que el sistema político ha sido incapaz, o si se quiere, no ha tenido la voluntad de acordar en un tema central para el bienestar y el desarrollo de las nuevas generaciones. Esa es la realidad. En ese contexto, el gobierno optó por un cambio acordado dentro de su coalición de gobierno, pero sin aire y sin capacidad de que la sociedad se sumara detrás.

—¿Lo considera un nuevo fracaso del sistema político en materia de educación?

—Queda de manifiesto lo difícil que es asumir una discusión real y profunda de todos los actores en Uruguay en torno a la educación. Un fracaso más del sistema político en la capacidad de articular una propuesta de cambio profundo que lo englobe y lo comprometa. Eso se ve agravado porque en cinco años el mundo ha cambiado rápidamente, con una cantidad de disrupciones, que ensanchan el desafío. Inteligencia Artificial, cambios en el mundo del trabajo, problemas de convivencia a nivel global y local, desigualdades, problemas de inclusión, son condiciones que exigen otra respuesta. Y en Uruguay no avanzamos lo suficiente.

En una entrevista anterior,hace ya 7 años, hablamos de un déficit de calidad en los aprendizajes, un gran problema de inequidad y otro, tan grande como el anterior, en cuanto a la excelencia…

—Y eso persiste, lamentablemente. Hay un problema muy serio de déficit de calidad en los aprendizajes en lo que se llama las realizaciones fundacionales, la lengua, la matemática, las ciencias, como lo diagnostican las pruebas PISA. A su vez, la inequidad en la educación uruguaya es intolerable en la calidad y en la cobertura, que es una bomba en una sociedad inclusiva como pretendemos tener. En cuanto a excelencia, si vemos los porcentajes de quienes lo logran, prácticamente es marginal, menor al 5%.

Todos los partidos por igual, desde que recuperamos la Democracia, tuvieron loables iniciativas y buscaron mejorar la educación, pero los impactos fuertes en cambiar la calidad de la educación no se ven, no logramos revertir una tendencia que es de desigualdad, de segmentación y de un global muy bajo, muy chato. Desde el principio del 2000 a la fecha, el Uruguay no ha movido la aguja de los aprendizajes. Lo vemos con PISA.

Entonces, seguir discutiendo estérilmente si transformación sí, transformación no, consejo concentrado sí, o no, cambio de la gobernanza sí o no, es irrelevante en términos del problema más central que tenemos, que es cómo estamos preparando a los jóvenes para el mundo que viene y que la gran mayoría no está en condiciones de enfrentar un tipo de desafío que va a requerir una solución mucho más integral, más versátil, más interdisciplinar.

Renato Opertti
Renato Opertti
Ricardo Figueredo/Archivo El Pais

—¿Cómo define las decisiones presupuestarias tomadas en el actual período en relación con la educación?

—Hemos escrito una propuesta educativa en el ámbito de Ágora, como insumo de discusión para los debates educativos que el país pueda tener en los próximos meses. Y en ese contexto, señalamos que el tema presupuestal está directamente alineado con el tipo de educación que uno quiere hacer. Si Uruguay quiere dar un salto, si quiere lograr cambios significativos en los aprendizajes de los jóvenes y de los niños y de los adolescentes, va a tener que hacer un ciclo de inversión muy fuerte, social, pedagógica y docente. Eso va a requerir una inyección de recursos que, estimamos, se ubicaría entre 1,1 y 2 puntos del PIB.
Hace cinco años, desde Eduy21 hablábamos de un piso de inversión de entre 1 y 1,5 puntos del PIB, que por diferentes razones no se logró en este período. Ahora, no se trata de reclamar una inversión porque sí, es ajustar y alinear la inversión a una propuesta de cambio integral de la educación. Implica cambios en los qué y para qué, en los dónde y los cuándo educar y aprender. Desde primera infancia, porque la educación debe ser una herramienta para contribuir a atacar el tema de la infantilización de la pobreza.

—¿Cuán integrador considera que fue el debate que dio lugar a esta transformación en curso?

—La llamada transformación educativa tuvo hasta ahora un excesivo centralismo en determinados partidos políticos y en determinados líderes de esa transformación, y yo creo sinceramente que ese es excesivo centralismo y eso de adueñarse de que uno es la transformación, no es bueno. ANEP sigue siendo una institución extremadamente verticalista y centralista, que no le da a los centros educativos la capacidad de decidir, porque no confía en ellos. Ha sido una transformación muy centralizada en la ANEP y en algunos partidos. A nivel de los docentes, escuché a Robert Silva hablar de la gran cantidad de personas que participaron del proceso, y es verdad que ANEP habilitó espacios, pero, indudablemente, la imagen que transmitió la ANEP fue de una institución muy cerrada en sí misma, de “nosotros somos la educación”, cuando la educación hoy es mucho más que eso.
Los cambios educativos deben ser cada vez más de liderazgos distribuidos, más horizontales, más inclusivos, de mayor confianza entre los actores, menos directivos, orientadores pero no prescriptivos. Ahora y antes, lo que ha faltado en Uruguay es una teoría del cambio más inclusivo y abarcativo hacia las instituciones.

—¿Cómo observa que quien lideró la transformación luego se haya convertido en precandidato a la presidencia?

—Más allá del caso particular de Robert Silva, creo que no está bueno. Quienes dirigen la educación no deberían ser candidatos a cargos políticos. Si elegís la educación dedícate a ella todo el tiempo que sea necesario.
Para el futuro, la conducción de la educación tiene que ser una conducción acordada por todo el sistema de partido político. Una conducción técnicamente solvente. El sistema político tiene que tener una apertura, buscar un liderazgo en la educación que convenza a todo el sistema; una agenda de cambios que no sean titulares para los informativos, y lo otro que requiere es una nueva ley de educación.

—¿Eso no quedó establecido en la LUC?

—El gobierno actual debió haber impulsado una ley así. La LUC estableció algunos cambios sí, por ejemplo en gobernanza, que a mi juicio no han sido muy relevantes. Hoy tenemos un desfasaje entre una ley de Educación para un mundo que ya no existe más y un mundo que reclama un modelo de gobernanza y programática de educación, muy distinto al que está en la actual ley.

—¿La campaña actual ha dejado algunas pistas que merezcan destacarse en materia de educación?

—Tengo la expectativa que los candidatos que fueron definidos en esta interna, pongan ahora una mirada más profunda en la educación. Hasta ahora lo único que he visto es que sigue siendo un debate sobre lo que cada uno hizo y no hizo.
No se trata pelearnos sobre lo que hicimos o no, no podemos estar discutiendo sobre cosas que no han tenido impacto. De nada sirve vivir cobrándose cuentas; si de eso se trata la campaña, vamos a camino a tener resultados aún peores. Es inútil, irrelevante y egoísta.
Falta una discusión profunda. Hay temas que no aparecen, como por ejemplo la alta proporción de niños y niñas que no saben leer ni escribir, no saben producir un texto, no saben aplicar la matemáticas al día a día. Eso no aparece. Parecería que todo se soluciona con hacer más escuelas.

—En una reciente publicación de su autoría (Conectando Ideas y la Sensibilidad en Educación), plantea cuatro disrupciones que hoy afectan la educación de manera severa…

—Así es. La primera, es la cuarta revolución industrial, que define qué tipo de formación requieren los jóvenes para enfrentarse a un mundo donde van a tener mayor capacidad de integrar conocimientos, de vincularlos entre sí, para responder a la complejidad de los desafíos que no vienen empaquetados en disciplinas.
Otra disrupción se dispara con el COVID, que cambió los modos educativos en el mundo. Se impuso la educación híbrida, que integra y complementa presencialidad y virtualidad. Uruguay tiene un gran plus reconocido a nivel mundial como es el Ceibal. Pero esa herramienta formidable necesita un acompañamiento pedagógico a la altura para que se vean sus impactos.
Una tercera disrupción es la de la sostenibilidad. Vivimos en un mundo que es insostenible desde el punto de vista cultural, dado el enfrentamiento entre civilizaciones y tradiciones, pero también tenemos la insostenibilidad asociada al cambio climático, a la pérdida de biodiversidad. Tenemos que formar ciudadanos con capacidad de enfrentar los problemas del cambio climático, pero también de afianzar la democracia.

—La cuarta disrupción es la inteligencia artificial…

—La inteligencia artificial generativa, que cambia las relaciones, la educación; pero una inteligencia artificial con comando humano, más personalizada hacia la necesidad de aprendizaje de los alumnos, que amplíe el repertorio de estrategias educativas. Es necesario adaptar su uso, mediante dirección e inteligencia humana detrás. Todo ha sido muy vertiginoso. 

—¿Al debate electoral le estaría faltando un empuje en temas educativos como el que existió en el período anterior con Eduy21?

—Sí, se extraña esa presencia. Fue una herramienta que logró posicionar el tema educativo en todos los partidos políticos y sus candidatos. Un motor de la sociedad civil que hoy no está; falta quien interpele sanamente al sistema político, una frase que utilizaba habitualmente Fernando Filgueiras. Mi interpretación es que a este sistema político les gusta hablar entre ellos, pero les cuenta mucho integrar a ese debate a otras representaciones.
Creo que eso es necesario, y lo estamos canalizando ahora a través de Ágora, una herramienta plural de discusión de la política pública a la que me invitaron a sumarme Gabriel Oddone y Bruno Gili. Me siento cómo, es un espacio plural, propositivo, y desde ese espacio vamos a presentar en septiembre una propuesta educativa, en una reunión pública, pero con el objetivo que llegue a los partidos y los candidatos.

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