Luis Custodio
En medio de un proceso acelerado de transición energética, la agenda de la región se ve alterada por las consecuencias de la consecución de pandemia-crisis-guerra, asegura el flamante Secretario Ejecutivo de la Organización Latinoamericana de Energía (Olade), el economista chileno Andrés Rebolledo. Advierte que el contexto llevó a considerar entre los aspectos prioritarios la seguridad energética, derivado de dificultades en el suministro y la suba de precios. Rebolledo, que asumió el pasado primero de marzo en el organismo con sede en Quito para el período 2023-2025, aseguró que Uruguay es considerado “un país líder” por sus avances en materia energética. Rebolledo sustituyó en el cargo al uruguayo Alfonso Blanco. Sostuvo que a pesar de algunos indicadores, como la penetración de renovables, que pueden haber retrocedido en la actual coyuntura, la región debe mantener sus objetivos de alcanzar la cobertura con renovables para el año 2030. A continuación, un resumen de la entrevista.
—¿Cuál es el diagnóstico actual en materia de energía para la región?
—Con una agenda matizada como consecuencia de la crisis energética global. Si miramos los números año a año, es probable que algunos de los parámetros que tomamos como referencia a propósito de la agenda energética para la región hayan retrocedido, por ejemplo, en penetración de renovabilidad. Desde la pandemia en adelante, y luego reforzado con la guerra en Europa, se ha instalado de manera muy relevante el tema de la seguridad energética; algo que no nos planteábamos como prioridad, porque estaba garantizado. Por décadas, era algo que no se discutía con intensidad, como sí ocurrió en los años 70, precisamente uno de los motivos de creación de la Olade.
Un avance adecuado en términos de transición energética que nuestros países viene llevando a cabo desde hace ya unos cuantos años, nos daba la tranquilidad de plantearnos otras prioridades. Ahora, la seguridad energética se ubicó como asunto relevante y creo que lo tendremos allí por unos años. Por lo menos hasta que podamos retomar con el mismo vigor que traíamos el proceso de transición, golpeado por las dificultades en las cadenas de suministros que se generaron en la pandemia y luego el factor precios, que si bien pegó en Europa también se traslada a nuestros países, muchos de ellos importadores netos de combustibles fósiles.
Desde mi perspectiva, la región mantiene sus atributos y probablemente retomará el impulso que venía antes del 2020 en materia de transformación del sector, hacia un modelo más sustentable, pero vamos a tener que convivir por un tiempo, insisto, con la necesidad de tener seguridad energética.
—El impacto de la guerra y los problemas de suministro en Europa han llevado a que los países comenzaran a revisar sus posibilidades de minimizar la dependencia de otros en materia energética. ¿De qué forma esa nueva mirada estratégica llegó a América Latina?
—En el Estado actual de la economía mundial y las decisiones que muchos países se han visto obligados a tomar en materia de política económica, esa nueva mirada sobre la globalización, desde el punto de vista de los flujos energéticos, también llegó a nuestra región. En definitiva, la competencia por el suministro de gas natural o por el crudo, provocó que nuestros países también experimentaron las consecuencias de barcos que se desviaban e iban a otros destinos donde se les pagaba más y preferían asumir la multa de no abastecernos e irse a otras regiones. Eso ocurrió. Y nuestros países deben incorporar estas posibilidades, desde una perspectiva estratégica.
De todos modos, el vector por el cual se sintió el impacto mayor, ya desde el punto de vista macro, fue el de los precios, y no solamente por las subas en los energéticos, sino cómo eso repercute en otros bienes y dispara la inflación que hemos tenido que soportar en nuestros países, algunos de ellos, muy poco acostumbrados a tener este impacto al alza de los precios.
Claramente, a partir de esto, seguridad, inflación, lo que se instala también con fuerza es algo que la región todavía requiere avanzar y una brecha que es la integración energética. Si tuviéramos una integración energética más robusta, probablemente podríamos enfrentar en mejores condiciones, coyunturas como la actual.
—¿Hay una oportunidad concreta para nuestros países, donde el suministro y las fuentes de generación energética son firmes, de atraer inversiones que procuren salir de las incertidumbres generadas en otras zonas del mundo?
—Hay elementos a favor para que eso suceda, pero me parece que esa es una condición necesaria, pero no suficiente. La suficiencia energética también depende de lo que hagamos como país y como región. Y en este punto me refiero a sobre todo el ámbito regulatorio.
Es cierto que tenemos una gran diversidad y riqueza en recursos naturales y enorme potencial para desarrollar el sector energético. Hay países que tienen reservas importantes de hidrocarburos, tenemos un enorme potencial hidroeléctrico, sol, viento… pero para que grandes empresas apuesten a localizar inversiones acá se necesita más. Precisamos mercados más integrados, ampliados, que aprovechen su potencial, inversiones, y también, lo remarco, condiciones regulatorias acordes, que generen las certezas necesarias para el inversor.
—¿Y cuáles son los aspectos centrales a atender en materia de regulación?
—El sector energético en general, a diferencia de otros sectores productivos, tiene en el marco regulatorio algo absolutamente crucial a efectos del desarrollo tecnológico y los incentivos a la inversión, Los responsables de la regulación deben tener plena conciencia de ello. Debe haber una adecuada combinación entre el incentivo a la inversión, certezas, cumplimiento, objetivos bien claros, y la necesidad de salvaguardar aspectos vinculados con el impacto en los territorios o los temas ambientales.
La regulación también tiene que tener alguna noción de convergencia, que tome en cuenta lo que pasa en los otros países con los cuales me quiero conectar. Hay que hacer esfuerzos de armonización regulatoria que permitan tener mercados integrados, y en eso la regulación es fundamental.
—¿Cuáles son las principales líneas de acción que se propone al frente de Olade en estos temas?
—Integración, seguridad, transición, innovación e inclusión. La integración energética es clave, hay avances que en muchos casos son subregionales pero hay que tratar de alcanzar una mirada más regional. Hay que ser pragmático y en todo caso y quizás, mientras hacemos el esfuerzo de la regionalidad, poder avanzar en bilaterales: si hay una línea de conexión entre Colombia y Panamá, cosa que está en curso y tenemos la perspectiva de que esto lo podemos concretar rápido, bueno, apuntalaremos ese proceso y vayamos dando pasos. Hay ejemplos que debemos aprovechar, como puede ser la larga experiencia de integración binacional que existe entre países el Mercosur en cuanto a producción hidroeléctrica.
Hemos hablado ya del segundo tópico, la seguridad energética. El tercer eje es fundamental es acelerar la transición, en medio de una coyuntura compleja. Acá se abren nuevos desafíos. Por ejemplo, muchos países están avanzando en energías de generación variable y tenemos que avanzar en almacenamiento. Hay que incorporar nuevas tecnologías para asegurar que esa transición dará los resultados esperados.
—¿En materia de innovación cuál es el objetivo?
—Ese cuarto eje de nuestro plan de acción apunta a acceder a las mejores prácticas y compartirlas entre los países de la región. Una agenda de Innovación y cambio tecnológico en materia energética. Están pasando muchas cosas a nivel global que es necesario incorporar, en materia de hidrógeno verde, electro movilidad, digitalización de redes, entre otros puntos.
El último eje es la inclusión. Los cambios que se están procesando en materia de energía tienen que ser justos e inclusivos. Sigue habiendo brechas, aunque hemos llegado al 98% de cobertura en el acceso a la energía, ese 2%, focalizado, en condiciones muy complejas de cubrir, debe ser un objetivo. Y hablando de inclusión, todo lo vinculado con género, porque uno de los sectores más masculinizados en el mundo es el de la energía, por tanto, hay que trabajar en eso y abrir oportunidades.
—Tuvo oportunidad de conversar en los últimos días con el ministro uruguayo del sector, Omar Paganini. ¿Cómo observa la situación en Uruguay?
—Claramente, Uruguay es un líder en materia de transformación energética. Ha aprovechado adecuadamente sus atributos naturales y ha calibrado, apropiadamente su regulación, además tiene grados de integración históricos con sus vecinos; en consecuencia, está adelante en materia de agenda de avances. Sus desafíos hoy están en cómo aprovechar mejor sus ventajas, a partir de ese exitoso proceso de incorporación de energías variables e intermitentes y como ir complementando las distintas fuentes.
Ahora, y esto no solamente va para Uruguay, el país que realmente quiera dar el salto en limpiar su generación energética en general, el objetivo es ir a una sustitución mayor de fuentes no renovables, en especial tener como objetivo la movilidad eléctrica.
En ese sentido, la incorporación de nuevos combustibles sintéticos, por ejemplo basados en hidrógeno verde, debe ser coherente. Los electrones que destinemos al transporte deben ser de fuentes renovables. Como en ese terreno Uruguay ha tenido enormes avances, hoy está en una muy buena posición para dar el salto de avanzar en el gran desafío de la electromovilidad a gran escala.
Además, Uruguay tiene mucho para compartir con los demás países de la región a partir de sus experiencias, y en esa línea hay una agenda donde nos proponemos trabajar con Uruguay.
—¿El hidrógeno verde es la gran oportunidad que tenemos por delante?
—El hidrógeno verde es una realidad, posible de cristalizar. Es posible avanzar con su utilización en sectores económicos productivos donde es muy difícil limpiar la huella de carbono. Electromovilidad de alta gama, o sectores productivos que son muy consumidores de combustibles fósiles, como la siderurgia, por ejemplo. En esos ámbitos veo una posibilidad cierta de limpiar esa huella y eventualmente podrá ser útil también en la generación eléctrica.
Pero también hay otros desarrollos de tecnológicos que pueden ser muy importantes, de aquí a los próximos 15 o 20 años. De alguna manera, se plantea una suerte de competencia respecto de cuál será la tecnología más propicia en costo y eficiencia para otros sectores de la economía.
—Hablamos de un mediano plazo; pero, a corto plazo, ¿los hidrocarburos seguirán siendo la principal fuente?
—Todo indica que hasta el 2040 la industria de los combustibles fósiles va a seguir creciendo; a partir de ese momento, otros energéticos comenzarán a ser los mayores protagonistas. Es un horizonte a mediano plazo, pero hay que avanzar ahora para ir haciendo la sustitución en la medida en que los costos y la eficiencia de la generación de otras fuentes, vaya avanzando.
Hoy día en América Latina, se están desarrollando muchos planes pilotos en electro movilidad, en hidrógeno verde, por ejemplo. Pero no hay todavía una producción, digamos, en régimen y en escala, porque sigue siendo muy caro llegar a ello aún. Los equipos hay que traerlos de otra parte del mundo y no hay una gran oferta, pero además, algo que es clave, no tenemos suficientemente desarrollada la demanda.
—La región es muy heterogénea en cuanto a sus fuentes de generación energética. ¿Se puede sostener una agenda común?
—Yo siempre hablo de transiciones energéticas, en plural. Porque ese concepto permite capturar la diversidad de realidades, ritmos y transiciones diferentes, entendiendo que en algunos países hay mayor relevancia de la industria petrolera y otros tienen una gran generación hidroeléctrica, por ejemplo. Hay una visión a largo plazo compartida, pero es claro que la transición y las trayectorias serán distintas, dada la dotación diferente de recursos energéticos
—Y en esa miraba a largo plazo, hay una agenda propia de Olade que mira hacia 2030, con el objetivo de tener un 70% de energías renovables en la región. ¿Es realizable eso?
—Si retomamos el impulso que traían nuestros países antes de esta coyuntura de pandemia-crisis-guerra, es perfectamente posible. En materia de energía eléctrica ya estamos por encima del 60% y hay países que superan con luz ese promedio, como Uruguay. Aunque es una región disparar y la propia escala de algunos países puede distorsionar los números globales, las proyecciones nos llevar a pensar que se podrá cumplir con ese objetivo.