ENTREVISTA
“Más de sesenta países están avanzando en la armonización regulatoria de los servicios, y nosotros no estamos”.
Estamos “China-obsesionados”, se lamenta Marcel Vaillant, al referirse a la estrategia uruguaya de inserción internacional. El economista, docente e investigador del Departamento de Economía (FCS-UdelaR) y especializado en Comercio Internacional, no desestima la búsqueda de acuerdos con terceros, pero entiende que “hay muchos aspectos clave que van más allá de aranceles y TLC”, que hoy no ocupan el mismo lugar en la agenda. Vaillant fue redactor de dos capítulos (uno sobre Costos de Comercio y otro sobre Facilitación de Comercio) en el reciente Reporte sobre Economía y Desarrollo de la CAF “Caminos para la integración” del cual además fue uno de los dos asesores académicos. Destacó el rezago que presenta Latinoamérica en general y Uruguay en particular en ese tópico. A continuación, un resumen de la entrevista.
—Todas las citas a propósito de inserción internacional refieren a buscar preferencias arancelarias. El trabajo presentado a fines de 2020 por CAF expone claramente que existe otro universo de prácticas y costos que nos separan de la posibilidad de comerciar en buenas condiciones con otros mercados…
—La internacionalización de la economía y la apertura comercial es un problema muy importante en el país. No obstante está muy secundarizado en el sistema cultural uruguayo y en particular a nivel de las élites dirigentes. La agenda se reduce a acuerdos con terceros y reducir el pago de aranceles. Es un atajo para conseguir opinión pública y la convicción de que es necesario, pero no es la verdadera razón por la cual necesitamos avanzar.
Si observamos la política comercial, en forma simplificada, podemos ubicar en los años noventa, con el cierre de la ronda multilateral del GATT, una importante reducción de los aranceles y simultáneamente una ola de acuerdos comerciales preferenciales. Es en esa época donde también aparecen, como una reacción a lo anterior, las barreras no arancelarias y otros instrumentos similares. En la primera década del siglo XXI, empiezan a “limpiarse” ese tipo de trabas no arancelarias; los acuerdos preferenciales resultan útiles para ello. Un ejemplo claro es el TLC de Uruguay con México. Los mexicanos advirtieron la existencia de la tasa consular que cobra Uruguay y exigieron que no se aplicara.
En la década pasada, prosigue la baja de aranceles y la caída de barreras no arancelarias, pero la mayor intensidad de los cambios en esta etapa tiene que ver con la facilitación del comercio. O sea: después que se logró reducir aranceles y se limpiaron todas las distorsiones de otro tipo de barreras, se comenzó a avanzar en superar la fricción que existe para hacer comercio internacional.
La asignatura pendiente de Uruguay está situada en las tres etapas.
—¿Cuáles son esas fricciones?
—Por ejemplo, las fronteras. Son espacios densos, donde hay que superar muchas etapas en las que intervienen tanto actores privados como públicos. Los temas de facilitación de comercio pasan por ahí, cuánto cuesta pasar las fronteras y cuánto se demora.
—La publicación (de CAF) hace referencia a dos fenómenos del comercio global actual que imponen mayores exigencias a la facilitación del comercio…
—Hacemos referencia a, por un lado, la fragmentación de la producción a escala de la economía mundial, o sea, la construcción de cadenas de valor, donde la oportunidad en tiempo de la llegada de un insumo, no solamente el precio, resulta clave para que la cadena funcione. Ha quedado claramente expuesto en la pandemia. Y por otro lado, la construcción de plataformas globales de comercio electrónico, que también son enormemente intensivas en temas de logística y facilitación. El trabajo de CAF, en base al análisis de las condiciones de comercio a nivel global, ilustra lo rezagada que está América Latina y al mismo tiempo, la heterogeneidad que tiene en términos de desempeño.
—En particular, Uruguay ocupa un puesto de rezago en Latinoamérica…
—Definitivamente, Uruguay no está bien en los temas de facilitación de comercio. Este trabajo de CAF nos compara a los países latinoamericanos y también con el promedio OCDE. Pero si miramos otros indicadores más maduros, por ejemplo el índice de desarrollo logístico internacional del Banco Mundial. o el índice de interconectividad marítima de la UNCTAD. Hemos mejorado en algunas cosas, pero desde niveles muy bajos. Es de destacar el avance en conectividad marítima, donde cerramos bastante la brecha, pero la subregión no nos ayuda, ya que a Argentina y Brasil también les va muy mal.—Aparecen Chile y Costa Rica como los más destacados en la región…
—Lo que revela es que la facilitación de comercio es una dimensión más de lo que significa una verdadera apertura comercial, basada en un programa de reformas. Los países que lo han tenido, en rigor, son los que han alineado los acuerdos comerciales preferenciales con apertura unilateral y reducción de aranceles, con programas de facilitación de comercio y con mejora de la infraestructura física de conectividad internacional. Es decir, cuando esas cosas están alineadas, hay casos como Costa Rica en Centroamérica, o Chile en Sudamérica, que definitivamente sobresalen. Incluso los países andinos, caso de Perú y Colombia, han mejorado mucho sobre todo en lo que refiere a las relaciones extra región. Advierto que estamos hablando precisamente sobre las relaciones comerciales extra región, porque los costos de comercio intra región son definitivamente muy malos.
—¿La administración de las fronteras es, entonces, el principal escollo para la facilitación del comercio?
—Veamos. Uruguay ha hecho cosas positivas en materia aduanera. Hay instrumentos típicos de la facilitación de comercio, como la ventanilla única de comercio exterior y el operador económico autorizado. Debería desarrollas, los mecanismos de exporta fácil para pequeñas y medianas empresas que baja los costos fijos de exportar. Ahora, resulta clave la interconectividad de este tipo de operativas entre los países. Recién ahí se sube un escalón, cuando se tiene esos instrumentos a nivel nacional y operan a nivel regional. Si cada país tiene su sistema, su ventanilla única… En la medida en que se logre la conectividad y el reconocimiento mutuo, se superan algunas cuestiones idiosincráticas y terminan construyéndose estándares comunes, que definitivamente reducen costos.—¿Esa interconectividad permitiría abatir costos?
—Sería un paso importante para costos extraordinariamente altos que tiene Uruguay.
—¿Qué significa?, ¿qué tan extraordinarios?
—De los peores de la clase. Hay diversos indicadores que exponen que a Uruguay le va mal en ese rubro. Los costos y los tiempos de demora son un problema, no solo para las corrientes de comercio establecidas, sino también para las potenciales. Hay mucha inversión por parte de quienes buscan desarrollar negocios y, en algunos casos, aquellos que ya utilizan esos canales conocen las condiciones, pero todo el que quiera desarrollar nuevas oportunidades, choca con esas barreras. Es fundamental modificar esa realidad.
Después, hay una serie de disciplinas en las que es necesario avanzar, que van más allá de firmar tratados de libre comercio…
—¿Cuáles?
—En cuanto a aranceles, más allá de las tasas, lo más perverso es el escalonamiento, que genera una enorme dispersión de la protección efectiva. Sería importante allí alinear el esfuerzo multilateral en el Mercosur, más allá del marketing de los anuncios de Brasil.
También hay una agenda multilateral, con acuerdos plurilaterales, patentes, compras gubernamentales, entre otros. Son cosas que Uruguay tiene que ratificar y no lo ha hecho.
En materia de servicios, hay sesenta y pico de países que están avanzando en el tema de armonización regulatoria, que es central en los servicios.
—¿Uruguay no está entre esos países?
—No estamos, estamos China-obsesionados… no digo que eso no sea importante trabajar para un TLC con China, pero no se trata solamente de ese tema y nada más.
En un tema crucial como es servicios, todo lo vinculado con servicios logísticos y lo que mencionaba de armonización regulatoria es sumamente importante para Uruguay. Sin embargo, nos falta, incluso, información. No tenemos un indicador de restricciones en servicios, por lo menos para el sector logístico, deberíamos tenerlo para conocer mejor cómo estamos respecto a los demás países. La información es clave.
—Todas las debilidades que enumeramos nos cuestan dinero, o nos dejan fuera…
—Hoy nos están dejando fuera. El documento de CAF hace énfasis en los costos extraordinariamente altos del comercio intra regional, y que eso está directamente alineado con el comercio internacional. Van de la mano. Y salvo excepciones, en Latinoamérica, los costos permanentes de comercio, asociados a la distancia física, son mucho más altos que en cualquier región del mundo. Tenemos una infraestructura de nacionalismo económico, los países están construidos mirándose a sí mismos y no mirando a la región. Y eso, son puentes y vías férreas, pero también cuestiones regulatorias.
Uruguay es un país poco abierto en una región también cerrada. ¿Cómo se cambia? No con un instrumento, sino con muchos. Venimos muy de atrás: acuerdos con terceros alineados con otras dimensiones de la apertura, recomponer la situación arancelaria, eliminar las viejas barreras no arancelarias, además de las cuestiones de facilitación del comercio, más refinadas, de las que venimos hablando: simplificar trámites, abatir costos, gestión de la información, a un plan de logística nacional, que coordine los distintos modos.
Y acá sí, es bueno tener en cuenta que, una negociación de tratados con terceros, como la Unión Europa, implica comprar buen disciplinamiento para estas otras cosas. En el Mercosur, la política comercial autorreferencial está sucia, idiosincrática, llena de capas de cebolla que van sumando cosas arbitrarias. Y el camino hacia un acuerdo va limpiando esas cosas.
—Más allá de los avances en cuestiones aduaneras u otras áreas que puedan destacarse en un Uruguay, no observa una reforma integral que sea consistente con esas necesidades de facilitación del comercio…
—Como programa de reformas no. Un programa lógico, armónico y que aparte compre economía política, porque estas cosas van a tener mucha resistencia, sobre todo porque hay perdedores. Y debemos ser consistentes, en las reformas, con lo que está pasando en el mundo. Es increíble, que Uruguay no haya suscripto el tratado plurilateral de patentes, uno de los pocos países de la región que no lo hizo. No lo hizo el gobierno anterior y tampoco en este período. Está en carpeta, en el parlamento.
Hay que avanzar en varios acuerdos plurilaterales el de compras gubernamentales y el de bienes de las tecnologías de la información de la OMC, Kyoto revisado de la Organización Mundial de Aduanas, entre otras muchas cosas pendientes que es necesario realizar. Destaco por ejemplo la actualización de los procedimientos para licencias de importación que han ido en la dirección correcta, pero quedan muchas de estos pequeños detalles que es necesario modificar para seguir limpiando nuestra política comercial.