Con 45 años, Ignacio Carrera representa a la tercera generación al frente de L’Auberge y recuerda los veranos de su infancia en el hotel así como la visita de varios huéspedes famosos. Su primer trabajo fue en la piscina, pero rotó por varias áreas y asegura que eso lo ayudó a «entender las necesidades» de los diferentes roles.
Este año el establecimiento cumple su 75° aniversario y, según Carrera, durante este período la hotelería en Punta del Este se transformó varias veces. Sobre todo con la llegada del Conrad (hoy Enjoy) y la mudanza de argentinos y uruguayos al balneario.
Carrera es montevideano, tiene tres hijos pequeños y se los imagina, algún día, al frente del hotel. «Juegan a eso. De alguna manera se van involucrando», contó.
El hotel L’Auberge se inauguró en 1950 y era propiedad de Marguerite Jouvenau, una ciudadana belga. ¿Cómo llega su familia a ser propietaria?
Mi abuelo Víctor, a quien yo no conocí, padre de mi madre, vino escapado de la guerra en Armenia a Sudamérica. Estuvo en Argentina trabajando y después se mudo a Uruguay, y acá hizo muchísimas cosas, tuvo empresas varias. Era accionista del Hotel Nirvana, en Colonia, iba mucho para ahí, y de alguna manera estaba vinculado a ese rubro, si bien no era su actividad principal. La dueña original (de L’Auberge) enviudó y no quiso seguir con el negocio. Era amiga de mi abuelo y le ofreció comprarlo. Era un lugar muy remoto, porque no era el Punta del Este de hoy. En donde está el hotel, en la parada 19 de La Brava, no había nada. Una comitiva, liderada por mi tío Armando, vino a ver la propiedad y al día siguiente decidieron comprarla. En 1967 nos hicimos cargo del hotel, mi abuelo lo manejó muy poco tiempo, unos tres o cuatro años. Luego fue el turno de mis padres y ellos se hicieron cargo casi hasta ahora, siguen estando, pero ahora me toca a mí, en realidad.
¿Cuál fue su primer trabajo en el hotel?
En la piscina, reponiendo reposeras y haciendo la limpieza. Después pasé por recepción, hice de todo. Eso te ayuda como director porque podés ver las cosas con otra perspectiva, no podés mandar a la gente a hacer ciertas tareas cuando no sabés realmente con qué problemática trabajan. En 1994, se hizo la parte nueva y me acuerdo perfecto de toda la obra, de recorrer los espacios, de imaginarme cómo iban a ser las habitaciones, de ver cómo se hacía la piscina, y cómo el parque se duplicó y hoy hay un jardín espectacular.
En 75 años, ¿cómo cambió la industria de la hotelería, las expectativas de los huéspedes?
Ha variado más de una vez. Creo que es interesante ver cómo la hotelería ha pasado -por lo menos en Punta del Este- por un crecimiento abrupto, no solo en cantidad, sino en calidad de hoteles. En los últimos 10 años, han abierto hoteles como kioscos. Muchos de ellos son grandes o muy lujosos, que obviamente hacen elevar la vara de los niveles de servicio, de amenities, de las prestaciones que tiene que tener el hotel. Hubo un gran cambio cuando llegó el Conrad, para toda la ciudad. Pero también hubo otro cambio más reciente con la creación de hoteles nuevos, premium, pero más chicos, más boutique. Ese tipo de hoteles necesitan nutrirse de actividades, están mucho más involucrados con la ciudad. Entonces ofrecen experiencias. Nosotros pasamos también un poco por eso. Y lo lindo ha sido ver cómo L’Auberge ha estado siempre ahí, al frente de la hotelería en Punta del Este.
Se han alojado diferentes personalidades en el hotel. ¿Qué es lo que buscan allí?
La gente que viene a L’Auberge lo hace con la tranquilidad de tener mucha privacidad. Han venido celebridades como Melanie Griffith, Antonio Banderas y Robert Duvall, músicos como María Bethânia, Vinicius de Moraes y Alejandro Sanz y políticos como Fernando Enrique Cardoso, expresidente de Brasil, Álvaro Uribe, expresidente de Colombia y Ehud Barak, ex primer ministro de Israel. Creo que la persona más influyente que vino fue George H. W. Bush, por él fue la única vez que hicimos waffles en la mañana. Quizás haya otros lugares que puedan ofrecer los mismos servicios que nosotros, pero nuestro hotel les da una sensación de tranquilidad, no son avasallados por la gente. Y encontrar un refugio así está bueno.
«La gente espera bajo la lluvia para probar los waffles»
El salón de té es muy característico del hotel. ¿Qué lo diferencia?
Los waffles son famosísimos y es increíble lo que generan: en verano la gente espera incluso una hora abajo de la lluvia solo para entrar. Se han mantenido igual a lo largo del tiempo, lo que ha variado es la propuesta de salsas. La receta es la misma, la forma de hacerlos también, incluso las waffleras son las mismas desde la apertura del hotel en 1948. Es algo que genera también ese sentido de pertenencia y de cariño. Cuando vas a un lugar y te gustó, después volvés con tu hijo, con tu nieto y le querés mostrar eso que viviste.
¿Tienen huéspedes que vuelven todas las temporadas?
Hay familias que vienen hace más de 30 años. Existe un sentido de pertenencia. Tenemos huéspedes que han venido especialmente para el casamiento de empleados del hotel.
¿Impactó la reciente inmigración que recibió la ciudad?
En la gastronomía sin duda. Mucha gente viene a almorzar, a cenar, a tomar el té. Ese circuito antes era muy reducido. Hoy está mucho más activo.
¿Cómo varía la ocupación a lo largo del año?
Es un cambio abrupto. El verano es un periodo de altísima demanda, pero Punta del Este no termina de asentarse. Si bien está mucho más movido, hay períodos de muy baja actividad; no es un destino de todo el año. Ha pasado mucho que argentinos que se vienen a vivir se vuelven porque encuentran demasiada tranquilidad. Todo indica que eso va a cambiar de acá a los próximos 10 años, la ciudad se va a hacer más atractiva para vivir e invertir. Creo que va a tener una transformación interesante.
¿Qué impacto tienen los alquileres particulares en plataformas como Airbnb?
Hay demasiada cantidad de alojamiento para la poca cantidad de gente que hay en invierno. Es una competencia desleal la de los apartamentos. Punta del Este es la panacea de Airbnb. Hay miles de torres nuevas con un montón de amenities, en algunos casos más y mejores que cualquier hotel de Punta del Este. Entonces es difícil competir: en temporada baja hay apartamentos por US$ 50. Es algo que estamos buscando regular y que pasó en muchas partes del mundo, en Miami, Nueva York, en España y Argentina. Existeun proyecto de ley que estamos impulsando desde el Centro de Hoteles de Punta del Este, pero el problema es que en Uruguay es difícil regular (los alquileres temporarios), porque la problemática de las ciudades es muy diferente entre sí. No es lo mismo Punta del Este que Colonia. En Punta del Este tenés torres espectaculares que pasan 6, 7, 8, 10 meses vacíos, pagando gastos comunes. Y la gente busca alquilarlos o hacer una mínima renta. Es lógico, pero también de alguna manera a los hoteles que somos los que estamos dando trabajo, haciendo el esfuerzo de estar abiertos todo el año, pagando impuestos, nos impacta totalmente.
¿Tienen presencia en plataformas de viajes como Booking?
Sí, claro. Nosotros trabajamos con Booking y Expedia. Tenemos un montón de reservas directas porque el tipo de público que viene al hotel vuelve, trabajamos mucho con agencias de viaje también. Pero Booking y Expedia son ventanas al mundo y por ahí llegan reservas de EE.UU., de Europa. No tenemos un circuito tan fuerte de visibilidad en esos países, pero esas plataformas te abren las puertas.
¿De qué países llegan los huéspedes del hotel?
Un 36% llega desde Brasil, 24% desde Argentina y un 10% son uruguayos, que vienen más que nada en temporada baja. Y hay un público estadounidense, más de la costa este, Nueva York y Miami, que viene normalmente en los períodos de temporada media como noviembre, diciembre o marzo. Ellos representan un 9% de los huéspedes. También tenemos un lindo público europeo que viene casi exclusivamente en verano, en enero y febrero. Ellos son alrededor de un 12%. El 9% restante viene de otros destinos de Latinoamérica.
La industria del turismo fue una de las más golpeadas por la pandemia. ¿Se recuperaron los niveles de actividad previos a la crisis sanitaria?
El año pasado te diría que sí, estábamos a niveles prepandemia, por momentos más, fue un invierno muy bueno. Este año no, es insólito. La gente empezó a viajar mucho más, Uruguay sigue siendo caro y Argentina está mucho más barata, entonces, cualquier fin de semana libre la gente se va para Buenos Aires. Y eso impactó notablemente en la ocupación del año. El verano va a estar buenísimo, pero sí, la pandemia fue un golpe tremendo y por suerte nosotros, al tener una estructura chica, pudimos ser más flexibles y acomodarnos bastante más rápido. Es difícil sostener una estructura grande cuando no tenés ni un ingreso durante meses, meses y meses. En nuestro caso, estuvimos cerrados más o menos dos meses y después empezamos a abrir solo el salón de té los fines de semana. Fue de a poquito, como en cuentagotas. Y así fue que empezamos a tener ingresos. Prácticamente no teníamos personal. Y se fue escalando a los niveles prepandemia.
Muchos huéspedes del hotel vienen desde Argentina. ¿Cómo repercuten los vaivenes económicos del país a la hora de pensar la temporada?
Lo que tiene Argentina es esa imprevisibilidad que no te permite planificar. Vos planificás la temporada, proyectás un poco a ver qué ocupación podés llegar a tener, cuántas ventas, pero con Argentina no lo podés hacer porque nunca sabés qué va a pasar. Si de repente justo antes de la temporada van a devaluar. Igual hay una cuota parte de Argentina, del público de los estratos socioeconómicos más altos, que es el que no varía. Pero sí cuando necesitas volumen, gente ocupando habitaciones, viniendo a consumir al restaurante o al salón de té, todo eso no lo tenés a veces. Brasil es mucho más predecible, se mueve más o menos siempre igual: de fin de diciembre al 8 de enero, carnaval, fin de semana del 7 de setiembre (N.d.R.: Día de la Independencia). Tiene períodos que no van a cambiar. Y para un hotel como el nuestro, que tiene 35 habitaciones, no mueve la aguja, se ocupa muy rápidamente.
¿Cómo proyectan el negocio a futuro?
El hotel a nivel edilicio está bastante topeado, no me imagino que pueda tener un crecimiento en habitaciones. Por cómo está dispuesto el hotel y porque hasta que no esté regulado todo el tema de Airbnb no hay mucho más espacio para crecer. Sí en cuanto a la parte gastronómica, la parte corporativa, de empresas viniendo a trabajar al hotel, ocupando las salas de reuniones, haciendo eventos gastronómicos, presentaciones de productos. Ahí tenemos una veta linda para trabajar y para crecer.