Nació en Montevideo hace 65 años y desde muy joven se integró al mundo editorial, en el que está por cumplir cinco décadas de carrera. Actualmente, dirige la representación local del grupo Penguin Random House, uno de los más importantes de la industria del libro a nivel global.
Aunque el formato digital marcó un quiebre en el negocio, sostiene que el libro físico sigue vigente y que las ventas son cada vez más altas, en parte por el trabajo de promoción que hacen los puntos de venta así como el de los padres, abuelos y docentes en el caso de los niños. En su opinión, el libro tiene como reto captar la atención de aquellos que creen que «leer es leer un Whatsapp». Además de la lectura, le apasiona el fútbol, deporte que sigue como hincha de Nacional y que todavía practica.
¿Cómo llegó al negocio editorial?
Prácticamente me vinculo al mismo tiempo que comienzo los estudios secundarios. Era la época en que en tu hogar necesitaban que además trabajaras, entonces comencé con la doble función e increíblemente es la única actividad en la que trabajé. Hace 49 años que estoy en «el libro».
¿Qué cambios ha visto en la industria en estos casi 50 años?
La evolución del negocio va por diferentes parámetros, uno es la tecnología, pero también algunas acciones generadas por las empresas o los autores. Por ejemplo, la aparición de autores que escriben para niños y jóvenes que comienzan a ir a los colegios, liceos y jardines de infantes, y terminan transformándose en una fuente de comercialización en las librerías pero que además es de carne y hueso. Antes leíamos a Mark Twain, a (Emilio) Salgari, a autores de fantasía que no veíamos. Por otro lado, hay momentos que provocan géneros; el proceso pre y post dictadura ha generado decenas de títulos. También ha habido un avance de los escritores en la edición nacional; hace 40 años estábamos en la élite de Benedetti, Galeano y Onetti, y hoy tenés un abanico de 250 o 300 autores que escriben en diversos géneros, con lo cual generan otro interés.
¿Cómo encaja la revolución digital en esa transformación?
El cambio tecnológico lo separo en dos partes: la primera y más evidente es el libro digital, que trajo la transformación más importante desde Gutenberg. Por otra parte eso genera información que no preveíamos. El libro digital comenzó a crecer rápidamente en EE.UU. hasta establecerse en un 30% (del mercado) con la aparición de los readers y las tablets a precios competitivos. Pero llegó a un tope y se transformó en un género complementario. En un momento el grupo se planteó una disyuntiva: esperamos el libro digital o lo provocamos. Y decidimos provocarlo porque era una necesidad del mercado en función de lo que pasaba en EE.UU., pero en Hispanoamérica no pasa del 3,5%. A su vez, ese 30% (en EE.UU.) tiende a descender porque se han generado elementos, entre ellos el precio, que grandes jugadores como Amazon y Google comienzan a no poder sostener.
¿Cuál es la segunda parte?
Es lo que para nosotros es mucho más importante en función del negocio futuro, y tiene que ver con la estrategia que se establece para agregar marketing al libro digital y que termina convirtiéndose a través de las redes sociales en un elemento de primera línea para potenciar al libro físico. Entonces las editoriales, sus community managers y departamentos de marketing empiezan a darse cuenta que pueden fragmentar el mercado y apuntar directamente a su público objetivo.
Random House posee distintos sellos editoriales en su grupo. ¿Qué participación de mercado tiene la empresa?
En habla hispana si uno piensa en Random House más Penguin y Alfaguara tiene un peso específico bastante importante. En el mercado latino en general estamos en un 15% de market share. En el mercado local estamos en el 30% por la incorporación de autores nacionales; son quienes están generando mayor diferencia. Este mercado compra mucha ficción extranjera –Isabel Allende, Vargas Llosa, García Márquez, Stephen King, Danielle Steel— pero a su vez compra mucha no ficción nacional. Ahí tenemos autores de la talla de (Fernando) Amado, (Diego) Fischer, Cecilia Curbelo, (Jorge) Burel, el expresidente (Julio) Sanguinetti, Walter Dresel. Tenemos una élite de autores nacionales que venden bien y casi todos publican un libro por año. Eso genera evidentemente una presión sobre el mercado. Le agrego a Ernesto Tulbovitz y Andrés Danza, y los autores que han escrito sobre el fenómeno Mujica.
¿Todos los libros que son exitosos afuera también funcionan en Uruguay?, ¿cuánto ayuda el olfato en ese aspecto?
Si siempre nos fuera bien con el olfato no tendríamos libros en el depósito (se ríe). Nuestro equipo comercial y financiero tiene mucha experiencia de marketing, lo que nos da una percepción. Ahora, nos equivocamos todos los días. En general, los libros que venden muy bien afuera es difícil que no vendan bien acá. El tema es que a veces esos libros como son parte de acuerdos internacionales salen simultáneamente, con lo cual no sabemos si van a vender tan bien como esperamos. En algunos casos funcionan mejor y en otros peor. Hay autores que son marca y sabés que van a vender. También como pasa siempre la lectura tiene sus picos. Por otra parte, más allá de que la gente imagina que poner carteles, armar vidrieras y establecer un libro en redes sociales es importante, y sin duda lo es, si el libro no es bueno o la gente no lo considera bueno, no se vende. No existe la publicidad engañosa que puede existir en otros mercados.
¿Cuánto de la oferta del mercado es importada?
El 70%. Es por lo que hablaba de los autores extranjeros, que siguen vendiendo aunque ya no estén vivos. Los clásicos no mueren y el libro físico tampoco. Al contrario, por la última información que tiene el grupo, tiende a volver aún en mercados como EEUU. Es increíble. En el público juvenil-infantil casi ha triplicado su facturación. Uno imaginaba que ese mercado podía desaparecer y creo que hay un gran esfuerzo de pedagogos, abuelos y padres, que están trabajando para que el libro no desaparezca.
¿Qué perfiles de público adoptaron el e-book?
Te das cuenta que explota en los libros de gran porte, los de más de 1.000 páginas que la persona no lo quiere cargar, y también en los libros en los que el cliente prefiere el anonimato. Por ejemplo, a la gente no le gusta que la vean leyendo 50 sombras de Grey en un ómnibus, entonces lo leen en la tablet. También observamos que quien realmente va a leer no tiene una tablet sino un reader. Otro tema es que con los lectores, que albergan cientos de títulos, generabas rápidamente una facturación porque al que le gusta leer sigue varios libros a la vez. Pero luego notamos que el lector habitual, salvo excepciones, no los lee en readers, entonces está volviendo el libro de papel.
Por el alto consumo tecnológico da la impresión de que se lee menos libros que antes.
Para nada, eso es solo en el imaginario. La gente cada vez compra más, es un mercado en expansión por el esfuerzo de todos y hasta de los puntos de venta, como las librerías y otros que aparecen como los hipermercados y las colecciones que editan los diarios.
Los autores reciben un 10% del valor de tapa. ¿Qué participación tienen las editoriales en estos casos?
El 10% es el promedio. También depende por ejemplo de si se comercializan en el exterior o no. En esos casos prácticamente son dueños del 70% de la comercialización de los derechos. También tengamos claro lo que es la cadena del libro. La gente dice: «¿el libro vale 100 y el autor solo se lleva 10?». Las editoriales como promedio en el mundo, no solo en Uruguay, ganan entre el 6% y el 9% del precio de venta al público, lo que quiere decir que toda la cadena de valor queda en el Uruguay.
Solo un 5% de los autores locales logra publicar en el exterior. ¿Qué perspectivas de crecimiento tiene ese número?
Tiende a crecer. También depende de qué tipo de libro hablamos. Hay algunos que son esencialmente nacionales por más que uno haga un esfuerzo, hay otros como La sociedad de la nieve o los tres libros sobre Mujica que tienen valor internacional por el interés por estos temas en el exterior. Cecilia Curbelo también ha trascendido a toda América, ha salido en España, Walter Dresel y Mercedes Vigil son autores que venden en toda América. Las editoriales estamos haciendo un esfuerzo para que eso suceda, pero yo digo siempre en broma que si mirás el mapamundi, hay bajada para acá y un repecho terrible para remontar el Océano Atlántico. Cuesta. Ahora estamos trabajando en un proyecto con la Aladi y la Cámara del Libro para tratar de internacionalizar más a los autores más allá de las «vacas sagradas».
Los shopping dinamizan las ventas, ¿pero cómo han afectado a las librerías de barrio?
Han perdido un poco de protagonismo, pero también se van transformando. Los shopping tienen una gran convocatoria y un montón de ventajas: el estacionamiento libre, el aire acondicionado, la multiplicidad de ofertas, el espacio que le dedican al libro. Después vienen las librerías de barrio. Por ejemplo, 18 de Julio ha mejorado muchísimo. Estuvo muy caído hace cinco o seis años, pero ha mejorado y se ve cuando uno sale de tarde y hay gente recorriendo; el Día del Centro es un ocasión de paseo y la gente termina comprando si bien el libro no está afectado por el IVA. Hay librerías que persisten en Carrasco y Pocitos, también en Paso Molino que venden muy bien.
¿Cuál es la política de precios?, ¿son caros los libros en Uruguay?
Todo va en función de las tiradas. Cuando uno sale con un libro, por decir el último de Vargas Llosa, que es una salida masiva del grupo en el mismo día, tiene un precio internacional. Hoy, los libros internacionales están un 20% más baratos que en Argentina. Y los nacionales lo termina definiendo la tirada. Si uno programa que va a vender 4.000 libros, tira 4.000, (pero) si tira la mitad le va a salir mucho más. Cuando la gente menciona que los libros son caros siempre digo algo que a veces es molesto para los que están fuera del libro y es: «¿caro con respecto a qué?». A veces alguien te dice que el libro es caro y está con un smartphone 10 o 20 veces más costoso. Yo no considero que los libros sean caros.
Habló del smartphone, ¿es un enemigo del libro por la atención del público?
No, para nada. Me parece que es súper incómodo para leer, en todo caso está la tablet. Creo que el mayor enemigo es la atención de los jóvenes. Si les decís que tienen que leer un libro de 250 páginas, te miran como si fuera algo imposible. Ellos piensan que leer es un Whatsapp y no es así. Leer una noticia es mucho más, y leer un libro es mucho más aún. Hay que prestar atención, despertar la fantasía, imaginar.
La solución digital como alternativa a las fotocopias.
¿La regulación sobre las fotocopias compensa las ventas perdidas en especial en libros de estudio?
Yo no participo del área de libros de estudio, pero estoy hace casi 25 años en la Cámara del Libro, así que hablo más por los colegas que por mí. Me parece que es un problema que tiene solución, no sé si eliminando la fotocopia pero creo que hay elementos como las nuevas tecnologías que pueden ayudar. Hoy casi todos los estudiantes tienen una tablet, smartphone o una computadora. Hay un pequeño universo que queda afuera y obviamente deberíamos atenderlos, pero creo que existen varias soluciones que no pasan solo por las fotocopias. Me parece que la más clara es la digital. Las Ceibalitas son un ejemplo. El costo de descarga de los libros que se le vendieron es casi ridículo. Entonces, hay soluciones sin tener que enfrentar necesariamente a la educación con los libros y a los estudiantes con los autores, que es una situación que estamos viviendo ahora. Es cierto que la Ley (del Libro) es muy vieja, pero también que el proyecto de ley presentado, no el acuerdo que estamos alcanzando y que pasó al Senado, parecía bastante malo.
LUIS SICA, DIRECTOR GENERAL DE PENGUIN RANDOM HOUSE GRUPO EDITORIAL