Por Antonio Larronda
Inés Arocena nació en Montevideo, pero desde joven quería vivir en EE.UU.
Su trayectoria ha sido variada. Con 23 años, mientras estudiaba psicología, se mudó a Miami donde trabajó en una agencia de viajes.
Luego emprendió una casa de decoración hasta que, tras 10 años, fue contratada por el gobierno de Chicago.
En 2009 ingresó a la empresa de almacenaje logístico Mecalux. De la mano de la multinacional, dos años después regresó a Uruguay para abrir la filial local.
Hoy la empresa crece, principalmente de la mano de multinacionales; según Arocena, aún falta por hacer en el país. Confiesa que ser mujer en un rubro masculino es un desafío. En sus ratos libres disfruta de cabalgar, la música y los deportes.
En 2011 volvió a Uruguay para abrir Mecalux en el país, ¿cómo fue su camino hasta llegar a la empresa?
A los 23 años me fui a vivir a EE.UU. Estudiaba psicología, trabajaba en una agencia de viajes -siempre me interesaron las diferentes culturas-. Por eso sentía que me quedaba chico Uruguay. Vengo de una familia con una cultura muy amplia, mi abuela fue presidenta de la Sociedad de Cultura del Uruguay, se hablaban varios idiomas en mi casa, mi abuelo había sido embajador durante 10 años en Italia. Cuando trabajé como agente de viaje tuve la oportunidad de viajar mucho, no paraba. Fui muchas veces a Europa y EE.UU. donde conocí Chicago. Me enamoré de ese lugar y dije que era donde quería ir a vivir.
¿Fue directo a Chicago?
No, a Miami, a estudiar algo referente a comercio exterior, contratada por una agencia de viajes con una visa de estudiante. Cuando llegué, la realidad era diferente a lo que pensaba. La educación era muy cara, yo sabía muchos idiomas pero no inglés. Comencé estudiando hospitality y manejo de negocios. Estuve 10 años en Miami. A los tres años dejé la agencia y con una amiga puse una casa de decoración en Coral Gables. Nos iba bien, vendíamos muebles de China, Indonesia, hacíamos velas artesanales para casi todos los hoteles de Miami Beach y fiestas en mansiones. A los 10 años me contrató el gobierno de Chicago (la Tesorería de Illinois) para ser intermediaria entre este y la comunidad latina. Fue a través de una amiga polaca, fotógrafa personal de la tesorera. Ahí estuve de 2002 a 2006 cuando la tesorera se postuló para gobernadora y perdió. Quedé sin trabajo, llegó la crisis de EE.UU. y no conseguía nada. Pasé años haciendo de todo, moza, jardinera, niñera, maestra de inglés, español, italiano, lo que pudiera. Siempre enviando currículum. Hasta que en 2009 Mecalux compra Interlake, la firma de logística y soluciones de almacenamiento más relevante en EE.UU., abre en ese país y me contrata como directora de marketing para América (desde Canadá a Argentina). Una de las condiciones que pusieron era que pudiera viajar porque el presidente de la empresa quería ir a Chicago y de ahí viajar a conocer sus mercados en el resto de América. Me pareció divertido y era la oportunidad de venir a Uruguay más seguido porque había oficinas en Buenos Aires y San Pablo. En 2011, en uno de esos viajes me dice: «Inés, en 15 días te vas a Uruguay». Quería abrir acá y el CEO de Argentina se estaba jubilando por lo que nadie se iba a ocupar. Yo había hecho mi mundo en EE.UU., no pensaba en volver, no me casé ni tenía hijos y me gustaba mi vida. Me dijo que era solo un año. Acepté, el 1° de noviembre de ese año abrimos y acá estoy, 11 años después.
¿Por qué decidió quedarse?
En parte por mi familia, mis sobrinos estaban creciendo, empezaban a casarse, mi madre estaba mayor, mi padre había fallecido. Pero sobre todo, porque armé esta empresa de cero y es como mi hijo. Los primeros años trabajaba 13 o14 horas al día.
¿Qué diferencial planteó la empresa en el mercado?
Lo que hacemos es ingeniería pura, conocimiento técnico porque estás haciendo edificios y hay que respetar la normativa, la seguridad. En ese momento no había normativa y nosotros desde el primer día nos regimos según la Norma Europea UNE-EN 15620-2008, elaborada por el comité técnico AEN/CTN cuya secretaría desempeña FEM-AEM. Establece específicamente tres ítems que abarcan el completo almacenamiento de mercadería: almacenaje en estanterías metálicas, estantería regulable para carga paletizada, tolerancias, deformaciones y holguras. Ahora en Uruguay hay una ley sobre responsabilidad civil. Además, como mínimo una vez al año concurrimos a los depósitos de los clientes para evaluar el proyecto y el estado de estanterías y maquinaria. Hacemos un informe completo y se lo entregamos al cliente. Y todo es gratis. Somos un socio de negocio de por vida; vendemos ‘oro puro’, no es una estantería, es orden, profesionalismo, el mejor producto con el mejor servicio. Vendemos seguridad, eso no lo negociamos.
¿Cuál fue su primer proyecto?
Montes del Plata. Porque los proveedores que había en Uruguay no llegaban a las certificaciones que exigían. Nosotros vendemos a grandes compañías en más de 70 países de todo el mundo, entonces cuando vieron que estábamos nosotros confiaron desde el inicio. Ese proyecto lo ganamos en enero de 2012.
Somos un socio de negocio de por vida; vendemos ‘oro puro’, no es una estantería, es orden, profesionalismo
Eran nuevos en el mercado, ¿qué desafíos afrontaron?
Uruguay es un mercado muy pequeño y conservador. Acá había afianzadas dos empresas con casi 100 años de historia que, además de estanterías, vendían lockers, sillas, mesas, otros productos. Tenían clientes porque son amigos de muchos años, que le vendían la estantería al vender otros productos. La estantería era un metal que a nadie le interesaba. Además, como empresaria no tenía contactos y tuve que abrir puertas. Pero nos diferenciamos porque vendemos estanterías con un servicio llave en mano según las necesidades del cliente, con asesoramiento y armado a medida. Incluso, todo lo fabricamos nosotros en alguna de las 11 fábricas que tenemos en el mundo, pero principalmente en Argentina. Lo que más costó fue cambiar la educación sobre esto, hacer entender que la estantería es algo muy importante para los negocios. Por eso el crecimiento es lento, además que no hacemos publicidad sino que crecemos con el boca a boca de los clientes, sobre todo internacionales porque ya nos conocen del exterior.
¿Cuántos clientes tienen?
Al inicio, el objetivo era sumar 100 por año. Al inicio no pasó, pero ya superamos los 1.100. En cantidad la mayoría son empresas locales pero en facturación, el 70% es de empresas extranjeras. El punto de equilibro lo logramos en el primer año y nuestro mejor año fue 2020, con un crecimiento de un 35% frente al 2019. En 2021 crecimos 20% y en 2022 un 15%. Hay mucho para hacer en Uruguay, por ejemplo, no hemos llegado fuerte a Artigas. Aún cuesta con empresas uruguayas chicas pero con medianas y grandes ya cambió, buscan calidad y seguridad.
¿Cuáles son los principales rubros de sus clientes?
Farmacéutica es casi un 60% de la facturación, sobre todo luego del covid, distribución de alimentos es un 25%. El resto se divide en indumentaria, agro (fertilizantes y semillas), autopartes, entre otras. Con el crecimiento del e-commerce todos los que almacenan son clientes potenciales. Por eso no tenemos alta y baja temporada, siempre a algún rubro le va bien. Concentramos las ventas en Montevideo, Colonia, Maldonado, San José y Canelones, por eso vemos que hay mucho para crecer en el resto del país.
En el mundo se ven depósitos robotizados como los de Amazon, ¿qué tan cerca de esa realidad está Uruguay?
Muy lejos, pero en realidad son contados con los dedos de una mano los depósitos que deberían ser 100% automáticos, salvo que sea un hub para la región. Por el volumen de negocio, es mejor que tengas un operario con un autoelevador. Podría ser para alguna empresa del sector farmacéutico o e-commerce. La mayoría necesitaría semiautomatismo, por ejemplo en los frigoríficos mejoraría la efectividad en las cámaras de frío donde las personas no pueden estar mucho tiempo. Lo que más vendemos en Uruguay son las estanterías manuales, que permiten reducir entre un 30% y 40% los costos al mejorar la eficiencia. También tenemos un software de gestión de almacenes (SGA WMS) que hace todo como avisar si un producto se está por vencer para sacarlo antes, pero no lo hemos vendido. Y tenemos nuestros sistemas de automatismo y robótica que bajan los costos en un 70%. Acá se piensa que un automatismo quita puestos de trabajo, pero no es así, abre la posibilidad de recolocar trabajadores para que crezcan.
¿Cómo ve el futuro del rubro en Uruguay?
El crecimiento logístico ha sido muy grande, acompasado con leyes como la de responsabilidad civil, aunque falta la de metal, estanterías y peso. También vemos que el empresario uruguayo se preocupa por ser más eficiente con estanterías, pero falta apuntar a la calidad.
También es responsable de Mecalux Paraguay, ¿cómo está ese mercado?
Desde 2017 somos responsables de ese país y hay mucho para hacer porque está detrás del Uruguay de 2011, cuando yo llegué.
El año pasado, Mecalux fue distinguida por el cuadrante de Gartner Magic en Sistemas de Gestión de Depósitos, ¿qué implicó esto para la empresa?
En EE.UU. y Europa mucho, en Uruguay muy poco. En esos países valoran que el tiempo es oro, es dinero. Hacer algo más rápido, más eficiente, sin errores tiene un gran valor.
«Es un mundo de hombres, les cuesta darme cabida»
Es mujer e ingresó al país con una empresa en un rubro donde prevalecen los hombres, ¿eso fue impedimento para comenzar a hacer negocios?
Muchísimo y me sigue costando. Es un mundo de hombres y aún les cuesta mucho darme cabida. Tengo que demostrar mucho más mi trabajo, por suerte yo ya lo hago así por naturaleza. Incluso, para mí fue un triple desafío, llegué al país con una empresa nueva, no era conocida en el ámbito empresarial y además soy mujer en un rubro de hombres. Y tenía que aprender a gestionar.
¿Vivió o vive situaciones de desigualdad por el hecho de ser mujer?
Sí, aún lo vivo. Existe un grupo de hombres muy fuerte en Uruguay en este rubro que si puede evitarme me evita. Y no solo eso, si pueden hacerme la vida imposible lo hacen. Igual, como tengo mentalidad de gringa no me gusta el lobby ni el amiguismo, sino que me interesa demostrar con mi trabajo la calidad de lo que hago. Por suerte con los años logré que me respeten, pero aún no me invitan a ese grupo.