Por Erin griffith
The New York Times
Reid Hoffman, fundador de LinkedIn y capitalista de riesgo desde hace mucho tiempo, ya no es la cara pública de la empresa de riesgo Greylock. Michael Moritz, una fuerza en Sequoia Capital durante 38 años, se separó de la firma de inversión el año pasado. Y Jeff Jordan, uno de los principales inversores de Andreessen Horowitz durante 12 años, se fue en mayo.
Los tres figuran entre los más reconocibles de una generación de inversores de Silicon Valley que están saliendo del capital de riesgo tras un lucrativo auge de 15 años para el sector.
Muchos más se están yendo. Los inversores de Tiger Global, Paradigm, Lightspeed Venture Partners, Emergence Capital y Spark Capital han anunciado planes de dar un paso atrás. Foundry Group, una firma de riesgo en Boulder, Colorado, que ha respaldado a 200 empresas desde 2006, dijo en enero que no recaudaría otro fondo.
El constante ruido de salidas ha creado la sensación de que el capital de riesgo —un sector financiero de US$ 1,1 billones que invierte en start-ups, que a veces generan empresas como Apple, Google y Amazon— se encuentra en un momento de transición.
«Estamos en un punto de inflexión», valoró Alan Wink, director gerente de mercados de capital de EisnerAmper, que asesora a firmas de capital de riesgo. Si bien ha habido oleadas de jubilaciones en el pasado, afirmó que ésta fue más pronunciada.
Sangre nueva
La rotación crea una oportunidad para que nuevos inversores den un paso al frente, cambiando potencialmente quiénes son los actores poderosos en Silicon Valley. Eso también puede cambiar el cálculo para las startups a la hora de decidir de qué empresas de riesgo buscar dinero.
Sin embargo, la última generación de venture capitalists se enfrenta a un panorama de inversión en startups más desafiante. Pocos fondos de capital de riesgo están cosechando enormes ganancias inesperadas —que provienen de la salida a bolsa o de la compra de nuevas empresas— que pueden asegurar la reputación de un inversionista. Eso también hace que sea más difícil para las empresas de riesgo recaudar dinero, ya que la captación de fondos por parte de la industria cayó un 61% el año pasado y algunas grandes empresas del sector recortaron sus objetivos.
La última generación de inversores, entre ellos Moritz (69); Hoffman (56); John Doerr de Kleiner Perkins (72); Jim Breyer de Accel (62); y Bill Gurley de Benchmark (57), saltó a la fama al hacer apuestas en startups de Internet para el consumidor como Google, Facebook, Uber y Airbnb, que se convirtieron en gigantes.
Los capitalistas de riesgo de hoy están esperando su versión de esos ganadores. Algunas de las startups más valoradas (como OpenAI, la empresa de inteligencia artificial valorada en US$ 86.000 millones) no tienen prisa por salir a bolsa o vender. Y el frenesí en torno a la IA generativa podría tardar años en traducirse en grandes victorias.
«Estamos en este período de reinicio, basado en dónde está la tecnología y hacia dónde se dirige», analizó David York, inversor de Top Tier Capital, que financia otras firmas de capital de riesgo. «Estas estrellas surgirán», afirmó el experto.
Incondicionales de la industria como Vinod Khosla de Khosla Ventures, Marc Andreessen de Andreessen Horowitz y Peter Thiel de Founders Fund continúan emitiendo cheques y ejerciendo influencia. (Las tres empresas han respaldado a OpenAI).
Pero muchos otros están renunciando a medida que una racha ganadora de 15 años que generó ganancias multimillonarias para la industria se volvió una recesión. Las compañías de capital de riesgo suelen invertir durante ciclos de fondos de 10 años, y algunas no están ansiosas por inscribirse hasta dentro de una década.
«Hay un elemento de mercado alcista», apuntó Mike Volpi, un inversor de Index Ventures que recientemente manifestó que dejaría el próximo fondo de la empresa.
Wink de EisnerAmper asegura que algunos inversores que apoyan los fondos de capital riesgo están ansiosos por sangre nueva.
Más que «unicornios»
Durante años, el capital de riesgo creció, impulsado por las bajas tasas de interés que atrajeron a los inversores de todo el mundo a asumir más riesgos. El dinero barato, así como la proliferación de teléfonos inteligentes y el abundante almacenamiento en la nube, permitieron que muchas nuevas empresas tecnológicas prosperaran, generando retornos extraordinarios para los inversores que apostaron por esos emprendimientos durante los últimos 15 años.
Las compañías más grandes del sector, incluidas Sequoia Capital y Andreessen Horowitz, gestionan ahora decenas de miles de millones de dólares en inversiones. Se han expandido hacia fondos más especializados centrados en activos como las criptomonedas, han abierto oficinas en Europa y Asia y han incursionado en nuevas áreas como la gestión patrimonial y las acciones públicas.
Muchos fondos también han crecido tanto que poseer una participación en un «unicornio», o una startup valorada en al menos US$ 1.000 millones, ya no es suficiente para obtener las mismas ganancias que antes.
«Si quieres recuperar tres veces tu fondo, entonces un unicornio no es suficiente», advirtió Renata Quintini, inversionista de Renegade Partners. «Se necesita un decacornio», añadió, refiriéndose a una startup valorada en US$ 10.000 millones o más.
Las empresas más grandes han pasado de proporcionar a sus inversores ganancias a partir de la definición tradicional de capital de riesgo (compañías muy jóvenes y de alto riesgo con potencial de crecimiento enorme) a una idea más general de «exposición tecnológica», concluyó Quintini.
Durante el último período de auge, las inversiones en startups se multiplicaron por ocho hasta alcanzar los US$ 344.000 millones entre 2012 y 2022, según PitchBook, que realiza un seguimiento de ese sector. También, las firmas de capital de riesgo pasaron de ser pequeñas asociaciones a enormes administradores de activos. Andreessen Horowitz y Sequoia Capital, entre otros, incluso se convirtieron en asesores de inversiones registrados, por lo que podían invertir en algo más que empresas privadas. El capital de riesgo fue el trabajo de moda para los jóvenes ambiciosos en finanzas.