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Fundada por una estrella del fútbol neozelandés y un empresario de tecnologías limpias, la empresa Allbirds capta la atención de líderes tecnológicos y también los millones de fondos de inversión
Silicon Valley pasa por sus propias modas de calzado: pasó Vibrams y Crocs. Ahora llega el Allbirds, un mocasín de lana tejida. En tiempos incómodos, Silicon Valley ha recurrido a un zapato cómodo. Si hay un capitalista de riesgo cerca, tal vez también hay un par de Allbirds. El cofundador de Google, Larry Page, los usa según el fabricante de zapatos, al igual que el ex jefe de Twitter Dick Costolo y los capitalistas de riesgo Ben Horowitz y Mary Meeker.
Fundada por una estrella del fútbol neozelandés y un empresario de tecnologías limpias, Allbirds fabrica este calzado deportivo con lana y aceite de ricino. La marca tiene un estilo minimalista (solo pequeños logotipos) y se presenta en dos versiones: runner y lounger. Ambos estilos, para hombre y mujer, se venden por US$ 95. El mes que viene, Allbirds abrirá su primera tienda en Manhattan.
Al más puro estilo de Silicon Valley, Allbirds es una startup. ¿Tiene financiación de riesgo? Por supuesto que sí. La empresa ha recaudado US$ 9,95 millones en el último año para difundir su visión. Pero en esta tierra de las startups, un zapato nunca es solo un zapato. «Nos dedicamos a la destilación de soluciones, al refinamiento y a la elaboración de formas de manera maniática», dice Tim Brown, cofundador de Allbirds desde Nueva Zelanda.
A Silicon Valley le gusta el uniforme. Destacar con un estilo personal en la tecnología es generalmente rechazado ya que implica tiempo dedicado a placeres estéticos en lugar de al trabajo. Los líderes de la tecnología suelen adherirse a estrictos códigos de vestimenta (como la camiseta gris de Mark Zuckerberg).
En una reunión organizada el mes pasado por la empresa de capital de riesgo August Capital en Sand Hill Road, en Menlo Park (California), unos 1.000 empresarios e inversores se mezclaron en un patio de cemento con margaritas y huevos rellenos para celebrar el verano. Los invitados llevaban otros zapatos —se vieron New Balance, Top-Siders, Tevas y un raro zapato de vestir—, pero los Allbirds de aspecto peludo eran, por lejos, los más comunes.
La empresa es una startup; el último año recaudó US$ 9,95 millones para difundir su visión sobre la moda del calzado
Serik Kaldykulov, socio director de Elefund, que financia empresas emergentes, llevaba un par mientras esperaba para entrar en la fiesta. «Todo el mundo las lleva. A veces es incómodo, sobre todo si llevamos el mismo color, pero entonces sirve para romper el hielo», dice Kaldykulov, que tiene cuatro pares de distintos colores.
«Todo lo que tiene cordones es menos eficaz», afirma John Kim, director ejecutivo de SendBird, empresa que ayuda a los ingenieros de software a crear funciones de chat en sus aplicaciones. Lleva un par de Allbirds de color gris claro.
Kim dijo que usaba Allbirds «por todas las razones y propósitos», excepto para un asado reciente, por temor a que la salsa se filtrara. Los Allbirds, que se pueden lavar en la lavarropas, se usan sin calcetines.
Los Allbirds están confeccionados con lana merina muy fina; cada hebra equivale al 20% de la anchura de un cabello humano medio
Sin embargo, el zapato de moda de hoy puede convertirse fácilmente en las Google Glass de mañana en un cajón.
Entonces, ¿qué hacer sino atacar antes de que el momento se escape? Joey Zwillinger, cofundador de Allbirds y exempresario de tecnologías limpias, dijo que la empresa tenía previsto recaudar más dinero. «Tenemos grandes aspiraciones», afirmó.
Los Allbirds están hechos de una lana merina muy fina, cada hebra mide 17,5 micras de ancho. «Lo que equivale al 20% de la anchura de un cabello humano medio», graficó.
El nombre del zapato procede de lo que supuestamente dijeron los primeros exploradores de Nueva Zelanda: «It’s all birds». Además, Zwillinger es un ávido observador de aves. Durante un tiempo hubo poco interés. Luego, a mediados de 2016, Zwillinger notó que los líderes tecnológicos publicaban sobre los zapatos en Snapchat y Twitter. «De repente, las tallas 12 y 13 para hombres se agotaron», recordó. «Pasamos de ser mayoritariamente femeninos a muy masculinos».
Dave Morin, un inversor de Slow Ventures que puso dinero en Allbirds, dijo que la startup era un lugar para invertir «en la ciencia de los materiales y el sueño». «Es un material disruptivo, no necesitabas calcetines, eso cambia la idea de los zapatos y es único», dijo Morin. «Me parece la clásica estrategia de simplicidad de Apple», agregó.
Otros se mostraron más indecisos. «No creo que Silicon Valley haya marcado, esté marcando o vaya a marcar ninguna tendencia de moda», dijo Costolo, quien fue director ejecutivo de Twitter y lleva Allbirds.
Brown y Zwillinger dijeron que lanzarán nuevos colores de zapatos (hay seis disponibles, incluidos pino y musgo) y, eventualmente, modelos para niños. Un reportero vio un par de chanclas que parecían estar hechas de bambú o de hojas muy apretadas. «Estudio de mercado», acotó Zwillinger.
Los cofundadores esperan atraer al mismo consumidor que compra ropa básica en Everlane, también con sede en San Francisco, y gafas en Warby Parker (dos fundadores de Warby Parker son inversores de Allbirds). El calzado es una industria de US$ 80.000 millones en EE.UU., donde en promedio se compran ocho pares al año, según Euromonitor International Passport. «Si tuvieras que diseñar una zapatilla y solo una, ¿cómo sería? Nos centramos en esta idea de una solución singular», dijo Brown. «La cantidad justa de nada», remató.
Emplea a más de 400 personas
Hoy, Tim Brown y Joey Zwillinger, los cofundadores de Allbirds, tienen unos 50 empleados en su sede de San Francisco, en uno de los edificios más antiguos de la ciudad, en una calle comercial de alto nivel del centro. Otros 350 contratistas se ubican en una fábrica de Corea del Sur y cuenta con unos 40 trabajadores en un almacén de Nashville (Tennessee).
La consultora Red Antler, con sede en Brooklyn, ha trabajado con ellos en la creación de la marca y el diseño.
La oficina está llena y todos los días, a las 4 de la tarde, los fundadores organizan una sesión de flexiones en la oficina llamada «40 at 4».
Sus esposas unieron a los socios
En 2009, Tim Brown, entonces vicecapitán de la selección de fútbol de Nueva Zelanda, intentaba averiguar su siguiente capítulo. Le gustaba el diseño y, antes de asistir a la escuela de negocios, fabricaba sencillos zapatos de cuero para sus amigos. Pero eran incómodos. Entonces, «viniendo de un país con 29 millones de ovejas, la lana era obvia», dijo.
Con una beca de investigación de la industria de la lana de Nueva Zelanda, comenzó una campaña de Kickstarter para hacer zapatos de lana en 2014. En cuatro días, había vendido US$ 120.000. Cerró la campaña preso del pánico. «No entendía cómo se podía hacer», dijo. Joey Zwillinger, ingeniero en biotecnología, trabajaba en Silicon Valley y luchaba por vender el aceite de algas como sustituto del petróleo.
Sus esposas, que son mejores amigas y antiguas compañeras de piso en Dartmouth, presentaron a los dos hombres. Brown viajó al norte de California para conocer a Zwillinger y pedirle consejo sobre las cadenas de suministro. Zwillinger cocinó un guiso de cordero, y los dos decidieron formar un negocio.
«Uno de los productos que más perjudican al medio ambiente, desde el punto de vista de los productos de consumo, son los zapatos», dijo Zwillinger. «No es la fabricación; son los materiales».