Gonzalo Sánchez
EFE
Giorgio Armani sopló ayer 90 velas para festejar un año más de vida. Coronado como el «rey» de la moda italiana y uno de los hombres más ricos del planeta, el diseñador sigue activo sobre la pasarela, desafiando al tiempo entre los hilvanes y patrones de su elegancia.
Italia, cuna de algunos de los diseñadores más influyentes de la historia de la moda, celebró el cumpleaños del «Rey Giorgio» con varias iniciativas, como la Fashion Library de Milán donde se pusieron en exposición todos los álbumes del maestro.
El diseñador sabe que el tiempo pasa, pero se niega a abandonar su trono. De hecho hace solo dos semanas obtuvo el aplauso de París al presentar una nueva colección inspirada en perlas. «Siento todos los años que tengo. El tiempo pasa (...) Mi físico, mi forma de presentarme, la sonrisa que a veces se apaga. He aprendido a seguir el juego al tiempo. No puedes hacer otra cosa», confesó a la revista Vanity Fair.
Imperio de marcas
Mientras, su grupo empresarial, que en 2025 cumplirá medio siglo, marcha viento en popa, y prueba de ello es que su facturación creció un 16,5% en 2022, hasta los € 2.350 millones (US$ 2.545 millones), mientras su fundador se mantiene en la lista de los más ricos del mundo de Forbes con un patrimonio de US$ 12.000 millones.
Sus éxitos reposan sobre su estrategia de diversificar su marca, poniendo su inconfundible sello sobrio y minimalista a un sinfín de productos, desde ropa a muebles, perfumes y hasta dulces, pero también al sacrificio de décadas consagradas a la costura.
Su emporio se extendió internacionalmente, en especial durante la década del 90. En la actualidad el Grupo Armani, diversificado en una decena de marcas, como la lujosa línea «Privè», la juvenil «Jeans», la deportiva «EA7» o la «Junior», cuenta con 650 tiendas y casi 8.700 empleados en Europa, Norteamérica, Brasil, Australia, China y Japón.
De medicina a la moda
La vida de Armani empezó el 11 de julio de 1934 en Piacenza, en el norte de Italia, y su infancia, como primogénito de tres hermanos, se vio ensombrecida por la Segunda Guerra Mundial. Tras el conflicto bélico la familia decidió mudarse a la prometedora Milán, donde el joven se matriculó en la Universidad de Medicina, aunque nunca acabó la carrera. El servicio militar primero y un trabajo en los grandes almacenes de La Rinascente después evaporaron para siempre su ambición de convertirse en cirujano.
Fue ahí, en aquellos escaparates, donde Armani tuvo su primer contacto con la moda. Pero no fue hasta el 1964 que le llegó su primera oportunidad, como colaborador de Nino Cerrutti. De este, autor del vestuario de películas como Psicópata Americano (2000) o Mujer Bonita (1990), Armani adquirió su visión del traje desestructurado para un hombre cansado de la rigidez.
En los 80 Armani conquistó Hollywood cuando vistió al actor Richard Geere en la película Gigoló americano y a Don Johnson en la serie Vicio en Miami, apostando por una de las marcas de la casa: el combo traje-camiseta.
Su debut en la pasarela llegó hace 50 años con un desfile junto a su histórico socio Sergio Galeotti. Sólo un año después fundó su primera empresa. El negocio funcionó y poco tiempo después fue reconocido con el prestigioso premio «Neiman Marcus», reservado a los revolucionarios del sector como Christian Dior, Salvatore Ferragamo o Coco Chanel.
El legado
El diseñador es también un comprometido ambientalista y en 2016 decidió prohibir el uso de las pieles animales, poniéndose una vez más por delante de sus competidores.
Armani siempre fue discreto con su privacidad, pero dada la ausencia de un heredero natural en el ocaso de su vida, una pregunta inevitable es qué será de su legado e inabarcable patrimonio, siempre controlado férreamente por él. Recientemente en una entrevista en Bloomberg el diseñador destacó como «mejor opción» la elección de «un grupo de personas cercanas», aunque no descartó eventuales compras o salidas a bolsa. «No siento que pueda descartar nada», confesó, con cierto aire resignado, tras una vida deslumbrante.