"Hay que festejar el fracaso rápido"

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Bilinkis. "No busques opiniones, hacé un prototipo, probalo y aprendé".
Nota a Santiago Bilinkis, empresario argentino cofundador y gerente general de Officenet, en el Hotel Hilton Montevideo, ND 20170914, foto Marcelo Bonjour - Archivo El Pais
Marcelo Bonjour/Archivo El Pais

ENTREVISTA A SANTIAGO BILINKIS, EMPRENDEDOR Y TECNÓLOGO ARGENTINO

El socio fundador de Quasar —una "fábrica de empresas" con proyección regional—, dio consejos para emprendedores y ahondó en cómo la tecnología impactará en el mundo del trabajo

Nació en Buenos Aires, tiene 46 años. Es licenciado en Economía por la Universidad de San Andrés. A los 25 se decidió a emprender y creó Officenet, una tienda de artículos para oficina que, de modo innovador para la época, vendía por catálogo primero a través del teléfono y luego vía Internet.

La startup se volvió un éxito comercial y académico, ya que fue caso de estudio en Harvard. En 2004, la empresa fue comprada por la cadena de EE.UU., Staples. Es socio fundador de Quasar, una «fábrica de empresas» con proyección regional. Invitado a disertar en un reciente evento por la telefónica Claro, Bilinkis conversó con El Empresario sobre sus negocios, el emprendedurismo, la tecnología y su impacto en el mundo del trabajo. Está casado y tiene tres hijos. Es hincha de Boca y los Green Bay Packers de la NFL.

Officenet fue tema de estudio en Harvard y luego fue adquirida por Staples. ¿Cómo fue para usted decidir la venta de su proyecto?

Officenet para mí fue una montaña rusa maravillosa. Empecé muy joven, con 25 años, sin ninguna experiencia, pero con el desparpajo que te da el no tener nada que perder. Si bien no provenía de una familia de clase baja, tampoco me sobraba nada. La verdad es que teníamos un hambre muy grande en el sentido de una vocación de hacer crecer y una capacidad de trabajo fenomenal. Officenet nació con inversión de capital de riesgo y cuando vos nacés así la posibilidad de una venta es una realidad con la que lidiás desde el principio, porque sabés que el inversor más allá de que no espera recuperar (el dinero) al mes o al año siguiente, espera hacerlo en cinco años. Entonces, de entrada estás contestando la pregunta de cómo va a recuperar la inversión. En América Latina, la única hipótesis realista es que alguien compre la compañía. En otros lugares uno puede salir a cotizar en bolsa y ahí no estás como fundador obligado a vender tu parte o a irte. En general, es común hacer la analogía de las empresas con los hijos. Y entonces, cuando uno vende una empresa, la metáfora es «vendiste un hijo». Y a mí me gusta más pensar que uno tiene hijos para que crezcan y hagan su propia vida, no para quedártelos bajo tu ala para toda la vida. Yo siento que Officenet se casó con el príncipe azul y formó su familia. Siempre supe que iba a llegar el momento en que eso pasara. Y fue muy lindo también porque fue un logro importante que una gran empresa multinacional comprara la compañía.

En 2013 nació su nuevo emprendimiento, Quasar, una company builder. ¿Cómo funciona exactamente?

La definición más importante es que somos emprendedores, porque se confunde mucho. En cuanto dejás de ser el que está en el día a día, la gente te identifica como un inversor y nosotros casi no ponemos plata. Nosotros vamos a buscar plata como cualquier inversor de otro fondo, pero lo que hacemos es tratar de aprovechar toda nuestra experiencia y red de contactos para facilitar lo máximo posible la parte más dura, que es el arranque de un nuevo proyecto. Tanto en lo que es identificar la idea, armar el equipo fundador, validar la idea a partir de prototipado e iteración con los clientes, conseguir el capital semilla, lograr que la compañía arranque, empiece a funcionar y, si va bien, levantar plata en serio. Todo eso es algo que en general cada emprendedor hace una sola vez en la vida o tal vez dos, pero 20 años después. Nosotros estamos haciéndolo todo el tiempo. Y cuando repetís algo muchas veces te empieza a salir mejor.

¿Cómo participa la empresa de las startups que apoya?

Somos cofundadores. Y normalmente para nosotros es muy importante que los fundadores que no pertenecen a Quasar sean mayoritarios. Nuestro armado típico es 55% o 60% para los fundadores y el 45% o 40% para Quasar. O sea, estamos metidos hasta las orejas con cada proyecto. Por otro lado, no hacemos muchos, hicimos cuatro en cuatro años: Restorando (app de reserva en restaurantes), Trocafone (compraventa de celulares usados), Sirena (herramienta digital para la fuerza de ventas) y Snapcar (plataforma de personalización de pólizas de seguros mediante big data).

¿En qué se diferencian de una incubadora o aceleradora?

De alguna manera cuando ves a las aceleradoras o a las incubadoras agarran de a 35 proyectos y a cada uno lo ayudan un poquito, tienen un poquito y les importa poquito. Nosotros nos jugamos todo en cuatro plenos. Y estamos completamente alineados con el emprendedor en el sentido de que no ganamos un «mango» hasta que el emprendedor gana. Entonces, toda la posibilidad de que los que invirtieron en Quasar —no en las empresas que apoya—, recuperen su capital depende del éxito de los cuatro proyectos que tenemos.

¿Qué busca en una idea para determinar si es viable como negocio?

Hay una sola cosa en la que hacemos un pequeño ejercicio teórico que es tratar de dimensionar el mercado. Si no es muy grande, la descartamos instantáneamente. No hay, por lo menos desde nuestra óptica, nada peor que te vaya muy bien en un mercado chico.

¿A qué se refiere con «chico»?

Al mercado objetivo. El target inicial de Trocafone fue Brasil, pero el mercado objetivo total es Latinoamérica y tal vez más allá. Tenés que pensar dónde tenés una oportunidad y ver que esa oportunidad sea grande. Entonces Trocafone en Brasil no va a llegar a US$ 1.000 millones, pero sí en toda la región y en Brasil puede llegar a US$ 500 millones. Entonces, hagámoslo. Lo que no querés es quedarte atrapado en un mercado donde agotaste el potencial y la oportunidad era chica. Superado ese check, todo lo demás es empírico. No me importa la especulación, eso de «yo creo que sería muy buena idea». Y lo miro desde el otro lado; me pasa todo el tiempo que emprendedores más jóvenes me preguntan qué opino sobre su proyecto. Y yo les digo «mirá, no me importa mi opinión, y si a mí no me importa, no entiendo porqué a vos sí». No busques opiniones, hacé un prototipo, probalo y aprendé. Lo más mágico que tiene ser emprendedor hoy es esa capacidad de acotar el riesgo iterando y probando, gastando relativamente poco tiempo y poca plata. Yo también digo muchas veces que hay fracasos que son maravillosos. Un fracaso donde te enteraste rápido y sin perder mucha plata es un fracaso genial. Hay que festejar que fracasamos rápido.

Desde su rol de tecnólogo, ¿qué desarrollos cree que van a cambiar el mundo del futuro?

Yo creo muy profundamente que el futuro no está escrito, es producto de una construcción colectiva que tenemos la oportunidad y la responsabilidad de hacer. Y mucha gente se enfrenta al futuro desde una posición más pasiva, esperando que le cuenten qué va a pasar y, en realidad, en las charlas que doy lo que hago es devolverle a la gente la pregunta. ¿Qué querés que pase, qué mundo querés y cómo vas a hacer para que ese mundo que querés, ocurra? Yo veo a la tecnología como la herramienta más espectacular que generó la Humanidad en toda la historia, como la oportunidad de construir un mundo que tenga las características que queramos que tenga.

Yendo específicamente a su pregunta, hay muchas tecnologías que están cambiando o van a cambiar de manera muy profunda nuestra vida pronto. Todo lo que tiene que ver con ingeniería genética, biología sintética, robótica e integración de biología y tecnología, todo lo que tiene que ver con los avances médicos y las nuevas posibilidades que se abren de extensión de la vida humana, son terrenos fascinantes. Pero de todas esas cosas la que me hace estar completamente entusiasmado y preocupado —porque es un arma que se puede usar para bien o para mal— es la inteligencia artificial. Creo que va a cambiar nuestra vida de manera muy profunda en los próximos 10 a 20 años. Y veo a la vez a la mayoría de las instituciones y las personas muy poco preparadas y muy poco en sintonía con el tipo de cambios que vienen.

¿En qué nota esa asimetría entre lo que propone el sistema educativo y los conocimientos necesarios para el futuro?

El sistema educativo está completamente desconectado del futuro. Hoy estamos preparando a los chicos del siglo XXI con contenido del siglo XX y metodología del siglo XIX. Lamentablemente, el sistema está crujiendo por todos lados, la relación que los chicos de hoy tienen con la escuela no se parece en nada a la que tuvimos nosotros. Por un cúmulo de factores: el lugar de autoridad se deconstruyó y cambió mucho su naturaleza, pero esencialmente porque los chicos sienten de una manera muy fundamental que la escuela está desligada por completo de su futuro. La escuela se apoyaba en una asimetría muy grande de conocimiento entre un maestro que sabía mucho y un chico que no sabía nada. Y los chicos hoy especialmente por su familiaridad tecnológica ven todo el tiempo al maestro haciendo agua ahí donde ellos son fuertes, y eso es algo que no nos pasaba a nosotros con los maestros. Eso cambia la naturaleza de la relación docente-alumno de una manera que no nos hemos hecho cargo. Entonces, creo que hay que hacer cambios muy profundos, pero realmente es muy difícil que vayamos a poder hacerlos a tiempo. También veo algunas experiencias super innovadoras, por ahora en escala pequeña, con gente probando cosas muy distintas, algunas de las cuales vamos a sacar mucho aprendizaje para mejorar lo que estamos haciendo.

La automatización traerá el fin de trabajos de corte mecánico. ¿Qué empleos cree que van a sobrevivir?, ¿cómo hay que prepararse para lo que viene?

Básicamente el reemplazo de trabajo humano por máquinas es un fenómeno que ya tiene 100 años. De algún modo pasamos de usar las piernas, a usar las manos, y hoy usamos la cabeza. El desafío que se viene ahora es que las computadoras están empezando a reemplazar nuestra cabeza. Ese es el fenómeno nuevo y, si bien no puedo decir qué trabajos van a quedar —algunos es obvio que van a desaparecer—, sí hay ciertas ideas respecto de cómo uno puede prepararse para un mundo que realmente no se sabe cómo será. Y una de ellas, para mí la más importante, tiene que ver con incorporar todo lo que la inteligencia artificial tenga para dar a lo que hagamos. Para mí el que se va a destacar es el que entienda que la inteligencia artificial va a poder hacer mejor que nosotros muchísimas cosas y no viva eso como una amenaza sino como una oportunidad de potenciarse a sí mismo. Hay una historia muy linda que es que cuando (Garry) Kasparov perdió con Deep Blue estuvo unos años desaparecido y reapareció organizando una competencia nueva que llamó ajedrez centauro, donde en vez de jugar personas contra máquinas, jugaban equipos de persona-máquina (entre sí). Y lo interesante es que en esa disciplina no gana el mejor ajedrecista ni el mejor software, como en casi todo gana el que mejor armoniza las virtudes de la computadora y el humano. Creo profundamente que computadora más humano le gana a computadora.

Estudiar en Singularity University: «Fui parte de una élite»

En 2010, fue a estudiar a la Singularity University, un centro educativo de fama mundial en tecnología e innovación. ¿Cómo accedió a esa oportunidad?

Mi contacto con Singularity llegó por un uruguayo. Yo estaba en Punta del Este y me enteré que Pablo Brenner estaba yendo a hacer el curso ejecutivo y fue por él que me enteré que Singularity existía. Cuando me contó lo que era dije «quiero hacer esto» y me puse a investigar. Al final, me anoté y terminé yendo al curso largo (10 semanas).

¿Qué rescata de esa experiencia?

¿Viste que hay personas que dicen que vino una nave espacial y los llevó a otro planeta? A mí me pasó eso, solo que no me llevó una nave sino que me fui a la NASA y viví tres meses que no se parecen a nada de lo que vi en mi vida. Por mucho tiempo me pasaba que me ponía a ver los documentales de las cosas más avanzadas de tecnología y todos los que hablaban allí eran gente que conocía y me conocían. Por un rato pertenecí a una especie de élite. Nuestras sociedades necesitan mucho de gente pensando en esa sintonía, con lo cual gran parte de mi agenda al volver fue tratar de contagiar a más gente para que vaya.

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