Cuando lanzó su primer cohete en 1963, India era un país pobre que buscaba la tecnología más avanzada del mundo. Ese proyectil, con su cono de nariz llevado a la plataforma de lanzamiento por una bicicleta, colocó una pequeña carga útil a 38 kilómetros sobre la Tierra. India apenas pretendía mantenerse al día con los EE.UU. y la Unión Soviética.
En la carrera espacial actual, el gigante asiático ha encontrado una base mucho más segura.
En un elegante y espacioso hangar de cohetes a una hora al sur de Hyderabad, un hub de startups tecnológicas de India, una multitud de jóvenes ingenieros estudiaba detenidamente un diminuto motor de propulsión criogénica experimental. Los dos fundadores de Skyroot Aerospace, hablando entre ráfagas de vapor silbante, explicaron su alegría al ver un cohete de su propio diseño montar el primer lanzamiento de un satélite privado de India en noviembre pasado. Estos nuevos propulsores guiarán al próximo de Skyroot a la órbita este año, con una carga útil mucho más valiosa.
De repente, India se ha convertido en el hogar de al menos 140 startups de tecnología espacial registradas, que comprenden un campo de investigación local que puede transformar la conexión del planeta con la última frontera. Es uno de los sectores más buscados de India por los inversores de capital de riesgo. El crecimiento de los emprendimientos ha sido explosivo, saltando de cinco cuando comenzó la pandemia. Y ven un gran mercado para satisafacer. Pawan Kumar Chandana, de 32 años, CEO de Skyroot, prevé una necesidad mundial de 30.000 satélites para lanzar esta década.
El lanzamiento
La importancia de India como potencia científica está ocupando un lugar central.
Cuando el presidente de EE.UU. Joe Biden recibió al primer ministro indio Narendra Modi en Washington el mes pasado, la declaración de la Casa Blanca decía que los dos líderes «pidieron una mayor colaboración comercial entre los sectores privados de EE. UU. e India en toda la cadena de valor de la economía espacial». Ambos países ven el espacio como un escenario en el que India puede emerger como contrapeso de su rival mutuo: China.
Durante sus primeras tres décadas, la Organización de Investigación Espacial de India (ISRO por su sigla en inglés), la versión local de la NASA, enorgulleció al país: una imagen del primer satélite nacional apareció en el billete de 2 rupias hasta 1995. Luego, durante un tiempo, India prestó menos atención a sus ambiciones espaciales, con jóvenes investigadores centrados en desarrollos más tangibles en tecnología de la información y productos farmacéuticos. Ahora, la nación asiática no solo es el país más poblado del mundo, sino que también su economía es la de más rápido crecimiento y un próspero centro de innovación.
India concetra al menos 140 startups de tecnología espacial registradas
El negocio del espacio también ha cambiado. Impulsada más por empresas privadas que por los gigantescos presupuestos gubernamentales, la tecnología espacial está cumpliendo propósitos comerciales a menor escal. Los sistemas de imágenes transmiten información sobre el planeta a la Tierra, lo que ayuda a los agricultores de India a asegurar sus cosechas o a las flotas pesqueras comerciales a rastrear sus capturas. Los satélites llevan señales telefónicas a los rincones más remotos del país y ayudan a operar granjas solares lejos de sus megaciudades.
Millones en órbita
Desde junio de 2020, cuando Modi anunció un impulso para el sector espacial, abriéndolo a todo tipo de compañías privadas, India ha lanzado una red de empresas, cada una impulsada por la investigación original y el talento local. El año pasado, las startups espaciales recaudaron US$ 120 millones en nuevas inversiones, a una tasa que se duplica o triplica anualmente.
A medida que ISRO deja espacio para nuevos jugadores privados, comparte con ellos un legado rentable. Su puerto espacial, en la isla costera de Sriharikota, está cerca del ecuador y es adecuado para lanzamientos a diferentes niveles orbitales. El cohete «caballo de batalla» de la agencia gubernamental es uno de los más confiables del mundo para cargas pesadas. Con una tasa de éxito de casi el 95%, ha reducido a la mitad el costo del seguro de un satélite, lo que convierte a India en uno de los sitios de lanzamiento más competitivos del mundo.
Y se puede ganar dinero lanzando equipos al espacio: ese mercado tiene un valor de alrededor de US$ 6.000 millones este año y podría triplicarse en valor para 2025.
En Hyderabad, el loft de trabajo ocupado por la empresa Dhruva Space, que despliega satélites y fue la primera empresa espacial de India, está elegantemente lleno de satélites ficticios, laboratorios controlados atmosféricamente conocidos como salas limpias y una plataforma de prueba de gravedad artificial. Kranthi Chand, el jefe de estrategia de la compañía, apenas está allí, ya que pasa aproximadamente una semana en Europa y otra en EE.UU., reuniendo clientes e inversores.
Exploradores
El ecosistema de proveedores de India es asombroso en tamaño. El proceso de décadas de hacer negocios con ISRO creó alrededor de 400 empresas privadas en grupos alrededor de Bangalore, Hyderabad, Pune y otros lugares, cada una dedicada a construir tornillos especiales, selladores y otros productos aptos para el espacio. Cien empresas podrán colaborar en un solo lanzamiento.
Skyroot y Dhruva trabajan en los sectores relativamente sexis de lanzamiento y entrega de satélites, pero juntos representan solo el 8% del pastel del negocio espacial de India. Una porción mucho mayor proviene de empresas que se especializan en recopilar datos transmitidos por satélite.
Pixxel es una startup notable en esa área. Ha desarrollado un sistema de imágenes para detectar patrones en la superficie de la Tierra que se encuentran fuera del rango de la visión de color ordinaria. Tiene su sede en Bangalore y una oficina en Los Ángeles, así como un contrato con una agencia secreta dentro del Pentágono. Porciones aún más grandes del negocio satelital inevitablemente se destinarán a servicios de televisión y banda ancha para el consumidor, transmitidos desde una órbita baja.
En el hangar de Skyroot, sus ingenieros convertidos en empresarios, educados en dos de los Institutos de Tecnología de India originales y con experiencia en el terreno trabajando en ISRO, hablan el idioma de la financiación de capital de riesgo. Después de «la ronda semilla», cuenta Chandana, «la siguiente es la serie A, que fue de alrededor de US$ 11 millones, y luego hay una ronda puente de US$ 4,5 millones».
La compañía ha recaudado US$ 68 millones, después de cuatro instancias de levantamiento de capital. Pero no tienen planes de cobrar en el corto plazo. Están palpablemente más entusiasmados con la ciencia que con el negocio, para el que ninguno de ellos estudió. Dirigir una empresa, afirmó Chandana, es «solo sentido común».
Elon Musk ganó por precio
Elon Muskse robó el protagonismo de India y del mundo en el negocio espacial. Su compañía, SpaceX, y sus cohetes relanzables redujeron tanto el costo de enviar objetos pesados a la órbita que India no pudo competir. Incluso hoy, desde los puertos espaciales estadounidenses a US$ 6.500 por kilogramo, sus lanzamientos son los más baratos en cualquier lugar.
India tiene una gran cantidad de ingenieros asequibles, pero sus salarios más bajos por sí solos no pueden vencer a la competencia. Eso deja a una empresa india como Skyroot concentrándose en servicios más especializados. «Somos más como un taxi», dijo Chandana. Su compañía cobra tarifas más altas por lanzamientos de carga útil más pequeños, mientras que SpaceX «se parece más a un autobús o un tren, donde llevan a todos sus pasajeros y los ponen en un destino», dijo.
SpaceX impulsó las energías iniciales de India hacia el espacio. Cuando Modi lo convirtió en prioridad, algunos de los propios ingenieros de ISRO estaban entrando en el juego, incluidos Chandana de Skyroot y su socio, Bharath Daka, de 33 años.
Una de las ventajas de India es geopolítica. Dos países que durante mucho tiempo han ofrecido opciones de lanzamiento de menor costo son Rusia y China. Pero la guerra en Ucrania casi ha acabado con el papel de Rusia como competidor.