A base de inversiones masivas, tanto extranjeras como locales, Japón tiene la oportunidad de recuperar su liderazgo tecnológico, aunque si quiere erigirse como alternativa convincente a China tendrá que innovar rápidamente en inteligencia artificial (IA) y semiconductores, apuntan fuentes del sector.
Gigantes tecnológicos de EE.UU. están destinando miles de millones de dólares a la IA, la ciberseguridad y la producción de chips en Japón.
Google lanzó en marzo un centro regional de defensa cibernética en Japón, y Amazon invertirá US$ 14.000 millones para ampliar la infraestructura de nube nipona. Microsoft, socio de OpenAI -la empresa creadora de ChatGPT-, se comprometió esta semana a invertir allí US$ 2.900 millones en IA.
«Las tensiones geopolíticas han convertido a Japón en un socio más atractivo y estable comparado con China», evaluó Khos-Erdene Baatarkhuu, CEO de la empresa tecnológica AND Global. «El sector tecnológico japonés, otrora líder, perdió terreno por su lenta respuesta a las tendencias digitales y móviles, comparado con vecinos como Corea del Sur», afirmó.
Pero ahora, «con políticas gubernamentales de apoyo, startups resilientes y un escenario tecnológico potencialmente cambiante, Japón tiene la oportunidad de retomar su ventaja tecnológica», aseguró.
Hoy Japón figura en el lugar 32º de la última clasificación de competitividad digital de la escuela suiza de administración IMD. Además, apenas siete firmas japonesas aparecen entre más de 1.200 «unicornios» tecnológicos (empresas valorados en más de US$ 1.000 millones) en la lista de CB Insights. Al respecto, Khos-Erdene explicó que «la cultura corporativa de Japón tiende a evitar los riesgos y ser jerárquica, lo que frena la innovación rápida propia de la industria informática».
Despertar a la IA
Masayoshi Son, CEO del SoftBank Group, un vehículo financiero de inversiones tecnológicas, advirtió que el país se volverá irrelevante si ignora la IA.
«¡Despierta Japón!”, declaró el empresario en octubre en un evento corporativo. «Quiero estar del lado de la evolución».
Son y varios directivos de gigantes tecnológicos como el de Apple, Tim Cook, y el fundador de Amazon, Jeff Bezos, estuvieron con el primer ministro japonés, Fumio Kishida, y el presidente estadounidense, Joe Biden, el miércoles en una cena en Washington.
Ese día, Kishida y Biden se comprometieron a fortalecer el «papel compartido en el desarrollo y protección de tecnologías emergentes de nueva generación». También acordaron trabajar con otros países «para fortalecer la cadena mundial de suministros de semiconductores».
Los microprocesadores, fundamentales en numerosos aparatos como teléfonos celulares y automóviles, se han convertido en un terreno de batalla en los últimos años. EE.UU. y algunos países europeos bloquearon las exportaciones de tecnología de semiconductores, por temor a que China haga de ella un uso militar.
Por otro lado, el fabricante taiwanés de chips TSMC está bajo presión de clientes y gobiernos para diversificar su producción y evitar un desastre en caso de que China invadiera algún día Taiwán.
TSMC abrió una nueva fábrica el pasado febrero en el sur de Japón, con una inversión de US$ 8.600 millones, y plantea una segunda con un presupuesto de 20.000 millones.
Japón ha invertido el equivalente de US$ 25.000 millones en los tres últimos años en subsidios relacionados con el segmento de los semiconductores.
En este marco, Khos-Erdene ve a Japón en una «encrucijada» respecto a ser capaz de convertirse en «productor, y no sólo consumidor, de estas tecnologías transformadoras».
«El compromiso de Japón con la IA presenta un potencial enorme de revitalización económica», para un país con baja productividad y una masa laboral que se reduce por el envejecimiento de la población, cerró.