Comenzaron hace 20 años en las costas argentinas. Oriundos de Necochea (sur de Provincia de Buenos Aires), estaban estudiando en la universidad y decidieron vender accesorios en las playas durante el verano. Guido Joachim y María Elena Tapia son los fundadores de Rocas, una marca de diseño que exporta a Centroamérica y se prepara para hacerlo a Europa. Producen unas 50.000 unidades por temporada de calzado y carteras y el 20% va afuera.
«Estábamos estudiando -reconstruye Tapia, diseñadora industrial-. Hacíamos y vendíamos collares». En el 2007 para su tesis creó un sistema de exhibición ambulante para vender en la playa: «Un carro», simplifica. Funcionó «muy bien» y empezaron a franquiciarlos con los productos para vender y le sumaron carteras. Así empezaron a expandirse. Como el trabajo se restringía a la temporada de verano y le quedaba el resto de los meses «vacíos», decidieron «transformar» a la empresa en una «de 12 meses», acota Joachim. Ya casados, los padres de ella aportaron «medio 405» y con el auto empezaron a recorrer la ruta para buscar locales a donde vender. Llegaron hasta Bahía Blanca. «Así lo que fabricábamos se vendía todo el año; ya el invierno no era de baja», dice Joachim.
En 2012 fueron por un local propio en Necochea para tener «más visualización». El nombre de la empresa es una referencia a los comienzos, cuando la bijouterie que hacían era con piedras del Atlántico. En el 2015 le sumaron la producción de calzado.
Recuerdan que el primer local, fue un «éxito» porque su diseño rompió con lo que había hasta ese momento en la costa. A partir de ahí franquiciaron tiendas (tienen en Bahía Blanca, Mar del Plata, Pinamar, Olavarría) y mantuvieron la distribución en locales de terceros.
En el arranque del 2020 habían participado en una exposición en CABA y tenían la próxima temporada vendida; irrumpió la pandemia de covid-19 y los impulsó a profundizar la idea que ya venían barajando, «salir al mundo».
«Habíamos empezado a mirar hacia afuera -precisa Joachim-. Buscábamos nuevos mercados, más estables, que no tuvieran oscilaciones tan fuertes como el argentino». Recibieron una consulta desde Costa Rica, donde las restricciones era menores por el covid; enviaron una carga de muestra, funcionó. Ahora tienen dos locales franquiciados en San José, la capital, y uno en Tamarindo; además de ventas al por mayor. Exportaron también dos años a Uruguay; como se terminó el contrato con el franquiciado, ahora hacen envíos directos hasta tener otro local; de la misma forma llegan a Chile.
De la producción por temporada, 70% es calzado; 25% carteras y el resto, accesorios. Con la devaluación, vender afuera conviene más: «Apostamos al diseño, lo básico no va. En la Unión Europea todo lo hecho en China está expandido, por eso la diferenciación pasa por el diseño».
Enfoque sustentable
Trabajan con dos fábricas y varios talleres en el que tercerizan producción. El equipo es de 30 personas. La marca es «sustentable». Reutilizan restos, entregan en cajas de madera reciclada y en bolsas hechas con restos de materiales. Todo es artesanal. Los restos de la goma eva los entregan a una fundación que hace casas para sectores vulnerables y los usan como aislantes para las paredes. Con los recortes de tela hacen muñecos que regalan.
Tapia cuenta que en un viaje de exploración del mercado europeo, fueron invitados a participar de la MICAM Milano (Milano International Calzaturiero), la feria internacional que se realiza desde 1969. Entienden que fue un «muy buen» primer paso para avanzar en el mercado europeo.
La pareja evalúa como «muy positiva» la evolución de la marca que nació en aquel verano del 2003 cuando eran unos «adolescentes entusiastas» que tuvieron en la playa su primera oficina. «Hoy somos una marca instalada, libre de crueldad animal,no utilizamos pieles de animales para la creación de nuestros diseños; ofrecemos productos originales, funcionales y amigables con el medio ambiente», enfatizan.