Por David Gelles y Christopher Flavelle
The New York Times
Este verano boreal, Bill Gates se reunió en Londres con representantes de algunas de las personas más ricas del mundo, entre ellos el fundador de Amazon, Jeff Bezos, el fundador de SoftBank, Masayoshi Son, y el príncipe al-Waleed bin Talal de Arabia Saudita.
Estaban evaluando inversiones conjuntas en empresas que podrían ayudar al mundo a combatir el cambio climático. Del portafolio, cuatro firmas se destacaban por su objetivo particularmente audaz: trabajar para eliminar el dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera, a cambio de obtener ganancias.
Mientras los países siguen contaminando y elevando las temperaturas globales a niveles récord, el mundo financiero se apresura a destinar recursos al campo emergente de la eliminación de CO2, buscando tanto un milagro ambiental como una ganancia financiera inesperada.
La tecnología, que no existía hasta hace unos años, aún no se ha probado a gran escala, pero tiene un atractivo singular. Eliminar parte del CO2 que calienta el mundo tiene sentido intuitivo. Y con un número pequeño pero creciente de empresas dispuestas a pagar por ello, los inversores compiten por ser los primeros en impulsar lo que creen que será una industria crucial para ayudar a combatir el calentamiento global.
Según el banco de inversiones Jefferies, las empresas dedicadas a la extracción de CO2 han recaudado más de US$ 5.000 millones desde 2018. Antes de eso, casi no había inversiones de ese tipo.
«Es la oportunidad más grande que he visto en 20 años de inversión en capital de riesgo», aseguró Damien Steel, CEO de Deep Sky, que ha recaudado más de US$ 50 millones para desarrollar proyectos de eliminación de CO2. «Los vientos de cola que impulsan a la industria son mayores que los de la mayoría de las industrias que he analizado», explicó.
El grupo formado por Gates, conocido como Breakthrough Energy Ventures, es uno de los principales patrocinadores de las más de 800 empresas de eliminación de carbono que se han creado en los últimos años.
Los inversores creen que el mercado está preparado para un crecimiento explosivo.
Más de 1.000 grandes empresas se han comprometido a eliminar sus emisiones de carbono en las próximas décadas. Como parte de esos esfuerzos, más corporaciones están empezando a pagar por la eliminación de CO2. Este año, Microsoft, Google y British Airways estuvieron entre las que se comprometieron a destinar US$ 1.600 millones a la compra de créditos de eliminación.
Según CDR.fyi, un sitio web que rastrea la industria de supresión de CO2, esa cifra fue superior a la de 2019, cuando se estimaba que el valor de este mercado podría alcanzar los US$ 1,2 billones en 2050. Los ejecutivos del sector creen que este año las empresas podrían gastar hasta US$ 10.000 millones en este tipo de compras. En un informe reciente, McKinsey estimó que el mercado podría sumar US$ 1,2 billones en 2050.
Luces y sombras
Si bien se están dedicando enormes sumas de dinero a este campo naciente, estos proyectos no tendrán un efecto climático significativo en el corto plazo.
En la actualidad, hay varias docenas de instalaciones en funcionamiento, incluidas algunas en Islandia y EE.UU., pero las más grandes capturan solo una pequeña parte de los gases de efecto invernadero que se producen en un día. Incluso si se construyeran cientos de plantas más, no llegarían a contrarrestar ni el 1% de las emisiones anuales de dióxido de carbono.
«No pretendamos que estará disponible dentro del plazo que necesitamos para reducir las emisiones», señaló Al Gore, ex vicepresidente de EE.UU. y cofundador de Climate Trace, que mapea las emisiones globales de gases de efecto invernadero.
El año pasado, un grupo de expertos de las Naciones Unidas puso en duda la capacidad de la industria para marcar una diferencia. «Las actividades de eliminación basadas en la ingeniería no han sido probadas tecnológicamente ni económicamente, especialmente a gran escala, y plantean riesgos ambientales y sociales desconocidos», afirmó.
En cambio, muchos científicos y activistas dicen que la forma más eficaz de combatir el calentamiento global es eliminar rápidamente el petróleo, el gas y el carbón, cuya quema está calentando el planeta.
Los inversores creen que, si bien el impacto sobre las temperaturas puede ser insignificante en el corto plazo, la industria comenzará a marcar una diferencia a medida que las emisiones globales disminuyan y la tecnología se vuelva más poderosa.
Y dentro de unas décadas, incluso si el mundo es capaz de eliminar por completo todas las nuevas emisiones de gases de efecto invernadero, muchos científicos, incluido el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, un organismo convocado por las Naciones Unidas, creen que aún será necesario eliminar algo de CO2 de la atmósfera para reducir las temperaturas globales.
Los críticos argumentan que la eliminación de carbono es una distracción peligrosa que perpetuará el comportamiento que está causando la crisis climática. «La captura de carbono aumentará la producción de combustibles fósiles; de eso no hay duda. No ayuda en nada al clima», sentenció Mark Z. Jacobson, profesor de ingeniería civil y ambiental en la Universidad de Stanford.
Sin embargo, por ahora, ni los inversores ni los clientes se quedan atrás.
Un grupo de empresas, entre las que se encuentran Stripe, H&M, JP Morgan y Meta, se han unido para comprometerse a realizar compras por más de US$ 1.000 millones para la eliminación de CO2. Otras compañías, como Airbus, Equinor y Boeing, también se han comprometido a pagar por el servicio.
Más firmas están intentando compensar sus emisiones. Algunas ven el valor de ayudar a desarrollar una nueva industria de la que algún día podrían obtener beneficios. Y otras dicen que simplemente están intentando hacer lo correcto.
«Esto no está intrínsecamente ligado a nuestro negocio diario, pero nos preocupamos mucho por el progreso y por tratar de ayudar al mundo a avanzar en la dirección correcta», apuntó Nan Ransohoff, directora de clima en Stripe.
Apuesta arriesgada
A pesar del creciente entusiasmo por la tecnología, no hay suficiente oferta para satisfacer la demanda. Según CDR.fyi, solo se ha completado el 4% de todas las compras.
Extraer gases de efecto invernadero de la atmósfera también es caro. Capturar y secuestrar dióxido de carbono puede costar hoy hasta US$ 1.000 por tonelada. Muchos analistas dicen que el precio tendría que bajar a cerca de US$ 100 por tonelada para que el sector despegue.
Entusiasmo entre los inversores
Por ahora, los inversores siguen financiando con entusiasmo nuevas empresas en este sector, con la esperanza de que algunas de sus apuestas den resultado.
Svante, una de las muchas firmas canadienses del rubro, ha recibido más de US$ 570 millones de pequeñas empresas de inversión y de gigantes energéticos como Chevron.
Y Climeworks, una empresa suiza que ya ha construido en Islandia la mayor instalación operativa de captura directa de aire del mundo, ha recaudado más de US$ 800 millones de inversores, entre ellos el capitalista de riesgo John Doerr.
Doerr también es socio de Breakthrough Energy Ventures, el proyecto de Bill Gates.
Como en cualquier sector, es probable que muchas startups fracasen por cada una que triunfa, pero para los inversores vale la pena correr el riesgo.
«Habrá grandes ganadores en este espacio», dijo Clay Dumas, cofundador de Lowercarbon Capital, una firma de capital de riesgo que ha respaldado a varias de las empresas. «Puedes equivocarte el 95% del tiempo y aún así parecer un genio cuando envías un montón de dinero a tus inversores».