Nació en Montevideo hace 70 años y es ingeniero de sistemas (Universidad de la República). Ingresó a IBM en 1979, donde ocupó varios cargos en 23 años; entre ellos, fue presidente y gerente general del gigante tecnológico para Latinoamérica Sur. En 2005 fundó Xn Partners, firma que brinda servicios de consultoría, desarrollo ejecutivo y mejora organizacional. Sostiene que, además de buenos resultados, las empresas deben lograr ser excelentes lugares para trabajar para ser sostenibles en el tiempo. Está casado y tiene dos hijos. Es hincha de Nacional y de Sporting en básquetbol, aclara.
El mundo de hoy es “volátil, incierto, complejo y ambiguo”, afirma Baliño, quien busca desentrañar los principales desafíos que afronta Uruguay en la búsqueda del bienestar y la prosperidad de los uruguayos. Es firme partidario de competir, asumir riesgos y abrir el país al mundo. “Para lograr la prosperidad, debemos comprender que el trabajo debe ser útil y producir un valor para alguien”, sostiene Baliño en entrevista con El Empresario.
-¿Cómo analiza este momento que afronta Uruguay?
-Es un momento de cambio de gobierno, con signo político diferente y eso genera expectativas. Uruguay se ha destacado en el mundo por sostener durante muchos años una tradición democrática que nos enorgullece, reglas de juego que todos hemos decidido aceptar en una convivencia pacífica. Es un momento de transición que genera, como es natural, un poco más de incertidumbre. A medida que vayamos entendiendo las decisiones que el gobierno electo tome, tendremos más claridad.
-Como experto en liderazgo, ¿cómo observa al presidente electo, Yamandú Orsi?
-No puedo opinar. Los líderes se ven en la cancha.
-¿Qué capacidades debe tener un buen líder?
-Los buenos líderes tienen dos tipos de habilidades: liderazgo y gestión. Son técnicamente dos cosas distintas. El liderazgo tiene más glamour, pero la gestión es la que separa a los buenos líderes de los charlatanes.
La esencia del buen liderazgo es la credibilidad y la confianza. Quizás la mejor manera de explicarla es con la fórmula: Credibilidad y Confianza = Justo X Honesto X Competente.
Un buen líder es competente; no es un sabio, pero conoce muy bien el «negocio» que dirige, el entorno y las tendencias mundiales. Tiene una visión de futuro que inspira. No siempre puede dar certezas, pero es responsable de dar claridad. Es asertivo y toma decisiones difíciles y oportunas. Un buen líder es honesto intelectualmente, genuino. Dice lo que piensa, pero piensa lo que dice. No miente. Cumple con sus promesas. Sabe pedir perdón. Cambia de opinión cuando aparece data nueva que contradice lo que alguna vez sostuvo. Muhammad Ali decía: «La persona que ve la vida a los 50 años igual como la vio a los 20, se perdió 30 años de vida».
Y, un buen líder tiene que ser justo, porque debe reconocer aciertos y marcar errores a los integrantes del equipo y, muchas veces, hasta cesar a un colaborador cuando no entrega los resultados (esperados) o no vive los valores. Al decir de Víctor Hugo: «Ser bueno es fácil, lo difícil es ser justo». Estos tres factores generan credibilidad, pero si se rompe alguno de ellos se termina el liderazgo. El álgebra es maravillosa: cero por cualquier cosa, ¡da cero!
En sus avances, «el país tiene cinco velocidades: lenta, muy lenta, extralenta, stop y marcha atrás (...). Es obvio que nos tenemos que abrir a todo el mundo y competir con calidad».
-¿Cuáles son los temas pendientes de Uruguay a resolver?
-Uruguay precisa lo mismo que escribí hace 20 años (risas). En 2003 Carlos Maggi tuvo la generosidad de publicar mis ideas sobre la visión del país, en su habitual columna de Producto Culto Interno. Allí expresaba que Uruguay tiene una oportunidad histórica para generar puestos de trabajo de calidad, y que los uruguayos deberíamos entender que: primero, el mundo funciona y sigue su ritmo vertiginoso con o sin Uruguay. Integrarnos al mundo depende de nosotros. Segundo, en la era de la innovación y el conocimiento, solo quienes estén dispuestos a crear y aprender tienen la oportunidad de prosperar y desarrollarse. Tercero, necesitamos un clima propicio para las inversiones de riesgo, que son el único medio para generar empleo genuino. Las empresas buscan los mejores lugares del mundo para establecer sus operaciones y eso implica tener reglas claras, una carga impositiva no agobiante y una calificada fuerza laboral.
Algunos temas a resolver: el enorme peso de un Estado caro con sus regulaciones y la mentalidad de algunos sindicatos. Para lograr prosperidad, debemos comprender que el trabajo debe ser útil y producir valor para alguien. Los países desarrollan crecimiento económico y social con un Estado responsable de proveer algunos servicios fundamentales, de mejorar las instituciones y de establecer un marco claro para que las empresas desarrollen productos y servicios valiosos para sus clientes. Si ese marco no está bien, no hay claridad o les complica la vida a las empresas, se hace muy difícil generar más y mejores empleos. Eso frena el desarrollo y empobrece todo. Ya vimos la película en Argentina.
Un líder cambia de opinión cuando aparece data nueva. Muhammad Ali decía: "la persona que ve la vida a los 50 años igual como la vio a los 20, se perdió 30 años de vida".
-El asunto es que el mundo avanza más rápido y con cambios a ritmo de vértigo.
-Hace rato que vivimos en un mundo incierto, de cambios rápidos y hasta impredecibles; es lo que se denomina en inglés VUCA (volátil, incierto, complejo y ambiguo). Esto sigue acelerándose cada vez más. Se puede ir progresando, pero si el mundo va más rápido quedás por el camino. Me preocupa la velocidad de nuestros avances. Como que el país tiene tres velocidades: lenta, muy lenta y extralenta. Hace años, luego de dar una charla, un señor se me acercó para decirme que en realidad tenía cinco: lenta, muy lenta, extralenta, stop y marcha atrás. ¿Cuánto hace que somos un mercado de tres millones de habitantes? Es obvio que nos tenemos que abrir a todo el mundo y competir con calidad. La sana competencia conduce a la superación del ser humano, como vemos en el deporte. En Uruguay no asociamos la competencia al bienestar. Después nos quejamos de que nos va mal. ¿Siendo mediocres creemos que nos va a ir bien? Uruguay es el país de ‘no hagan olas’.
-¿Cuál es el objetivo superador? ¿Se precisa un cambio cultural en Uruguay?
-Se necesita la suma de la capacidad individual y colectiva. Volver a valorar la excelencia ya tenerla como valor. Ser mejores cada día y ser responsables de dejar un mejor entorno que el que encontramos es un deber personal que requiere esfuerzo y compromiso. El conformismo es el primer paso al estancamiento. A veces pienso que el uruguayo le tiene más miedo al fracaso que al estancamiento. Superarse requiere resiliencia, que es hija de la responsabilidad. Errar no es un fracaso. Fracaso es no aprender, es cometer los mismos errores del pasado. Fracaso es no esforzarse, es quejarse y excusarse, es victimizarse y culpar a los demás de nuestros males. Eso genera enojo y frustración, y le sigue la identificación de un victimario (la sociedad, un gobierno, los planetas). Lo siguiente es el odio hacia ese victimario. Es imposible desarrollarse con una cabeza llena de odio. Hay que hacerse cargo, ser responsable de ser mejores.
-¿Qué se puede hacer frente al avance arrollador de la inteligencia artificial (IA)?
-Bienvenida la inteligencia artificial. Frente a las transformaciones que llegan con la IA hay que tener una actitud de mejora. Las tareas repetitivas y mecánicas serán realizadas por las nuevas tecnologías. Se trata de ver cómo utilizamos la tecnología para hacer trabajos más humanos, que requieran el uso de nuestro córtex frontal. En los trabajos del presente y del futuro, es fundamental la educación y capacitación, pero también el pensamiento crítico. No se trata de revolear lo primero que tira ChatGPT (que muchas veces divaga) o el titular que leí en un post en alguna red social, repitiendo cosas como un loro. Se trata de investigar, ser curioso, chequear las fuentes, cuestionar y verificar la veracidad.
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