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Orlando Dovat: las "grandes reformas” que debe encarar Uruguay y el "daño" que traerá el Impuesto Mínimo Global

El presidente de Zonamerica habló sobre el crecimiento de la zona franca y el escenario de negocios. "Hay una desproporción en el tamaño que tiene el Estado respecto al país que tenemos", afirmó

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Orlando Dovat, presidente de Zonamérica
Orlando Dovat, presidente de Zonamérica
Leonardo Mainé

El presidente de Zonamerica, la primera zona franca privada del país, Orlando Dovat, nació en Montevideo el 29 de agosto de 1945 y es contador público por la Universidad de la República (Udelar). Su familia se compone de su esposa Carmen, su hijo Martín (que es el actual gerente general de Zonamerica), su hija Carolina (directora ejecutiva del Estudio Dovat Arquitectos), y nueve nietos. En su tiempo libre disfruta de la lectura y los coches antiguos.

Un motor de la exportación de servicios desde Uruguay hacia el mundo, Zonamerica es un referente de la economía y los negocios en Uruguay. En su enclave de 92 hectáreas conviven unas 500 empresas y más de 7.000 personas. Su presidente, Orlando Dovat, dice que la empresa está “madura” y tiene planes en marcha como su proyecto de parque industrial y campus audiovisual. Ante el desafío de crecer, surgen algunos temas que son de preocupación para el empresario como el costo país, la escasez de personal calificado, la falta de volumen de población y la burocracia. A esa lista suma un nuevo factor como el Impuesto Mínimo Global, sobre el que advierte:“Nos va a hacer daño a todos los que estamos en el sector y al Uruguay entero”. Aquí un resumen de la entrevista.

—¿En qué estado se encuentra Zonamerica hoy?

—Está en un estado maduro, es una empresa que siempre fue líder en el sector y que se desafió con mucho de innovación y de traer al Uruguay empresas diferentes que abrieran un mercado nuevo. Zonamerica ha pasado por muchas etapas, siempre desafiada por el crecimiento, cada cosa era vamos a más, hacer otro edificio, otra inversión, atraer más gente. Y lo hemos hecho tratando de ayudar, además con una estrategia de que había dos mercados: el de la empresa en sí misma, es decir, resolverle los problemas a nuestros clientes, y luego resolverle los problemas a la gente que tenía que desplazarse a un lugar bastante lejano para el montevideano. Aquí tiene que encontrar todo. Ese es el contexto histórico. Ahora hay un cambio generacional y mi hijo (Martín) está al frente, yo estoy en la presidencia del directorio. De todas maneras, mi cabeza es de innovación permanente, de ver dónde están los desafíos y cómo hacer para resolverlos.

—Precisamente, ¿qué aspectos ve como escollos para el desarrollo del país?

—Hay dos escollos fundamentales: uno es el costo país, somos un país muy caro; el otro es la disponibilidad de personal calificado y la actitud del personal existente, porque cuando sos escaso te hacés valer y la escasez hace que sea más caro aún el crecimiento del país. Casi todas las actividades, si no todas, hoy son tecnológicas. Esa situación hace que cada vez dependamos más de personas con preparación en tecnología. Todo eso hace que tengamos una nueva cultura que fue arraigándose, pero también tenemos falta de esa gente. Ahí estamos en una lucha permanente, inclusive nosotros con el instituto Holberton estamos preparando personas. Tuvimos que entrar en el tema de educación porque tenemos que resolverle a las empresas sus necesidades.

Orlando Dovat, presidente de Zonamérica
Orlando Dovat, presidente de Zonamérica
Leonardo Mainé

—¿Qué meta se ha trazado para Zonamerica?

—El desafío es crecer, porque nuestro equilibrio está en crecer y ser competitivos. Y tenemos que competir no sólo con el mundo internacional, sino adentro, como empresa. El cliente dice: ¿voy a Zonamerica, a World Trade Center o a otro?, ¿a dónde me instalo? Lo primero entonces es que todos tenemos que movernos ahí con los candidatos (de negocios), y por otro lado tenemos la necesidad de competir en el exterior y traer nuevas empresas, con lo cual hay que viajar y ofrecer el mercado, que eso es en lo que nos ayuda Uruguay XXI también.

—El objetivo es crecer. Por otro lado, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) promueve la aplicación del Impuesto Mínimo Global a multinacionales de alta facturación. ¿Cómo puede afectar eso a las zonas francas?

—El Impuesto Mínimo Global seguramente nos va a hacer daño a todos en el sector y al Uruguay entero. Todos estamos intercambiando al respecto pero no se ha podido resolver el problema realmente. Con el tiempo, creo que la OCDE irá también abarcando a las empresas menores con esta reglamentación. EE.UU. está en contra del Impuesto Mínimo Global, dice que no le va a hacer caso, y eso divide el mundo en dos, entonces tendremos que ver si podemos meternos en el concepto americano y no tanto en el europeo. Es un tema que habrá que seguir estudiando.

—Un proyecto hacia el futuro de Zonamerica es su parque industrial y campus audiovisual. ¿Cómo viene avanzando?

—Hemos entendido que hay oportunidades que no las puede abarcar el sistema de zona franca, porque un sector como el audiovisual tiene sus propias regulaciones y no conviene el régimen de zona franca porque lo aísla demasiado. Entonces empezamos a pensar en los regímenes que había, que disponíamos de espacio y que podíamos avanzar con un parque industrial. El tema fue abarcando más porque no hay parques industriales en Uruguay de la calidad de Zonamerica, con el mismo concepto pero bajo otra ley. Y es lo que estamos tratando. Estamos avanzando con la Intendencia (de Montevideo), el Ministerio de Industria y las demás autoridades implicadas. Esperamos que en corto plazo podamos empezar a mover la tierra. Es un parque de 22 hectáreas y estará de frente al (anillo) perimetral, a la ruta 102 del lado del norte de la ruta 8. Después tenemos el desarrollo de Jacksonville, con el que estamos siempre en la lucha. Ahora estamos en la IM tratando de resolver los problemas del PAI (Programas de Actuación Integrada), que desde el punto de vista de la organización de la tierra es permitir que allí haya calles y distribución de propiedades.

—Algunas zonas francas apuntan al interior del país. ¿Han evaluado esa posibilidad?

—Intentamos estar en Punta del Este cuando se llamó a licitación, una licitación a la que le hago una crítica enorme y que por algo fracasó —no se presentó nadie—. Eso fue porque no cerraba el número, no había sido analizado adecuadamente por quienes llamaban a la licitación. Por otro lado, el régimen de zona francas está cada vez menos competitivo porque es muy caro. Hoy, el canon que pide el Estado es muy alto, en Punta del Este era 7%, entonces era inviable. A su vez, llevar el mismo modelo y desarrollarlo en el interior es muy difícil en ciudades que son mucho más chicas que Montevideo. Entonces buscamos calidad de mano de obra, el país es muy chico, cada vez tenemos menos población, como actor internacional no aparecemos. Tenemos que hacer grandes reformas.

—¿Por ejemplo?

—Hay que enfrentar el aumento de la población urgente, tener una política de inmigración, con nuestras exigencias pero abierta y con promoción. Diría casi que tenemos que tener un ministerio. Es tan grande el problema y no se habla. Otro punto es la desproporción en el tamaño que tiene el Estado respecto al país que tenemos. Y para disminuir el Estado tenemos que darle las funciones a otras áreas que sean privadas, no manejarlas dentro de la burocracia tremenda que tenemos. Y eso es un problema de mentalidad y de cultura.

—¿Evalúan llevar Zonamerica al exterior? Han tenido experiencias en Colombia y China.

—Sí, lo hemos estado buscando y no es fácil. Si no lo hacés con socios locales, no va a ser posible. Necesitamos financiamiento internacional, son inversiones muy grandes, porque los tiempos ahora no son los mismos que en los 90. Plantearse un proyecto de estos es complejo. Pero sí, tenemos siempre las antenas activadas y buscando dónde está el desarrollo internacional de la empresa. Intentamos hacer algo en China, aprendimos un montón, pero era otra cultura. No podemos saltar desde Uruguay a China, allá no nos conoce nadie.

—¿Qué cosas alimentan hoy sus ganas de seguir haciendo?

—Siempre miro el futuro y cómo cambiarlo. Me resulta un desafío permanente cómo vamos a concentrarnos en un problema y resolverlo, pero con una visión de futuro, no de resolver un problemita ahora. El “parche” no me gusta. Lo que me da ganas todos los días al levantarme es ver qué puedo cambiar hoy y qué puedo hacer por la sociedad, el grupo que nos rodea, contribuir e intercambiar información que es abundante en el mundo. Y luego hay que intentar, recortar el input para hacer de vez en cuando output.

Intangibles valiosos para el futuro

—¿Cómo se imagina el futuro de la empresa?

—Sin lugar a dudas, tenemos un enorme capital en cuanto al conocimiento de lo que se puede hacer con parques. Cada vez es más difícil que las sociedades y las ciudades puedan organizarse con muchas partes del trabajo, o sea, de las inversiones en industria. Se tienen que organizar en satélites fuera de la ciudad. Las sociedades en el futuro van a tener que tener zonas más especializadas y zonas mucho más urbanas, y no mezclarlas como las hemos mezclado nosotros. Entonces, tenemos bastante para enseñarle a los demás por haber acumulado conocimiento sobre cómo hacer y atraer clientes y resolver los problemas. Creo que el futuro son muchas cosas que van cambiando todos los días y que uno le busca la solución específica a eso dentro de una cabeza en la que ya tenemos formada una idea de lo que es el total de la película.

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