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De la mano del autor Shirzad Chamine, la ejecutiva revalorizó el entrenamiento de la inteligencia positiva para generar mejores resultados.
En este año y medio de pandemia, Verónica Raffo, socia de Ferrere Abogados, revalorizó el entrenamiento de la inteligencia positiva para generar mejores resultados. Lo hizo a través de las páginas de Positive Intelligence, de Shirzad Chamine.
«No es un típico libro de negocios, sino que condensa aprendizajes de la neurociencia y la psicología cognitiva e inspira a aplicarlos para lograr un mayor foco en la positividad y en la acción, que claramente repercute sobre la gestión», resumió Raffo.
El autor postula la idea de que el cerebro es reentrenable y brinda ejercicios específicos para activar funciones críticas, como observar nuestro proceso de pensamiento, pausar antes de actuar, reducir el miedo, empatizar con uno y los demás, estar centrados y ecuánimes y acceder a la sabiduría de la intuición. «Ayuda a minimizar esas voces internas que nos juzgan y sabotean incluso antes de actuar. Porque nuestra mente puede ser nuestra mejor aliada o nuestra peor enemiga», reflexionó la ejecutiva.
De su lectura, Raffo rescató que desarrollar la inteligencia es una forma de incrementar la eficacia como empresarios o líderes, pero también «nuestra felicidad». Es que, a su entender, el nivel de inteligencia positiva indica «el control que tenemos sobre nuestra propia mente y hasta qué punto ésta actúa en nuestro mejor interés».
Entre otras cosas, sumó a su rutina diaria rescatar «micro momentos» durante el día en los que aplica un par de minutos de respiración y meditación para renfocar la energía de forma positiva y transformarse «en una mejor versión» de sí misma.
También, procura generar espacios de mayor creatividad al trabajar en equipo al buscar los puntos de acuerdo y no «matando» ideas antes de nacer. «Para ello, uso la máxima de que el otro debe de tener por lo menos un 10% de razón en lo que está planteando y que soy capaz de construir sobre ese 10%», indicó.
La socia de Ferrere llegó al libro tras ser parte de talleres directos por el propio autor, Shirzad Chamine, sobre la metodología que propone.
Como lectora asidua que es, ya tiene tres libros esperándole: El infinito en un junco, de Irene Vallejo, Lifespand de David Sinclair y Unapologetically Ambitious, de Shellye Archambeau.
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Hábitos de lectura
¿Escritor o género favorito?
No tengo, mi nivel de eclecticismo al leer es casi patológico.
¿Cuántos libros lee al año?
Alrededor de 20 o 25 libros.
¿Mejor momento para leer?
En general, de noche tarde, pero disfruto mucho hacerlo durante los viajes o en vacaciones.
¿Ficción o no ficción?
Ambos, pero con tendencia a la ficción.
¿Presta sus libros?
Antes mucho más, ahora consumo muchos e-books y es más difícil.
¿Hace anotaciones o subraya sus libros?
En los de ficción muy poco, en los otros marco el libro y muchas veces saco conceptos y los apunto en algunos de mis cuadernos de ideas.
¿En qué ocasiones regala libros?
Cuando asocio un libro a una persona, cuando sé que podría generarle mucho placer o curiosidad, cuando son niños y, lo mejor, a mis padres, así me aseguro de recurrir a su biblioteca cuando me voy de vacaciones.
¿Una librería en el exterior?
El Ateneo Grand Splendid, en Buenos Aires.
¿Un libro con un final inesperado?
El último que me sorprendió lo leí este verano: El enigma de la habitación 622, de Joël Dicker.
¿La película más fiel a un libro?
Orgullo y prejuicio, de Jane Austen.
¿Libro favorito de la infancia?
Todos los de Enid Blyton.