Santa Croce: una pastelería con aires parisinos en pleno Montevideo

Una pastelería con aires parisinos conquista en Montevideo. Santa Croce invita a ir a Punta Carretas.

La casa, liderada por Ana Cattini, cumplió un año y el 24 de agosto pasado festejó a lo grande, con una celebración que incluyó la actuación del Cuarteto del amor.

Sin embargo, el camino de su propietaria con la gastronomía se inició mucho antes. «Siempre estuve vinculada a la cocina, mi mamá hacía tortas para vender y me dejaba meter la cuchara», recordó.

Esa vocación latente, la impulsó a estudiar en la Escuela del Gato Dumas. Al finalizar, combinó su curso de Pastelería con la carrera de Diseño de interiores que había hecho en la Universidad ORT y dio a luz a Santa Croce.

«Acá uní mis pasiones, una cafetería donde puedo interactuar con el público, dar a conocer las preparaciones caseras que elaboramos y además ser un lugar de encuentro», resumió.

Tras algunos viajes, Cattini descubrió que le gustaba la estética más clásica de las cafeterías europeas y le imprimió mucha calidez a su local de Guipúzcoa 438.

«Mi pastelería es chiquita, pero elaboramos todo nosotros. Muchas veces los clientes nos preguntan de dónde somos y contesto: somos orgullosamente uruguayos», contó.

Con capacidad para albergar a unas 40 personas, la pastelería abre al mediodía y ofrece una propuesta de brunch para agasajar a los visitantes (sándwiches calientes, sándwiches de pan de nuez, pan árabe con omelette, entre otros).

En la tarde, la casa es lugar de reunión de grupos de amigos, sede para festejar cumpleaños o pequeños eventos. Santa Croce ofrece una merienda para dos ($ 1.200) que incluye bebida caliente, jugo de naranja, tostadas (con mermelada y queso crema), budincito y torta.

La carrot cake (es húmeda y especiada), la tarta frangipane de peras (con crema de almendras y peras) y el pan de nuez con jamón y queso de Cattini son imbatibles. Pero hay que ir y probar, tanto las delicias fijas de la carta -los croissants rellenos, por ejemplo- y también vale dejarse sorprender por los bocados que la pastelería suma con frecuencia.