Gabriela Origlia
La Nación / GDA
Vende sombreros al exterior o, según su propia definición, «esculturas para la cabeza». Flor Tellado estudió Diseño de Indumentaria y empezó a trabajar como asistente de vestuario en publicidad hasta que decidió complementar su formación aprendiendo sombrerería. Se acercó a Hilda Juárez, maestra sombrerera del Teatro Colón, quien la inició en el oficio. Con el tiempo armó su marca, con la que llega a diferentes países. «Nada de distribuidores, todo es artesanal, individual. No quiero perder mi identificación con la slow fashion», dice.
Abierta en 1676, Lock & Co en St. James’s, en el centro de Londres, se considera la tienda de sombreros más antigua del mundo. Por datos como ese, la capital inglesa se considera uno de los mejores lugares para aprender sombrerería y, además, es una sociedad que los usa. Los expertos en moda estimaron que Isabel II desde el día de su coronación, el 2 de junio de 1953, hasta su muerte, utilizó alrededor de 5.000 sombreros y tocados.
A esa meca fue a aprender Tellado. Mientras hacía sombreros en la casa de Juárez y para «aprender el paso a paso» seguía la carrera de Laura Noetinger, la argentina modista de sombreros de alta costura, entonces radicada en Londres. «Un día vi que Noel Stewart, el sombrerero de Balenciaga, buscaba pasantes y me fui a vivir cuatro meses a Londres. Quería aprender. Estaba de 9 a 18 en su taller. Me enseñó mucho; cosí, trabajé, aprendí. Vi cómo funciona una marca en Londres. Fue una experiencia que también me enseñó la importancia de perseverar. Todo lo que vi lo pongo en práctica».
Tellado asegura que en esa pasantía en Londres advirtió que podía salir al mundo. En 2014 la invitaron a participar de la London Hat Week donde se contactó con showrooms: «Es toda una red mundial y se puede entrar. Ese fue mi primer paso para empezar a vender en el exterior».
«Me compraron mucho y al regresar mandé dos valijas llenas afuera —cuenta—. Entonces me parecía una locura. Soy una minipyme. Todo lo hago yo. Diseño, fabrico, me pongo en contacto con el cliente, hago el envío. Es una decisión súper sustentable. No quiero que sea masivo; es un trabajo artesanal que lleva tiempo y mucha dedicación física».
En 2017 llegó con sus sombreros a la London Fashion Week y sus diseños estuvieron al lado de los de su maestro, Stewart. «Después de eventos así empiezan a llegar pedidos, contactos de todos lados», resume.
Tellado sigue siendo vestuarista y tiene una tienda de alquiler de vestuario en el barrio porteño de Palermo.
Clientela top
Realiza sombreros para muchos artistas, algunos de sus diseños los lució la actriz y cantante española Rossy de Palma en una campaña que realizó con el argentino Pablo Ramírez. «Me manejo por redes, es todo muy personalizado y así también es la forma en que llega ese segmento de clientes», señala. El cantante Marilyn Manson tiene varios sombreros de la argentina y desde el círculo de Beyoncé la contactaron para que les haga llegar «propuestas». Su sueño es alcanzar a Lady Gaga.
«Cada uno tiene un toque lúdico —precisa—. Uso muchos y múltiples materiales, cualquiera que pueda manipular y que se pueda combinar. No hago los típicos sombreros de fieltro; son mini esculturas para la cabeza. Me gusta no depender de un material que se compra afuera; si vendo a otros países también quiero sea con material de Argentina. Esto también hace que se distingan, que sean inesperados», explica.
El precio arranca en los US$ 200 y el tiempo de confección va entre dos días a una semana. Las ventas afuera son a través de couriers y el costo de los envíos es a cargo de los compradores.
Tellado subraya que el mercado de los sombreros es «de nicho». Además de la industria de la música, del teatro, la mayoría de sus clientas son «empresarias con personalidad para vestirse. Podría decirse que son algo excéntricas y tienen una posición que les permite darse estos gustos».
Tellado sueña que en la Argentina el sombrero se use más: «Siempre digo que hay que ir de a poco, empezando con lo más clásico e ir sorprendiendo. Es mucho más que un accesorio, protege del sol, del frío. Da estilo», remata.
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