Aplausos
La iniciativa zimbabwense cuenta con 700 mujeres que confortan a sus "pacientes" con su apoyo y consejo, mientras ellas se sienten queridas y revitalizadas.
La muerte de su padre y los intentos de su tío por arrebatarle la casa a su madre llevaron a la depresión hace unos meses a la zimbabwense Ruth Banda, de 30 años, que no estaba segura de poder salir del agujero hasta que conoció a Gogo (abuela) Joyce Chimbwero y empezaron a conversar en un "banco de la amistad".
"Empecé a pensar, ¿cómo voy a solucionar este problema? Empezó a devorarme", dice Banda en la capital de Zimbabwe, Harare. Esta joven recuerda bien la complicada época que vivió antes de conocer a su peculiar consejera: una mujer de más de 70 años, ojos amables y risa contagiosa procedente del desfavorecido suburbio de Glen Norah, en el sur de la ciudad.
"Cuando empecé a hablar con ella -confiesa Banda-, me sentí mejor. Me ha cambiado mucho". Su experiencia forma parte de una campaña que, durante los últimos años, formó a cientos de "abuelas" voluntarias en Zimbabwe, a modo de trabajadoras de salud mental informales, para hacer terapia en los denominados "Bancos de la Amistad" ("Friendship Bench", en inglés), asientos a simple vista comunes localizables en clínicas de todo el país para acoger este tipo de consultas.
La innovadora estrategia se remonta al año 2005 en esta nación africana y, desde entonces, ha sido replicada en otros lugares del mundo: desde Kenia hasta Nueva York, pasando por Malaui o Londres.
"La depresión es una enfermedad que mata, si tienes demasiadas cosas en la cabeza puedes morir", asegura Gogo Joyce Chimbwero, quien, desde 2017, atendió a más de 500 personas en alguno de los cinco bancos ubicados en la clínica municipal de atención primaria Rutsanana, en Glen Norah.
En general, los pacientes que se acercan a ella sufren depresiones ligadas a la soledad, el desempleo y la pobreza, aunque a veces se añaden condiciones de salud como el VIH o la diabetes. Con la pandemia de covid-19 y las medidas de confinamiento, los zimbabwenses vieron cómo empeoraba aún más la profunda crisis económica que arrastra el país desde hace años. Según un informe publicado en mayo por el Banco Mundial, en alrededor de medio millón de familias zimbabwenses, al menos uno de sus integrantes perdió su empleo por la pandemia.
"No había dinero en casa y empezaban las peleas. Los pacientes venían a mí y me decían '¿Gogo, puedes ayudarnos? Mi pareja se ha ido, no tengo dinero, no tengo trabajo. ¿Qué puedo hacer?'", ejemplifica Chimbwero.
Chawira, supervisora clínica e instructora de la organización "Friendship Bench", coincide en que la depresión es hoy uno de los principales problemas que pesan sobre los zimbabwenses. Este país de África austral cuenta solo con 14 psiquiatras —uno por cada millón de sus 14 millones de habitantes— y, aunque hubiera más oportunidades para recibir terapia, pocos podrían permitírsela.
"Por eso decidimos dar un giro y formar a estas abuelas para ofrecer intervenciones (psicológicas)", explica Chawira. "Culturalmente, cuando la gente tiene problemas, recurre a sus abuelas por consuelo. Son personas a las que la gente busca", añade.
Si bien la pandemia aumentó las necesidades terapéuticas, también afectó al funcionamiento de los "bancos de la amistad", que vieron morir a cinco de sus abuelas de covid-19 antes de que ninguna vacuna estuviera aún disponible en Zimbabwe. Asimismo, el covid-19 hizo imposible mantener estas sesiones en persona al comienzo del confinamiento, lo que llevó a algunas consejeras, como Chimbwero, a usar aplicaciones de mensajería móvil. Afortunadamente, todas las abuelas están ya vacunadas y pueden mantener sus conversaciones cara a cara.
Unos 100 mil pacientes confortados por abuelas El "Banco de la Amistad" fue idea del psiquiatra zimbabwense Dixon Chibanda, quien lanzó el proyecto en 2005 con un equipo de 14 abuelas. Inicialmente, buscaba atender a personas traumatizadas por una controvertida campaña del Gobierno del entonces Presidente de Zimbabwe, Robert Mugabe, que pretendía "limpiar" zonas de asentamientos informales y que dejó alrededor de 700.000 personas sin hogar ni trabajo, según datos de la ONU.
Dieciséis años después, los "bancos de la amistad" ofrecieron ya consuelo a unas 100.000 personas con problemas de salud mental. Actualmente, el proyecto cuenta con 700 abuelas consejeras y 30 supervisores, y la organización aspira a reclutar a dos millares más para alcanzar el millón de personas atendidas para 2023.
Según Chawira, varios estudios científicos demuestran la efectividad de esta iniciativa. Un estudio publicado este año por la revista científica Plos One reveló, por ejemplo, que la socialización —tanto por parte de amigos como a través de proyectos como la de estas abuelas— hacía mejorar a jóvenes con VIH que sufrían negacionismo emocional sobre su propia condición y les animaba a recibir tratamiento.
A su vez, estas terapeutas informales también se benefician al ayudar a los demás y "muchas dicen que, si no fuera por el Banco de la Amistad, podrían haber muerto de soledad y aburrimiento", apunta Chawira. "Nos enseñan, nos quieren, nos revitalizan", admite Gogo Chimbwero.