Irene Litvan, la neuróloga uruguaya que figura entre las mejores científicas del mundo

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Irene Litvan

APLAUSOS

Nació en Montevideo, pero hace 35 años vive en Estados Unidos, dónde se dedica a estudiar trastornos del movimiento, como Parkinson. Hoy cosecha reconocimientos mundiales por sus investigaciones.

"Una cosa es saber que tus índices están bien, otra es estar entre los mejores del mundo. Fue un gran placer y sobre todo porque Uruguay está ahí”, dice con humildad Irene Litvan. La científica uruguaya recorrió un largo camino y hoy integra el Ranking de mejores investigadoras mujeres. Creado por la plataforma de análisis de producción científica Research.com, el listado da a conocer las contribuciones de las mujeres en la ciencia académica y, además de profesionales, también analiza y clasifica universidades y revistas científicas.

Litvan nació en Montevideo dónde se licenció en medicina. En 1979 se fue a España, donde trabajó y se formó durante siete años. Se mudó a EE.UU y se especializó en epidemiología y trastornos del movimiento, como el Parkinson. Fue responsable de establecer dos centros de referencia, uno en Louisville (Kentucky) y otro —el que coordina hoy— en San Diego (California). Recibió el Premio de Mérito de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de ese país, por liderar investigaciones internacionales, y el Premio de Investigación en Disturbios del Movimiento de la Academia Americana de Neurología (AAN); publicó más de 350 artículos, es editora senior de cuatro libros y está entre el 1% de investigadores más citados en todo el mundo por la Web of Science.

En 2019 ingresó como profesora honoraria en la Academia Nacional de Medicina de Uruguay y este año figura en el ranking de las mil mejores científicas del mundo. La doctora en neurología cosecha reconocimientos después de más de 40 años de dedicación a la ciencia.

El camino

“Arduo”. Así Irene califica el principio de su carrera. Era recién llegada a Barcelona, intentaba insertarse en su área sin poseer muchos contactos y, por otro lado, trataba de adaptarse a los códigos culturales de otro país.

“Cuando salí de aquí me habían dicho en la embajada española que no iba a tener ningún problema, que se necesitaban muchos médicos allá. Cuando llegué estaba toda la historia de los "sudacas", un rechazo a gente que venía de afuera. De hecho habían concursos que no dejaban entrar a extranjeros, fue difícil. Fui de un hospital a otro y de una universidad a la otra. Eventualmente encontré una posición que no especificaba la nacionalidad, me presenté y gané, pero no me la querían dar por ser extranjera”, recordó.

Con la ayuda de un abogado asumió el trabajo. Hizo residencia en neurología y considera que el bagaje que llevaba desde Uruguay, cimentó las bases para lo que vendría. “La educación de Uruguay fue muy valiosa y muy buena. Me permitió poder ganar los concursos que participé, fue muy importante”, afirmó.

En 1987 se mudó a EE.UU., cambio que realizó para dedicarse a investigar. Sin embargo, para meterse de lleno en su área de interés, debió cursar nuevamente la carrera de neurología. “Si no la hacía de nuevo, no podría ser independiente, entonces volví a hacerla, di todos los exámenes, y eran muchos”. Tantos que en un dado momento pensó que no terminaría nunca, pero, tenía el gusto por los desafíos y la filosofía de “nunca echarse para atrás”.

Trabajó por 15 años en el Instituto Nacional de Salud, en la capital del país, y eso le valió la invitación para crear un centro de investigación en Louisville, Kentucky. Allí trabajó durante ocho años, realizó y dirigió estudios internacionales que le rindieron una segunda invitación de peso: establecer un centro de investigación en la Universidad de California, en San Diego.

Sus investigaciones se concentran en comprender porque se desarrollan enfermedades degenerativas parkinsonianas y buscar nuevos abordajes terapéuticos, así como nuevas tecnologías para promover un mejor diagnóstico y tratamiento de la enfermedad. Bajo su dirección, el centro fue reconocido por las autoridades de la especialidad de parkinsonismo y demencia como de excelencia.

Irene Litvan y su equipo
Irene Litvan y el equipo de investigadores del Parkinson and Other Movement Disorder Center, de la Universidad de California.

“Eso implica estar promoviendo educación para médicos que están estudiando la especialidad, y a la vez para la comunidad y pacientes. En principio mi idea era identificar terapias que pudieran mejorar la calidad de vida de pacientes que tienen enfermedades neurodegenerativas, que presentan parkinsonismo, buscar terapias que puedan mejorar los cuadros sintomáticamente, pero ahora estoy más dedica a hacer estudios para ver si se puede enlentecer o eventualmente frenar la enfermedad”, explicó.

Los obstáculos

“Nada vino fácil, nada”, enfatizó. Si bien ocupa un cargo de alta responsabilidad, la trayectoria de Irene, no se escapó al “techo de cristal”.
“Cuando empecé a trabajar en el Instituto Nacional de Salud me asignaron un sueldo. Y en España y Uruguay, cuando te dan el sueldo es el oficial, no hay una negociación. Entonces yo pregunté ‘¿este es el sueldo que se da a los médicos?’ y me dijeron que sí, y me quedé tranquila. En un dado momento, Bill Clinton (presidente en la época), decidió mirar los sueldos de las mujeres versus los sueldos de los hombres y descubrieron que el mío era el más bajo de todo el Instituto Nacional de la Salud”, contó.

“Hice un camino que de alguna manera fue difícil, pero siento que todo valió la pena. Jamás pensé estar en donde estoy”, afirmó Irene con una ancha sonrisa.

Hoy, con sus años de experiencia, después de saltar obstáculos y construir una sólida carrera, aconsejó: “Es importante educar a las mujeres y decirles que no hay límite, que el límite se lo pone uno, hay que luchar y no asustarse, es necesario perseverar para lograr lo que uno quiere”.

Volver al paisito

A sus 71 años, después de haber triunfado en el exterior, Irene planifica regresar. Cuenta que no solo extraña su “paisito”, sino que ya hace planes de mudarse a Montevideo cuando se retire, algo que de a poco viene orquestando cada vez que visita su tierra natal. A pesar de todos los años vividos afuera, los distintos lugares recorridos y todo lo que ha conocido, afirma: “No hay nada como el Uruguay”.

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